sábado, 1 de noviembre de 2025

Réquien para los espantapájaros.

 

Réquiem para los espantapájaros.
¿Una advertencia?

Dr. Xavier A. López y de la Peña



Después de haber realizado recientemente un viaje cruzando por algunos estados del centro de México en autobuses comerciales, pude disfrutar la vista a través de ventanilla de lo habido en el trayecto lejos de mantener la mirada pegada al camino asfaltado y sus señalizaciones para conducir de manera segura y de forma casi monótona, dejando con ello de “mirar” al circundante entorno y que me llevó a reflexionar sobre los espantapájaros.
El espantapájaros por definición, es una cosa que por su representación o figura es causal de un infundado temor que el agricultor pone en sus sembrados y en los árboles para ahuyentar a los pájaros que los pudiesen dañar y que durante siglos ha sido una figura icónica en los campos agrícolas. Su función -de alguna manera-, ha sido a la vez tan práctica como simbólica representando la relación ancestral entre el ser humano y la tierra, y su existencia depende del miedo que inspira, y su eficacia reside en la ilusión de humanidad que proyecta.
            Así, me percaté casi de manera inconsciente de que en los múltiples y variados campos de cultivos por los que atravesé, no se veían los tradicionales espantapájaros por lo que me pregunté: ¿Por qué ya no se ven los espantapájaros en los campos mexicanos? Esta herramienta agrícola ahora ausente en el campo, a la vez, nos lleva a hacernos otra pregunta: ¿Qué somos, sino figuras entre el trabajo y la representación, entre la conciencia y el simulacro?
            Vamos por partes.
La historia y evolución de los espantapájaros está ligada, como hemos dicho, a la agricultura y los primeros registros conocidos se remontan al Antiguo Egipto (desde el Neolítico -10 000 a. C., época en que apareció y se generalizó la agricultura y el pastoreo de animales, dando origen a las sociedades agrarias-, hasta la época romana) donde los agricultores colocaban figuras representativas humanas en campos de trigo a lo largo del Nilo para proteger sus cultivos.
En la Grecia clásica, figuras del dios Príapo se colocaban en las zonas rurales, particularmente, donde la gente lo invocaba para asegurar la fertilidad de la tierra y el ganado; su apariencia grotesca y fálica servía para asustar a las aves y proteger los viñedos.
            Los espantapájaros del Japón feudal gobernado por shogunes (1185-1603) eran figuras hechas con trapos, sombreros y paja nominadas "kakashi" que los agricultores ponían en sus campos para espantar pájaros y otros animales.
En Europa durante la Edad Media (siglos V y XV) inicialmente los campos solían estar protegidos de sus aves por niños que se ocupaban de espantarlas, para luego empezar a emplear figuras humanas hechas de paja, vestidas con ropas viejas.
            Ya entrando al siglo XX a medida que avanzaba la tecnología e industrialización los espantapájaros, hasta entonces tradicionales, comenzaron a ser reemplazados por dispositivos más modernos: cintas reflectantes, redes anti aves, ruidos automatizados, emisores ultrasónicos y más.
También desaparecen los espantapájaros porque en algunas regiones han disminuido las aves a causa de la pérdida de sus hábitats, del uso de pesticidas que eliminan los insectos de que se alimentan un grupo de ellas, por los cambios climáticos o migratorios que sufren, por la sustitución de algunos cultivos como el maíz y el sorgo, por otros como agave, cítricos, aguacate o por el empleo de invernaderos. De igual manera, las generaciones jóvenes tienden a dejar atrás las tradiciones agrícolas al paso de la creciente urbanización y la migración que impulsan su abandono.
            Podría parecer trivial referirnos a la desaparición de los espantapájaros en los campos agrícolas; sin embargo, ello representa un ejemplo profundamente simbólico que refleja una transformación impactante en nuestra relación con la naturaleza y, especialmente, con lo natural. Esta relación es ahora casi virtual, en la que la tierra es vista básicamente desde la óptica de la eficiencia económica y la productividad sin, generalmente, consideraciones ecológicas. El espantapájaros es entonces una víctima más del mismo proceso que está llevando a la extinción de especies, de paisajes y de formas de vida ancestrales en la desconexión ocurrente entre lo humano y lo natural mediada por dispositivos que operan bajo un paradigma de control y rentabilidad, olvidando la armonía y el equilibrio de tiempos pasados.
El espantapájaros, entendido ya como símbolo de esa conexión humana con la tierra ha sido ciertamente, en parte, víctima de esta “extinción” que experimentamos en esta era geológica que vivimos en la que la actividad humana (antrópica) ha sido un factor de cambio que ha alterado drásticamente el clima y el medio ambiente en el planeta, y que se ha denominado como “Antropoceno”. Su desaparición podría considerarse entonces como una metáfora de la crisis ecológica global y de la manera en que nuestra civilización ha optado por reemplazar su relación simbólica con la naturaleza por una visión expoliadora, utilitarista y mecanizada.
Fue el químico neerlandés Paul Josef Crutzen, premio Nobel de Química en 1995 quien nominó en el año 2002 a esta era geológica como “Antropoceno” cuyo impacto nos está conduciendo a la considerada “sexta extinción masiva”, esto es, al evento en el que desaparece un alto porcentaje de la biodiversidad, con frecuencia el 75% o más de las especies, en un determinado período de tiempo.
Entre las causas contribuyentes a  esta “extinción masiva” está la llamada deforestación que es pérdida permanente de bosques y selvas, causada particularmente por actividades humanas como la agricultura, la ganadería, la tala y la minería, y por causas naturales como incendios, caza ilegal y otras, que llevan a la pérdida de biodiversidad (más del 70 % de los animales y plantas viven en áreas forestales), a la erosión del suelo, la alteración del ciclo del agua y la contribución al cambio climático al liberar carbono a la atmósfera. Por esta deforestación se calcula que cada año estamos perdiendo unas 50 000 especies de plantas y animales (incluidos insectos). 1
            Otra causa es la denominada defaunación, término acuñado por el mexicano doctor en biología, Rodolfo Dirzo Minjarez, que define como la extinción global, local o funcional de poblaciones o especies animales de comunidades ecológicas, particularmente de mamíferos de gran tamaño. Este autor señala que el número de especies que se han extinguido totalmente de la faz de la Tierra es cercano a 400 desde el año 1500 y que esta velocidad es entre cien y mil veces más alto de lo que normalmente ocurre cuando no hay procesos de extinción masiva. Señala también que: "De todos los insectos con tendencias poblacionales documentadas por la UICN [203 especies de insectos en cinco órdenes], el 33% están disminuyendo, con una fuerte variación entre órdenes". En el Reino Unido, "entre el 30 y el 60% de las especies por orden tienen tendencias decrecientes". Los insectos polinizadores, "necesarios para el 75% de todos los cultivos alimentarios del mundo", parecen estar "en fuerte declive a nivel mundial, tanto en abundancia como en diversidad", lo que se ha relacionado en el norte de Europa con el declive de las especies vegetales que dependen de ellos. El estudio se refería a la pérdida de vertebrados e invertebrados causada por el hombre como la defaunación antropocena.2,3
            En cuanto a las aves, incluido en ellos el orden de los pájaros (paseriformes), la disminución de ellos es también alarmante: el 11% de todas las especies se encuentran amenazadas, el 61% del total han registrado descensos en todo el mundo y tres de cada cinco especies de aves tienen poblaciones en merma. Esto representa un peligro para los ecosistemas ya que ayudan a polinizar las flores, dispersar semillas y controlar plagas.4
            Con este vistazo a unas aristas sobre la “extinción masiva” o “Antropoceno” ¿para qué queremos o necesitamos utilizar ya espantapájaros?
Este objeto constitutivo del umbral entre lo humano y lo artificial, simulación engañosa para los pájaros, símbolo del trabajo agrícola, del cuerpo que cuida la tierra, aún en su ausencia. Figura que tanto puede aterrorizar entre el ser y parecer, como representar la soledad, el abandono o la persistencia.
Podría considerársele también como un objeto apotropaico, -esto es, utilizado para alejar el mal o protegerse de él, de malos espíritus o de algo mágico o maligno en particular como ocurre con las gárgolas o la figura del dios Príapo referida arriba.
El espantapájaros es, así, un objeto y figura existencial sin existencia, con una función que no entiende y en medio de algo que no le pertenece ni lo reconoce ni le importa.

Finalmente, como paradoja para nuestro tiempo Antropoceno (o de la “Sexta Masiva Extinción”), el espantapájaros, como un objeto humano creado para ahuyentar la vida, se ha convertido en el ausente espantapájaros del planeta que se mantiene en la sombra, avizorando hacia un horizonte vacío y árido sin aves que ahuyentar ni semillas para sembrar. Recordatorio de lo que hemos perdido y de lo que aún podríamos recuperar.
Así habla esta composición o réquiem que se podría llegar a cantar con el texto biológico aprisionado tras el pentagrama de la vida en una misa de naturaleza difunta, si no nos preocupamos y ocupamos en darle necesaria y urgente solución.


1 . https://es.wikipedia.org/wiki/Deforestaci%C3%B3n
2 . https://www.gaceta.unam.mx/defaunacion-en-los-linderos-de-la-sexta-extincion-masiva/
3 . Dirzo, Rodolfo; Young, Hillary; Galetti, Mauro; Ceballos, Gerardo; Isaac, Nick; Collen, Ben (25 de julio de 2014), «Defaunation in the Anthropocene», Science 345 (6195): 401-406, PMID 25061202, doi:10.1126/science.1251817.
4 . https://www.infobae.com/espana/2025/10/13/mas-de-la-mitad-de-las-especies-de-aves-del-mundo-estan-en-declive-los-lideres-se-reunen-para-abordar-la-crisis-de-extincion/

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