sábado, 1 de julio de 2023

Memento vivere

Memento vivere.

- ¿Dónde estás?
- Aquí.
- ¿Qué hora es?
- Ahora.
- ¿Qué eres?
- Este momento.
 
Frase en la película El guerrero pacífico, 2006


Dr. Xavier A. López y de la Peña

            Temprano por la mañana nos despertamos y… ¿qué más?
Bueno, luego de abrir los ojos nos desperezamos, salimos de la cama y pasamos al baño a asearnos, luego a vestirnos, a desayunar y al trabajo o a la escuela, o de viaje, o a sentarse a ver televisión, o ponerse a leer, etc.
Esto es, nos dedicamos a vivir el instante como nuestra única verdadera realidad, como una realidad que transcurre en una sucesión única e irrepetible de instantes. Sin embargo, esta realidad vivida al instante, los humanos la vivimos, o deberíamos vivir deseablemente, con consciencia y libertad.1
            El sentido que solemos dar a la vida proviene, entonces, de dos preguntas: ¿qué propósito tiene nuestra existencia? o ¿qué significa vivir?, cuyo tema de análisis ha sido tratado largo tiempo en búsqueda de respuestas tanto en la filosofía como la ciencia, el arte, la historia, en la religión o en nuestra propia experiencia.
            No nos referiremos a la teleología de la vida como la analizamos en el ensayo que publicamos el 26 de agosto de 2010 titulado Vida y verbos, en el que señalamos que ella es la conservación de su estructura, sino que trataremos de enfocarnos al sentido consciente del vivir. Y de antemano vale la pena aclarar que, a pesar de que no exista una única respuesta al sentido de la vida, cada persona podrá tener una manera propia de entenderlo, de justificarlo y de encontrarlo.
            Así, cada persona tendrá la gana, la oportunidad y capacidad de decidir qué hacer con su propia vida; qué quiere hacer de ella, qué metas perseguir, qué deseos lograr, qué pasiones tener, qué proyectar o producir o qué destruir y malquerer u odiar.
Todo lo anterior lleva implícito el que cada persona se conozca a sí misma, sus cualidades y defectos, talentos e intereses y que, en el curso de su desarrollo asuma con responsabilidad las consecuencias de sus decisiones y acciones concretas; esto es actuar consciente, coherente y responsablemente.
            En nuestra relación con los demás, ya que somos seres sociales, habrá que conducirse con respeto hacia ellos en su diversidad, buscando siempre relaciones constructivas y colaborativas hacia el bienestar común y de equilibrio con todo lo que nos rodea, esto es, con la naturaleza.
            Quizá la sucesión de vivir nuestros únicos e irrepetibles instantes se ligue también a conectarse con algo trascendente que le provea un sentido más amplio y profundo a nuestra vida, y que se supuestamente nos ofrezca seguridad, esperanza, confianza y paz interior.
            Todo lo dicho previamente no son conceptos excluyentes o que guarden un orden rígido establecido, sino que son complementarios e interdependientes unos de otros y que habrán de conducirnos, de lograrlo, a vivir a plenitud y con equilibrio, dando satisfacción a nuestras necesidades físicas, intelectuales-emocionales y, en su caso, espirituales.

            También, y es importante aclarar, que el sentido que cada persona imprime a su vivir no es unidireccional, sino que se inscribe dentro de un proceso dinámico y continuo dentro de su propio lugar, tiempo y cultura, que nos demanda análisis y revisión periódicas para ajustar las intenciones y las acciones que de ello deriven.

Las decisiones personales dependerán, al fin y al cabo, de la filosofía de vida que se decida seguir. Es, entonces, el sentido que damos en nuestra vida a un transcurrir sucesivo de decisiones. Pero… hay algunas decisiones que no necesariamente tomamos nosotros mismos, sino que se nos han imbuido e impuesto culturalmente de una u otra manera; esto es, son supra-decisiones como, por ejemplo, y aplicable no al momento o al instante, sino al continuum de ellos:
En el cristianismo se afirma que, el sentido de la vida, está en amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo. También sostiene que el ser humano fue creado por Dios a su imagen y semejanza y que tiene un destino eterno después de la muerte; en el budismo, el sentido de la vida radica en lograr liberarse del sufrimiento causado por el deseo y el apego. También sostiene que el ser humano está sometido al ciclo del samsara o reencarnación hasta que alcanza el nirvana o estado de iluminación; en el humanismo, el sentido de la vida está en el logro del desarrollo pleno del potencial humano y en la búsqueda del bienestar individual y colectivo. También sostiene que el ser humano es un fin en sí mismo y que tiene una dignidad intrínseca y unos derechos inalienables; en el existencialismo el sentido de la vida está en la libertad y la responsabilidad de cada individuo para crear su propio proyecto existencial. También sostiene que el ser humano es un ser arrojado al mundo sin un propósito previo y que tiene que afrontar la angustia, la absurdidad y la muerte.
Sin embargo, en la filosofía del momento cada decisión y acto se origina en un entorno concreto (matriz), que ocurre en un lugar concreto (locus) y tiene un desarrollo temporal (status nascendi)2. Es una forma de entender y vivir la existencia centrada en el valor y la importancia del presente, como el único tiempo real y significativo.
La filosofía del momento entonces, demanda una actitud atenta de apertura y de creatividad ante lo que ocurre en cada instante del vivir, sin dejarse llevar por las preocupaciones, los miedos, los deseos o las expectativas, y se opone a la idea de que la vida tiene un sentido o un propósito predeterminado, y de que el pasado o el futuro son más relevantes que el ahora.
Largo tiempo atrás, esta filosofía del momento ha sido englobada bajo el término latino de memento vivere, que quiere decir “recuerda vivir” o “recuerda que debes vivir”, que nos invita a estar atentos y reflexionar sobre el momento presente, que es limitado y fugaz, con la intención de disfrutarlo y aprovecharlo a plenitud para el logro de nuestras metas.
En los tiempos que vivimos, este instante en sucesión, este memento vivere se suele asociar al deseo e intención, consciente o no, de que sea indoloro, rápido, cómodo, fácil y exitoso, en contraposición de lo que propondría de que fuese, pacífico, tranquilo, equilibrado.
Quizás, dicho secuencialmente, sería vivir como el “yo quiero”, “yo tengo”, “yo soy”, en vez de enfocarlo al “yo soy”, “yo tengo” y “yo quiero”.
La primera formulación (el “querer” antes que el “ser”) nos suele generar actitudes negativas como lo son la tensión, angustia, ansiedad, temor, estrés o depresión que llevan (de no lograrlo) a la inseguridad, frustración, enojo, al aislamiento y rechazo social; en tanto que la segunda (del “ser” antes que el “tener”) nos proporciona tranquilidad, equilibrio, confianza y paz; es decir, salud mental y física, mejorando el desarrollo personal y social, y estimulando la creatividad, la curiosidad la empatía y la gratitud.
Vivir el instante o darle sentido a la vida en la filosofía del momento, no obstante, requiere que se actúe con responsabilidad y se asuman las consecuencias de las acciones realizadas, no seguirla como una manera de evadir los problemas que se presenten en la vida o para cegarse ante las consecuencias de ellas. De igual forma, no significa ignorar o despreciar hechos, emociones, recuerdos, acciones o problemas pasados, sino buscar la forma de integrarlos, acomodarlos, tolerarlos y modelarlos para nuestro propio conocimiento, crecimiento y visión de futuro, dándole merecido valor al momento presente. 
Vivir el instante o el momento con sensación plena y sentido, es arrogarse el gozo de pertenencia con el entorno, es responder con sentimientos y emociones varias al suceso inmediato.
En nuestra sociedad industrial occidental tan objetiva y materialista en la que los valores y las creencias se basan substancialmente en la posesión de bienes materiales, en el consumo, en el lucro y el poder, el memento vivere se sitúa entonces en buscar el “tener” para entonces, si acaso, poder ser “algo”.3
           Tal vez necesitemos reflexionar para reencontrar el camino que nos lleve a buscar nuestro “ser”, el verdaderamente humano y deseable memento vivere.


1 . Luis Abad Carretero. Una filosofía del instante. El Colegio de México, 1954. https://www.researchgate.net/publication/309113297_Luis_Abad_Carretero_Filosofo_del_instante/link/6089808c92851c490fa36c3c/download

2 . Paola Martínez. Filosofía del momento. Disponible en: https://es.scribd.com/document/367045887/La-Filosofia-Del-Momento#:~:text=La%20filosofa%20del%20momento%3A%20Cada%20ser%20o%20cada,%28locus%29%20y%20tiene%20un%20desarrollo%20temporal%20%28status%20nascendi%29.

3 . Erich Fromm. Del tener al ser. Ed. Paidós Ibérica, España 2007.

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