sábado, 29 de julio de 2023

Mi changuito de peluche color café

 Desde un recuerdo…
a la termoterapia.

Dr. Xavier A. López y de la Peña 



Es muy probable que alguna vez tratáramos de hacer memoria sobre un acontecimiento pasado como, por ejemplo: ¿cuál es mi recuerdo sobre el primer libro que leí, mi encuentro con el mar, la canción que mi madre me cantaba o cuando me fracturé la clavícula al caerme de la cuna, o la primera travesura?, ¿Cuál es el primer juguete que recuerdo?, ¿La ropa que más me gustaba?, ¿El primer regaño o castigo que recibí en casa o la primer comida que recuerdo con más gusto?, ¿Recuerdo el olor de mi madre o padre? etc.
            O tal vez nos preguntemos si nuestra aversión a la gelatina o al melón tenga su origen en algún acontecimiento desagradable en nuestra niñez. Todo ello es posible dado que somos un continuo en el tiempo y todo lo que sucede a nuestro alrededor nos impresiona de una manera favorable o desfavorable; con ello, nos vamos construyendo y modelando… nos vamos haciendo.
            Yo, por ejemplo, recuerdo haber tenido a los cuatro años de edad un juguete muy querido en particular: un changuito de peluche de color café. Seguramente tenía varios otros juguetes, pero éste es el que más gratamente y mejor recuerdo con viveza.
            Le recuerdo alrededor de un ambiente de hospital, el del Hospital American British Cowdray (ABC), ubicado, en aquél entonces, en la calle de Mariano Escobedo allá en el año de 1950. Casi creo recordar el olor limpio y aséptico de la cama en que estaba, en una sala que compartía con otros niños, niños que lloraban cuando les hacían curaciones en la cabeza en la que tenían hoyos. También recuerdo el ver a otros niños metidos en una especie de “calentador de agua” (pero en posición horizontal) a los que sólo se les veía la cabeza por un extremo.
            No recuerdo haber tenido molestia alguna, sin embargo, no podía caminar y por ello me desplazaba en una silla de ruedas acompañado por una enfermera que, a veces, me dejaba que yo avanzara con ella impulsando las ruedas con las manos por los pasillos de la sala y los amplios corredores fuera de ella. También me llevaban a una piscina cubierta que contaba con un asiento que se desplazaba electro mecánicamente de delante a atrás y de lado a lado, mediante un control que tenía cuatro botones.
            Por las mañanas, llegaba una enfermera al lado de mi cama con un carrito, como el de los helados que venden en la calle, de cuyo interior sacaban unas cobijas o cobertores calientes y húmedos emitiendo vapor y me los ponía, poco a poco, uno sobre otro en la espalda estando yo boca abajo y desnudo durante cierto tiempo hasta que, según me contó años después mi mamá, sudaba y sudaba hasta perder muchas veces el conocimiento. También recuerdo que me daban como alimento muchas gelatinas (seguramente también otras cosas).
            Unos dos o tres meses después me llevaron a casa, pero, sin mi querido y recordado changuito de peluche de color café, ni cualquier otro juguete que hubiere tenido. Este juguete me lo regalaron recién me habían internado y estaba junto a mí todo el tiempo. Mis padres no quisieron que me lo llevara, ni nada que pudiera llevar el posible “germen” de contagio a casa.
Resulta, desglosando lo anteriormente dicho, que el diagnóstico que me hizo llegar al hospital “inglés”, como vulgarmente se le conocía en 1950, fue porque mi tío, el Dr. Omar I. Cravioto Barrera, sospechó que tuviera una posible poliomielitis, ya que yo cursaba con malestar general, un poco de fiebre, dolor de cabeza y vómitos, y algo de rigidez de la nuca e hiporreflexia en las extremidades inferiores.
            La sospecha diagnóstica estaba justificada ya que, en este tiempo, la población mexicana estaba ante la zozobra de esta infausta enfermedad porque, si bien, en México el primer caso de poliomielitis se describió desde el año 1912 y su propagación ulterior se relacionó, entre otros, con la migración entre Estados Unidos y México y que fue reconocida en México en 1943, un año después de firmado el Proyecto Bracero. Sin embargo, las alertas se dieron a conocer hasta 1946 al registrarse ya el número de 122 casos en el Distrito Federal y 125 en el resto del territorio nacional, y su tendencia crecía rápidamente.1
            Ahora, ya me explico porqué veía a niños a mi alrededor a quienes curaban unos agujeros en la cabeza. Era porque, a causa de su enfermedad, cursaban seguramente con un aumento de la presión intracraneal y se les había realizado una craniectomía descompresiva para aliviar los síntomas de la hipertensión causada, tal vez, por una meningitis aséptica.
            Este procedimiento quirúrgico fue dado a conocer por el neurocirujano Victor Alexander Haden Horsley (1857-1916) en 1886, cuya técnica consistía en realizar un gran colgajo óseo (Agujero) en la región temporal derecha, asociado a la apertura de la duramadre; más tarde en 1905, el también cirujano Harvey Cushing publicó el uso de la craniectomía descompresiva en pacientes portadores de hipertensión intra craneana, secundaria a tumores no operables.
            Sobre las personas que recuerdo haber visto dentro del “calentador” de agua, era porque se trataba de pacientes que no podían respirar por sí mismas, esto es, tenían una parálisis de los músculos respiratorios y estaban entonces bajo asistencia con un equipo electro mecánico llamado “pulmón de acero”, probablemente el de tipo Emerson (del inventor y humanista norteamericano John Haven “Jack” Emerson (1906-1997), ya actualmente en desuso por la casi erradicación de las poliomielitis gracias al éxito mundial de los programas de vacunación y de la invención e implementación de ventiladores modernos que asisten la respiración a través de la intubación de la vía aérea.
            Y, por último, ¿por qué me ponían las frazadas calientes y húmedas hasta llegar a desmayarme?
Bueno, es probable que cursara con algo de dolor o de espasmos musculares a este nivel, ya que para ello ha resultado ser útil la termoterapia. Esta forma de tratamiento suele hacerse con frazadas o compresas húmedas y calientes que alcancen valores de temperatura entre los 70 a 79 grados C., y cuyos efectos suelen ser: mejorar los niveles de nutrición y de oxigenación celular, incrementar el flujo sanguíneo y con ello los elementos de defensa celulares, mejorar el drenaje linfático, favorecer los mecanismos de reparación tisular y otros, pero, particularmente en este caso, como agente analgésico y antiespasmódico.
            Para terminar esta historia salí del hospital sin tener, afortunadamente, ninguna secuela de la poliomielitis ya que se trató de una forma llamada poliomielitis abortiva, diferente de la poliomielitis paralítica y al síndrome post poliomielítico2, pero… sin mi gratamente recordado y querido changuito de peluche de color café.

            Grandes estragos produjeron en México la epidemia de poliomielitis de los años 40 a 60s, sin embargo, gracias a las intensas campañas de vacunación, en el año de 1990 (hace 33 años) se reportó el último caso de polio en México en Tomatlán, Jalisco.3

            Por lo mismo, es necesario el mantener altas las coberturas de vacunación que, a más de beneficiar a quien la recibe, aumenta la inmunidad en la colectividad, dificultando la posibilidad de que el virus pueda transmitirse e infectar a alguien más.
La vacuna hexavalente, de aplicación en México (Secretaría de Salud. Campaña Nacional de Vacunación), protege contra poliomielitis, tosferina, Haemophilus influenzae tipo b, difteria, tétanos y hepatitis B, consta de tres dosis que se aplican a niñas y niños de dos, cuatro y seis meses, y un refuerzo a los 18 meses de edad.
La poliomielitis está casi completamente erradicada en los países occidentales, sin embargo, aún medra en algunas regiones de África y Asia, por ello es necesario y conveniente estar vacunado y recibir una dosis de refuerzo si se quiere viajar a estas zonas.4 

Cuídese y cuide a los suyos, para que puedan disfrutar, en salud, el grato recuerdo de su querido changuito de peluche de color café.

 

Nota técnica sobre este pequeño y hasta “desnudo”, pero… malvado virus:

Pertenece a la familia Picornaviridae, género enterovirus, especie virus polio (VP); es pequeño, de 20 a 30 nm de diámetro, esférico y con simetría icosaédrica, semejante a un cristal. La partícula vírica o virión, está formada por el genoma viral, que es un ácido nucleico y una cápside de proteínas llamada nucleocápaside. No tiene envuelta o cubierta lipídica, es un virus desnudo.5 Según el Manual MSD versión para público general, el virus de la poliomielitis es muy sensible al calor y se inactiva rápidamente a temperaturas superiores a 50°C.



1 . José Luis Gómez-De Lara, Carlos Agustín Rodríguez-Paz. Aspectos históricos, clínicos y epidemiológicos de la poliomielitis en México (1946 - 1960). Rev Med Inst Mex Seguro Soc. 2021;59(6):585-90.

2 . Manual MSD: https://www.msdmanuals.com/es-mx/professional/enfermedades-infecciosas/enterovirus/poliomielitis

3. Secretaría de Salud. https://www.gob.mx/salud/articulos/mexico-libre-de-polio?idiom=es

4 . La Vanguardia: https://www.lavanguardia.com/vida/salud/enfermedades-infecciosas/20190618/462946752978/polio-poliomielitis-infeccion-viral-poliovirus-vacuna.html

5 . Pilar León Rega. Biología del Virus de la Polio. https://www.guiadisc.com/wp-content/uploads/2013/01/biologia-del-virus-de-la-polio.pdf

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