lunes, 1 de diciembre de 2025

Galimatías de la Democracia

 

Galimatías de la Democracia.


Dr. Xavier A. López y de la Peña


La palabra democracia proviene del griego antiguo δημοκρατία y fue acuñada en Atenas en el siglo V a. C. a partir de los vocablos δῆμος (demos «pueblo») y κράτος (krátos, «poder» o «gobierno»), esto es, el gobierno   por el pueblo.
Este concepto de democracia vio la luz cuando los atenienses nombraron al político Clístenes para que organizara una nueva forma de gobierno, en oposición al hasta entonces “draconiano” impuesto por aristócratas y tiranos, al establecer como principio básico la isonomía o la igualdad de todos los ciudadanos de Atenas ante la ley.
Actualmente la democracia, como aquí la consideraremos, se define como el sistema político en el cual la soberanía reside en el pueblo, que la ejerce directamente o por medio de representantes.
Clístenes
(507-570 a.C.)

Sin embargo, el término democracia no tiene un significado único de la realidad entre los ciudadanos, sino que posee un grupo importante y variado de significados e interpretaciones por lo que se le considera una palabra polisémica que, por tanto, se corresponde con un discurso oscuro, confuso y difícil de comprender que suele llevar a una ofuscación, lío u enredo tremendo: un verdadero galimatías uniendo tanto la riqueza como la tensión que encierra la propia palabra. 
Por lo anterior nos preguntamos ¿cómo entendemos la democracia los ciudadanos en México? y ¿cómo se valora la democracia en México a nivel mundial?
Para responder a la primera pregunta hay que saber que México es un país profundamente pluricultural y multiétnico: indígena, mestizo, urbano, rural, del norte, del sur, migrante, empresarial, campesino, tradicional o cosmopolita. Por tanto, la democracia, no se vive y entiende entonces como una sola cosa, sino como un mosaico de interpretaciones: Para algunos es sólo acudir a votar y para otros es participación comunitaria (usos y costumbres), en otros más es justicia social y programas públicos o -en los sectores urbanos en particular-, es transparencia, alternancia, derechos y contrapesos y para otros más puede ser mano dura ante la inseguridad o seguir a un líder que represente al pueblo, o sólo estar preocupados e importarles qué comer y dónde vivir el día de hoy. Todo depende entonces del contexto cultural, social y económico en el que cada ciudadano viva.
Así también, existe el concurso de una polisemia “ideológica”: la liberal que propone libertades, leyes y control del poder; la socialdemócrata que busca la igualdad, el bienestar y la protección social; los populistas que se guían por la voluntad del pueblo y la mayoría moral; los comunitaristas que abogan por la identidad, los bienes comunes y la participación local y, finalmente, por los conservadores basados en el orden social, los valores tradicionales y la cohesión.
A pesar de esta variabilidad concurrente, el ciudadano no es simplemente un ser que elige el modo de gobierno al que deberá sujetarse a través de su “voto” y en cómo quiere vivir en un determinado régimen social, sino que debería constituirse como un actor que interpreta la vida pública, que construye sentido con los demás y que participa en la formación de significados compartidos con empatía, apertura al otro, autocrítica y reconocimiento de que nadie posee la verdad única y absoluta. Esto es, vivir en un espacio donde las múltiples y variadas interpretaciones de la realidad puedan coexistir y dialogarse en paz y armonía.
Sin embargo, en México, el ciudadano se suele conducir como un intérprete altamente desconfiado ante su realidad “democrática”, hacia los partidos políticos, los garantes de la seguridad y el orden (policías y ministerios públicos) y las instituciones, y a la búsqueda de un significado narrativo constantemente oscilando entre héroes y villanos, élite y pueblo, fifís o chairos, patriotas o traidores.
¿Por qué se ha dado esta desconfianza?
Recientemente por la concentración de poder en la figura presidencial y la erosión de los contrapesos institucionales. Por la reforma al Poder Judicial como un intento de controlar los tribunales y que pueden comprometer su neutralidad y poner en peligro la protección de los derechos humanos. En el año 2023 la encuesta de Latinobarómetro, registró que solo el 30% de los mexicanos confiaban en los partidos políticos y menos del 40% confiaban en el Poder Judicial; los cambios en la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) y en el Instituto Nacional Electoral (INE) con la reducción importante de sus presupuestos y la reforma para como elegir a sus consejeros, sugieren hechos para reducir la autonomía de estos órganos fundamentales1, entre otros más.
Por la violencia proveniente principalmente del crimen organizado y la exorbitante impunidad (sólo el 0.9% de los delitos cometidos tiene la posibilidad de ser resuelto)2; a estas fechas se registra en el país un total de 133 mil 190 personas desaparecidas y no localizadas y, según el Movimiento por Nuestros Familiares Desaparecidos en México,  hay 52 000 restos humanos aún sin identificar en todo el país y esta cifra no incluye los fragmentos óseos recuperados de los lugares de ejecución;3 la criminalidad (33,241 homicidios en 2024, con una tasa de 25.6 por cada 100 mil habitantes) aunados a la falta de investigación y justicia; los ataques a la libertad de expresión y la represión de los medios con asesinatos a periodistas (175 en total, del año 2000 hasta ahora) y un discurso presidencial hostil hacia ellos llamándolos -entre otros deleznables epítetos-, carroñeros, enemigos del pueblo, conservadores, neoliberales.
Por la desigualdad socioeconómica y exclusión política que se vive y por el uso de varios programas clientelistas (Pensión para el Bienestar de las Personas Adultas Mayores y Jóvenes Construyendo el Futuro, como ejemplos) que abonan el terreno de intercambio de votos por beneficios sociales como empleo, apoyos y dinero, particularmente de este último; por el ascenso del populismo (discurso que apela directamente a las clases populares, enfrentándolas a una élite considerada corrupta y egoísta) y la concentración de poder en la figura presidencial que tilda a los opositores políticos o no, con términos despectivos con lo que se genera un ambiente hostil para el debate democrático y la libre expresión.
Por la corrupción en la que, según el INEGI en el año 2023, 83% de las personas consideraron que la corrupción en México sigue siendo un problema “frecuente o muy frecuente” y también que 6 de cada 10 mexicanas y mexicanos fueron víctimas de corrupción o extorsión policial en 2023. Estos datos nos ubican en el lugar número 18, del grupo del G-20, con un Índice de Percepción de la Corrupción (IPC) de 26 en el año 2024, sólo por arriba de Rusia.4
Todo lo anterior ha llevado a que se interprete a la democracia en el país como una “democracia en fatiga” donde el ciudadano sigue considerando que, aunque la democracia siga pensandose como una estrategia política ideal, los resultados no se reflejan en su vida cotidiana.
Ahora, repetimos la segunda pregunta: ¿cómo se valora la democracia en México a nivel mundial?
Sábese que para evaluar el grado de democracia en una determinada nación suelen considerarse, entre otros, los siguientes indicadores: Si las elecciones nacionales son libres y justas, si los ciudadanos pueden competir por cargos públicos y si hay un pluralismo político; si en las libertades civiles se incluyen la protección de los derechos fundamentales, como la libertad de prensa, de expresión y de reunión, así como la seguridad personal de los ciudadanos; el cómo funciona el gobierno de acuerdo con su eficacia para implementar políticas, su capacidad de respuesta a las necesidades de la población y la transparencia en su gestión; medir el grado en que los ciudadanos participan activamente en la vida pública, más allá del voto, y si tienen mecanismos para influir en las decisiones del gobierno; la actitud y los valores de la sociedad (cultura política) respecto a la democracia, el compromiso cívico y la disposición de los ciudadanos para participar en el proceso democrático; la garantía de los derechos políticos de los ciudadanos; la igualdad de género; la capacidad de los ciudadanos para controlar el poder político a través de mecanismos como el acceso a la información y la transparencia, y se evalúa si se cumplen las garantías del Estado de derecho y los procesos bajo las leyes actuales establecidas.
Bajo estos indicadores y algunos otros más México -en su evaluación-, ha oscilado en el Índice de Democracia Global de ser catalogado entre el grupo de las que denominan como "democracias defectuosas" a la de “régimen híbrido” actualmente. De acuerdo con el reporte publicado por el The Economist Intelligence Unit, con una calificación de 5.32 sobre 10, por encima de varios estados latinoamericanos; a pesar de este avance, el país se mantiene hoy, como referimos antes, en la categoría de “régimen híbrido”, que combina elementos democráticos con características autoritarias.5
            Nuestra anhelada y escurridiza democracia sigue dando trompicones oscilantes entre el caudillismo militar y las élites conservadoras patentes en nuestra Constitución de 1824 y el ulterior autoritarismo institucionalizado en pos de una verdadera democracia.
De la llamada “democracia tutelada”  liderada por el partido dominante PRI  o la “dictadura perfecta” como la nominara el escritor Mario Vargas Llosa, al fallido balbuceo de su “transición” abanderada por el PAN, hasta nuestros tiempos en que nos encajonamos en un régimen de “democracia delegativa” con MORENA, término así definido por el politólogo argentino y teórico de la democracia, Guillermo A. O’Donnell, en donde -define-la ciudadanía elige libremente a sus gobernantes, pero luego éstos gobiernan sin rendir cuentas, asumiendo que el triunfo electoral les otorga un mandato para actuar sin restricciones.
Así, vemos que nuestro presidente/a tiende a presentarse como intérprete exclusivo de la voluntad popular (atosigándonos con lo de que el pueblo es el que manda), debilitando los contrapesos institucionales (poder legislativo y judicial) y reduciendo la participación ciudadana a un acto electoral. La democracia se vuelve, así, plebiscitaria y personalista, más cercana al liderazgo carismático con tintes autoritarios que al deseable equilibrio republicano.
Acabemos:
La democracia, en términos generales, puede considerarse también de dos maneras: como un estado o como un proceso. Desde la perspectiva institucional o jurídica es un estado (Estado democrático), una condición estructurada y establecida como queda registrado en el Artículo 40 de nuestra Constitución que señala: Es voluntad del pueblo mexicano constituirse en una República representativa, democrática, laica y federal, compuesta por Estados libres y soberanos en todo lo concerniente a su régimen interior, y por la Ciudad de México, unidos en una federación establecida según los principios de esta ley fundamental.
            Así también es considerada un proceso, un proceso inacabado que requiere de una participación ciudadana activa y constante que sostenga, amplíe, perfeccione y adecúe en su tiempo una cultura de empático diálogo, tolerancia y rendición de cuentas de sus instituciones para ello creadas, con el fin de lograr una convivencia social armónica y pacífica en la que imperen la libertad, la justicia, la igualdad y el respeto a los derechos humanos adaptada a nuestras nuevas y cambiantes realidades.
            Alcanzar la meta de conseguir nuestra verdadera e idealizada democracia nos hará decir, con orgullo, un mínimo de “cuatro verdaderas tes”:
Tengo un gobierno que libremente elegí y me representa. Tengo confianza en las instituciones. Tengo seguridad y libertades. Tengo un trato igualitario y justo.

 

En otras palabras, recordamos lo dicho sobre la democracia por el político y estadista israelí, ganador del Premio Nobel de la Paz de 1994, Shimon Peres:

 

La democracia implica una división, una colección de desacuerdos.
No es un lugar de gente similar sino gente diferente.
Su principio no es de igualdad sino de igualdad de derechos para que cada quien sea diferente y, no obstante, las diferencias y los puntos de vista variados, sea posible vivir juntos y sin violencia.
La democracia es la historia de la pluralidad y la tolerancia, no de la victoria y la imposición.
Por ello no hay victorias en la democracia, hay paz y la Paz es la verdadera victoria de la vida política de los pueblos. 6


1 . file:///C:/Users/xalop/Downloads/F00017303-Latinobarometro_Informe_2024.pdf
2 . https://www.impunidadcero.org/impunidad-en-mexico/#/
3 . https://icmp.int/es/los-desaparecidos/donde-estan-los-desaparecidos/mexico/
4 . https://www.tm.org.mx/indice-de-corrupcion-confirma-el-mandato-social-de-enfrentar-de-raiz-la-corrupcion-en-mexico-transparencia-mexicana/
5 . Ricardo del Muro. Índice Político. En: https://indicepolitico.com/mexico-mejora-su-posicion-en-el-indice-de-democracia-global/#:~:text=M%C3%A9xico%20avanz%C3%B3%20seis%20posiciones%20del%20lugar%2090,mantiene%20en%20la%20categor%C3%ADa%20de%20%E2%80%9Cr%C3%A9gimen%20h%C3%ADbrido
6 . https://etimologias.dechile.net/?democracia

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