Galimatías de la Democracia.
Dr.
Xavier A. López y de la Peña
La palabra democracia proviene del griego antiguo δημοκρατία y fue acuñada en Atenas en el siglo V a. C. a partir de los vocablos δῆμος (demos «pueblo») y κράτος (krátos, «poder» o «gobierno»), esto es, el gobierno por el pueblo.
Este
concepto de democracia vio la luz cuando los atenienses nombraron al
político Clístenes para que organizara una nueva forma de gobierno, en
oposición al hasta entonces “draconiano” impuesto por aristócratas y tiranos,
al establecer como principio básico la isonomía o la igualdad de todos
los ciudadanos de Atenas ante la ley.
Actualmente la democracia, como aquí la
consideraremos, se define como el sistema político en el cual la soberanía
reside en el pueblo, que la ejerce directamente o por medio de representantes.
![]() |
| Clístenes (507-570 a.C.) |
Sin embargo, el término democracia no tiene un significado único de la realidad entre los ciudadanos, sino que posee un grupo importante y variado de significados e interpretaciones por lo que se le considera una palabra polisémica que, por tanto, se corresponde con un discurso oscuro, confuso y difícil de comprender que suele llevar a una ofuscación, lío u enredo tremendo: un verdadero galimatías uniendo tanto la riqueza como la tensión que encierra la propia palabra.
Por lo anterior nos preguntamos ¿cómo entendemos la democracia
los ciudadanos en México? y ¿cómo se valora la democracia
en México a nivel mundial?
Para responder a la primera pregunta hay que saber
que México es un país profundamente pluricultural y multiétnico: indígena,
mestizo, urbano, rural, del norte, del sur, migrante, empresarial, campesino,
tradicional o cosmopolita. Por tanto, la democracia, no se vive y
entiende entonces como una sola cosa, sino como un mosaico de interpretaciones:
Para algunos es sólo acudir a votar y para otros es participación comunitaria
(usos y costumbres), en otros más es justicia social y programas públicos o -en
los sectores urbanos en particular-, es transparencia, alternancia, derechos y
contrapesos y para otros más puede ser mano dura ante la inseguridad o seguir a
un líder que represente al pueblo, o sólo estar preocupados e importarles qué
comer y dónde vivir el día de hoy. Todo depende entonces del contexto cultural,
social y económico en el que cada ciudadano viva.
Así también, existe el concurso de una polisemia “ideológica”:
la liberal que propone libertades, leyes y control del poder; la socialdemócrata
que busca la igualdad, el bienestar y la protección social; los populistas
que se guían por la voluntad del pueblo y la mayoría moral; los comunitaristas
que abogan por la identidad, los bienes comunes y la participación local y,
finalmente, por los conservadores basados en el orden social, los
valores tradicionales y la cohesión.
A pesar de esta variabilidad concurrente, el
ciudadano no es simplemente un ser que elige el modo de gobierno al que deberá
sujetarse a través de su “voto” y en cómo quiere vivir en un determinado régimen
social, sino que debería constituirse como un actor que interpreta la vida
pública, que construye sentido con los demás y que participa en la formación de
significados compartidos con empatía, apertura al otro, autocrítica y
reconocimiento de que nadie posee la verdad única y absoluta. Esto es, vivir en
un espacio donde las múltiples y variadas interpretaciones de la realidad
puedan coexistir y dialogarse en paz y armonía.
Sin embargo, en México, el ciudadano se suele
conducir como un intérprete altamente desconfiado ante su realidad
“democrática”, hacia los partidos políticos, los garantes de la seguridad y el
orden (policías y ministerios públicos) y las instituciones, y a la búsqueda de
un significado narrativo constantemente oscilando entre héroes y villanos,
élite y pueblo, fifís o chairos, patriotas o traidores.
¿Por qué se ha dado esta desconfianza?
Recientemente por la concentración de poder
en la figura presidencial y la erosión de los contrapesos institucionales. Por
la reforma al Poder Judicial como un intento de controlar los tribunales y que pueden
comprometer su neutralidad y poner en peligro la protección de los derechos
humanos. En el año 2023 la encuesta de Latinobarómetro, registró que solo el
30% de los mexicanos confiaban en los partidos políticos y menos del 40%
confiaban en el Poder Judicial; los cambios en la Comisión Nacional de Derechos
Humanos (CNDH) y en el Instituto Nacional Electoral (INE) con la reducción
importante de sus presupuestos y la reforma para como elegir a sus consejeros, sugieren
hechos para reducir la autonomía de estos órganos fundamentales1,
entre otros más.
Por la violencia proveniente principalmente
del crimen organizado y la exorbitante impunidad (sólo el 0.9% de los
delitos cometidos tiene la posibilidad de ser resuelto)2; a
estas fechas se registra en el país un total de 133 mil 190 personas
desaparecidas y no localizadas y, según el Movimiento por Nuestros Familiares
Desaparecidos en México, hay 52 000
restos humanos aún sin identificar en todo el país y esta cifra no incluye los
fragmentos óseos recuperados de los lugares de ejecución;3 la
criminalidad (33,241 homicidios en 2024, con una tasa de 25.6 por cada 100 mil
habitantes) aunados a la falta de investigación y justicia; los ataques a la libertad
de expresión y la represión de los medios con asesinatos a periodistas (175 en
total, del año 2000 hasta ahora) y un discurso presidencial hostil hacia ellos
llamándolos -entre otros deleznables epítetos-, carroñeros, enemigos del pueblo,
conservadores, neoliberales.
Por la desigualdad socioeconómica y exclusión
política que se vive y por el uso de varios programas clientelistas (Pensión
para el Bienestar de las Personas Adultas Mayores y Jóvenes Construyendo el
Futuro, como ejemplos) que abonan el terreno de intercambio de votos por
beneficios sociales como empleo, apoyos y dinero, particularmente de este
último; por el ascenso del populismo (discurso que apela directamente a
las clases populares, enfrentándolas a una élite considerada corrupta y egoísta)
y la concentración de poder en la figura presidencial que tilda a los
opositores políticos o no, con términos despectivos con lo que se genera un
ambiente hostil para el debate democrático y la libre expresión.
Por la corrupción en la que, según el INEGI
en el año 2023, 83% de las personas consideraron que la corrupción en México
sigue siendo un problema “frecuente o muy frecuente” y también que 6 de cada 10
mexicanas y mexicanos fueron víctimas de corrupción o extorsión policial en
2023. Estos datos nos ubican en el lugar número 18, del grupo del G-20, con un Índice
de Percepción de la Corrupción (IPC) de 26 en el año 2024, sólo por arriba de
Rusia.4
Todo lo anterior ha llevado a que se interprete a la
democracia en el país como una “democracia en fatiga” donde el
ciudadano sigue considerando que, aunque la democracia siga pensandose
como una estrategia política ideal, los resultados no se reflejan en su vida
cotidiana.
Ahora, repetimos la segunda pregunta: ¿cómo se
valora la democracia en México a nivel mundial?
Sábese que para evaluar el grado de democracia
en una determinada nación suelen considerarse, entre otros, los siguientes
indicadores: Si las elecciones nacionales son libres y justas, si los
ciudadanos pueden competir por cargos públicos y si hay un pluralismo político;
si en las libertades civiles se incluyen la protección de los derechos
fundamentales, como la libertad de prensa, de expresión y de reunión, así como
la seguridad personal de los ciudadanos; el cómo funciona el gobierno de
acuerdo con su eficacia para implementar políticas, su capacidad de respuesta a
las necesidades de la población y la transparencia en su gestión; medir el
grado en que los ciudadanos participan activamente en la vida pública, más allá
del voto, y si tienen mecanismos para influir en las decisiones del gobierno; la
actitud y los valores de la sociedad (cultura política) respecto a la democracia,
el compromiso cívico y la disposición de los ciudadanos para participar en el
proceso democrático; la garantía de los derechos políticos de los ciudadanos; la
igualdad de género; la capacidad de los ciudadanos para controlar el poder
político a través de mecanismos como el acceso a la información y la
transparencia, y se evalúa si se cumplen las garantías del Estado de derecho y
los procesos bajo las leyes actuales establecidas.
Bajo estos indicadores y algunos otros más México -en
su evaluación-, ha oscilado en el Índice de Democracia Global de ser catalogado
entre el grupo de las que denominan como "democracias defectuosas"
a la de “régimen híbrido” actualmente. De acuerdo con el reporte
publicado por el The Economist Intelligence Unit, con una calificación
de 5.32 sobre 10, por encima de varios estados latinoamericanos; a pesar de
este avance, el país se mantiene hoy, como referimos antes, en la categoría de “régimen
híbrido”, que combina elementos democráticos con características
autoritarias.5
Nuestra anhelada y
escurridiza democracia sigue dando trompicones oscilantes entre el caudillismo
militar y las élites conservadoras patentes en nuestra Constitución de 1824 y
el ulterior autoritarismo institucionalizado en pos de una verdadera democracia.
De la llamada “democracia tutelada” liderada por el partido dominante PRI o la “dictadura perfecta” como la
nominara el escritor Mario Vargas Llosa, al fallido balbuceo de su “transición”
abanderada por el PAN, hasta nuestros tiempos en que nos encajonamos en un
régimen de “democracia delegativa” con MORENA, término así definido por el
politólogo argentino y teórico de la democracia, Guillermo A. O’Donnell, en donde
-define-la ciudadanía elige libremente a sus gobernantes, pero luego éstos
gobiernan sin rendir cuentas, asumiendo que el triunfo electoral les otorga un
mandato para actuar sin restricciones.
Así, vemos que nuestro presidente/a tiende a
presentarse como intérprete exclusivo de la voluntad popular (atosigándonos con
lo de que el pueblo es el que manda), debilitando los contrapesos
institucionales (poder legislativo y judicial) y reduciendo la participación
ciudadana a un acto electoral. La democracia se vuelve, así,
plebiscitaria y personalista, más cercana al liderazgo carismático con tintes
autoritarios que al deseable equilibrio republicano.
Acabemos:
La democracia, en términos generales, puede
considerarse también de dos maneras: como un estado o como un proceso.
Desde la perspectiva institucional o jurídica es un estado (Estado democrático),
una condición estructurada y establecida como queda registrado en el Artículo
40 de nuestra Constitución que señala: Es voluntad del pueblo mexicano
constituirse en una República representativa, democrática, laica y federal,
compuesta por Estados libres y soberanos en todo lo concerniente a su régimen
interior, y por la Ciudad de México, unidos en una federación establecida según
los principios de esta ley fundamental.
Así también es considerada
un proceso, un proceso inacabado que requiere de una participación
ciudadana activa y constante que sostenga, amplíe, perfeccione y adecúe en su
tiempo una cultura de empático diálogo, tolerancia y rendición de cuentas de
sus instituciones para ello creadas, con el fin de lograr una convivencia
social armónica y pacífica en la que imperen la libertad, la justicia, la
igualdad y el respeto a los derechos humanos adaptada a nuestras nuevas y
cambiantes realidades.
Alcanzar la meta de
conseguir nuestra verdadera e idealizada democracia nos hará decir, con
orgullo, un mínimo de “cuatro verdaderas tes”:
Tengo un gobierno que libremente elegí y me
representa. Tengo confianza en las instituciones. Tengo seguridad y libertades.
Tengo un trato igualitario y justo.
En otras palabras, recordamos lo dicho sobre la democracia
por el político y estadista israelí, ganador del Premio Nobel de la Paz de 1994,
Shimon Peres:
La democracia
implica una división, una colección de desacuerdos.
No es un lugar de gente
similar sino gente diferente.
Su principio no es
de igualdad sino de igualdad de derechos para que cada quien sea diferente y,
no obstante, las diferencias y los puntos de vista variados, sea posible vivir
juntos y sin violencia.
La democracia es la
historia de la pluralidad y la tolerancia, no de la victoria y la imposición.
Por ello no hay victorias
en la democracia, hay paz y la Paz es la verdadera victoria de la vida política
de los pueblos. 6
1 .
file:///C:/Users/xalop/Downloads/F00017303-Latinobarometro_Informe_2024.pdf
2 .
https://www.impunidadcero.org/impunidad-en-mexico/#/
3 .
https://icmp.int/es/los-desaparecidos/donde-estan-los-desaparecidos/mexico/
4 .
https://www.tm.org.mx/indice-de-corrupcion-confirma-el-mandato-social-de-enfrentar-de-raiz-la-corrupcion-en-mexico-transparencia-mexicana/
5 . Ricardo del Muro. Índice
Político. En: https://indicepolitico.com/mexico-mejora-su-posicion-en-el-indice-de-democracia-global/#:~:text=M%C3%A9xico%20avanz%C3%B3%20seis%20posiciones%20del%20lugar%2090,mantiene%20en%20la%20categor%C3%ADa%20de%20%E2%80%9Cr%C3%A9gimen%20h%C3%ADbrido
6 . https://etimologias.dechile.net/?democracia


No hay comentarios:
Publicar un comentario