jueves, 2 de diciembre de 2010

Sobre el morir


CAPACITACIÓN TANATOLÓGICA

© Dr. Xavier A. López y de la Peña


Nuestra alma se desliga fácilmente de la tierra
cuando ve desaparecer aquellos que amamos;
la muerte de una persona querida cambia
completamente a nuestros ojos el aspecto del mundo.

Eugenie de Guerin


Afrontar a la muerte siempre ha constituido un reto enorme. ¿Cómo actuar, qué hacer, qué decir o callar ante un ser humano que ha dejado de vivir? ¿Cómo nos percibimos nosotros mismos el encontrarnos ante un congénere sin sentido vital?
Paradoja enorme enfrenta el médico ya desde sus inicios en la formación profesional. De la dedicación exclusiva por la vida en su quehacer, empieza a formarse en las primeras lecciones escolares bajo dos constructos diferentes que entretejen los ejes de su preparación y conducta ulteriores: inicia con la enseñanza en la muerte, con más propiedad, sobre el ser humano muerto y por demás fraccionado en secciones corporales en los que se busca y entiende su forma, apariencia, consistencia, sus relaciones entre uno y otro elementos. Se instruye en y sobre objetos humanos inanimados, se vuelve por tanto su mirar al ser humano en objetivante, inerte, sin sentido personal.
Luego se refrenda el seguimiento del cuerpo humano ya en la salud como en enfermedad desde una óptica ahistórica y carente de casi cualquier componente social.
Después, pero prontamente, el escolapio aprende que la muerte constituye el fracaso no infrecuente de su misma lucha por la vida y se le enseña a evadirla. Cesa abruptamente su razón de ser ante la persona muerta y prefiere cerrar los ojos y los oídos, las puertas a su interior. ¿Fue un fracaso esperado o inevitable, o por el contrario, un desenlace imprevisto y súbito? Sea cual fuere, la consigna ineludible es que debe evitarse.
El conjunto de representaciones que giran alrededor de la muerte misma como la agonía y el duelo, no son temas a discutir y a aprender en el curriculum médico. Ello se consigue a pulso, sin la formación adecuada.
El profesional de la salud, el técnico y el administrativo que guarden relación con el hacer médico deben entonces capacitarse sobre la agonía, la muerte y el duelo de los seres humanos para dar respuesta a estas necesidades insatisfechas de la población.
La muerte constituye no solamente la cesación de una vida sino la pérdida de un ser humano dentro de un cuerpo social.
La noticia sobre una muerte próxima o la ya consumada implican necesariamente el establecimiento de una comunicación entre 2 o más personas y que debe atender a diferentes contenidos. Uno de ellos es el informativo, simplemente dar la noticia. Este elemento debe permearse, no obstante, con sensibilidad ante un evento doloroso por sí mismo. El comunicador debería estar preparado y manejar ciertas destrezas para que la comunicación fluya sutilmente ya que no siempre se hace en el mismo tiempo y forma. Ello depende de la persona con la que interactúa, sus necesidades propias, las expectativas, sus sentimiento de pérdida, su participación (si la hubo) en el mismo proceso del morir, su preparación personal, su forma de responder tanto de manera verbal como no verbal, el ámbito en que el suceso se da y más.
Otro elemento a considerar en la comunicación es el orientador. ¿Qué hacer con la persona por morir o muerta? ¿Qué hacer ahora que un ser humano se ha perdido? ¿Qué hacer y harán los que se quedan? No se trata sólo de decir que se tiene que hacer determinado trámite ante la oficina del Registro Civil, de requisitar un formulario especial para obtener el Certificado de Defunción y/o de dar aviso a una determinada agencia funeraria. El apoyo psicológico juega un papel muy importante en la orientación ante la pérdida y responde, también de forma personalísima, a las necesidades del interlocutor. El aplomo en el control de la situación, el reconocimiento de la angustia, la frustración, el enojo, la resignación y otras manifestaciones de la persona que enfrenta la pérdida, requieren de la sutileza del comunicador para disminuir tensiones. A veces se requieren de muchas palabras, gestos y acciones, otros más de largos y quizá únicos silencios.
La muerte y sus pormenores, su preparación para afrontarla, da a quien la enfrenta una formación actual en nuestro medio empírica, sobre la marcha, no se obtiene una formación especializada como se propone.
La situación mortal debe reconocerse, si ello es posible, y afrontarse. Ciertamente un desenlace no esperado como el que se presenta con la muerte de un pequeño o un joven en plenitud de vida aparente, improntan e impresionan más a quienes le rodean que el deceso en un anciano aquejado de un mal incurable conocido hacía poco tiempo atrás. Podría decirse que el primer caso tuvo un desenlace inoportuno que lleva así mismo todo un bagaje de incomprensión en el orden temporal difícil de asimilar y entender, en tanto que el segundo caso ilustra un deceso esperado, ya temporalmente y racionalmente asimilado.
¿Qué debe hacerse para enfrentar al agonizante, al muerto y a los dolientes? Quizá el primer elemento a considerar sea el de adoptar una mentalidad abierta, receptiva a las personas y las situaciones que les rodean. Que mejor enseñanza se podrá tener que la de enfrentar a los casos reales bajo la tutela de un capacitador experimentado. Alguien que enseñe sobre la muerte, que ofrezca capacitación tanatológica.
Recuerdo una técnica utilizada por nosotros como herramienta en el proceso de la enseñanza-aprendizaje que nos llevaba de la práctica a la teoría y luego nuevamente a la práctica en el Centro Interdisciplinario de Ciencias de la Salud del IPN. Esta fórmula nos enfrentaba con la realidad (práctica) para luego llevarnos a su discusión y análisis en el gabinete a nivel multidisciplinario (teoría) y, ya con propuestas de cambio metodológicamente estudiadas eran llevadas para su implementación en el terreno (práctica) nuevamente. Pues bien, este modelo es ideal para la capacitación tanatológica.
El cuadro del morir, que incluye su antes y después, puede ser discutido y analizado con enorme provecho bajo esta óptica. Con ello, quien enfrente el reto sabrá qué hacer o dejar de hacer ante la pérdida real o en potencia de un ser humano.
Pequeñas tareas rodean el hacer sobre la muerte que revisten, sin embargo, una importancia considerable como la privacía. Nada hay como favorecer un ámbito en confidencia, porque pocas cosas y sucesos hay que demanden tan personalísima atención. Comodidad: la tensión suele disiparse y liberarse con facilidad si se dispone de elementos que brinden comodidad a los interlocutores. Sentido común y de equipo entre los diversos actores en torno a la pérdida, cada uno de ellos asumiendo el papel y cumpliendo con las responsabilidades que le competan. La muerte de las personas involucran directa e indirectamente a los deudos, el personal de salud, y a una amplia gama de administrativos particulares y oficiales.
No hay respuestas concretas a situaciones determinadas; hay actitudes asimiladas con buen o mal sentido proyectivo. La sociología de la muerte puede ser ajena a las etapas del morir señaladas por la Dra. Elizabeth Kübler-Ross que comprenden la negación, el enojo, la ira, la envidia, la aceptación y resignación, y la respuesta de los deudos tampoco modelarse unívocamente.
Sin embargo, tanto al agonizante como a los deudos debe enfrentarse. El personal de salud ha sido entrenado por las breves razones que arriba mencionamos a evitarlo. Es difícil que alguien se pueda, y de hecho se haga, cargo del asunto. El tema se evita y se burla la atención derivándola hacia otra u otras personas, si ello es posible. El personal de salud está estructurado para el mantenimiento objetivo de la atención hacia los problemas de salud, hacia la vida, no hacia el morir o la muerte.
La muerte debe ser entendida como parte de la misma vida, su fenomenología debe ser descubierta, disecada y expuesta a la luz del entendimiento. Debe desmitificarse. La capacitación tanatológica es una necesidad, no cubierta, en la formación profesional de quienes le enfrentan con más frecuencia: el personal que provee servicios de salud.

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