lunes, 5 de diciembre de 2011

Palabras sobre Argentina


Argentina*

© DR. Xavier A. López y de la Peña


¡Gaucho! me gritan algunos, tontos en tono burlón.
Son híbridos del montón, que se arrean como vacunos.
No me incomoda ninguno, con su canto con su ruido,
yo conozco bien el nido, donde el canto se prolonga,
por ser cantor de milongas, argentino y bien parido.

Argentino y bien parido.
Milonga del poeta, cantor y guitarrista gaucho: Argentino (El Negro) Luna.


Hicimos un viaje a la Argentina y mientras completábamos mi esposa y yo el recorrido montados en el “Tren a las Nubes” en el noroeste de este país, compartimos una amena conversación con una pareja de argentinos: Jessica Favaloro y Gunther Aráoz.
Jessica es sobrina del hoy desaparecido Dr. René Favaloro (1923-2000) quien desarrolló en Estados Unidos de América, particularmente en la Cleveland Clinic en Ohio, la revolucionaria técnica de revascularización coronaria o by-pass coronario y fundó en Argentina en 1975, su propia institución de renombre internacional, la Fundación Favaloro. Ella, nada tiene que ver con la ciencia pero sí es una extraordinaria artista miembro de un grupo de bailarines en la célebre Tangoteca de Buenos Aires, sita en la avenida Alicia Moreau de Justo y Carlos Calvo, en Puerto Madero y allí precisamente le conocimos mientras pasábamos una velada pintoresca disfrutando de unos langostinos Shao Mai preparados por la propia chef Liliana Numer y acompañados de un delicioso Chandon Brut Rosé. Jessica se acercó a nosotros gentilmente para mostrarnos el estilo y los pasos necesarios para “bailar” a ritmo de tango, para.... luego tratar de bailar tango en el mejor estilo arrabalero del que me confieso, ser solamente, un soberano fracasado por mi disléxica conexión sono-rítmica/motriz-efectora; pasamos entonces mejor a la mesa y conversamos un buen rato.
Las conversaciones entre extranjeros casi siempre se sitúan en comparaciones, diferencias de nombres, de gustos, de cultura en una palabra. Sin embargo, es claro que los humanos somos partícipes de una etnósfera en la que con “esos” rasgos distintivos todos comemos, vestimos, disfrutamos, sufrimos, construimos, nos comunicamos y hacemos “cultura” en consideración y acorde con nuestro propio hábitat y circunstancia.
De esta manera Argentina con sus primitivas tribus de “abipones, puelches y pampas” guarda un símil para con México, y Aguascalientes en particular con sus “chichimecas”, las dos en el centro del país, gente nómada, belicosa y cazadora-recolectora. Los charros y el mariachi nos distinguen tanto como a ellos los gauchos de las pampas o los faenadores del barrio de Mataderos, nuestros boleros con el tango, el llamar a los niños escuincles o mocosos y ellos el pibe, o culicagado como le dirían los colombianos.
México se abrió a la lucha por su independencia al impulso de los criollos en 1810 y vivió una época post revolucionaria llena de conflictos, en tanto que en Argentina después de varios conatos que fracasaron ante el poderío de Liniers (entre los que figuraban el ex alcalde español Martín de Alzaga y varios criollos ilustres) se dio el golpe revolucionario, también en 1810: el nuevo virrey Cisneros tuvo que convocar entonces a un cabildo abierto ante el cual renunció. Se formó posteriormente el 25 de mayo de ese mismo año una junta, presidida por Cornelio Saavedra e integrada por patriotas notables como Mariano Moreno y Manuel Belgrano. Compartimos también con Argentina un índice elevadísimo de corrupción.
El viajero contrasta y no hay tiempo que alcance para “sentir o pulsar” todo el entorno. Argentina, el país que ocupa el 2º. lugar en tamaño de Suramérica, abruma con su contrastante belleza que se extiende en sus límites al norte con Bolivia y Paraguay, al este con Brasil, Uruguay y el océano Atlántico y al oeste con Chile, la parte oriental de Tierra del Fuego y reclama como suyos algunos islotes en el Río Uruguay, parte de la Antártida y el Archipiélago de las Malvinas de triste memoria reciente.
Mientras esperábamos para abordar el Tren de las Nubes en Salta, la ciudad capital de esta provincia el sábado a las 7.05 hrs. tuvimos tiempo de visitar un día antes el Museo de Arqueología Pío Pablo Díaz en la población de Cachi, o tierra de la sal, con la visión al fondo de la cordillera de los Andes y el majestuoso Nevado del Cachi que se eleva a 6 720 m. de altura. El pintoresco pueblo de Cachi, polvoriento y vetusto escenario de estrechas calles y veredas adoquinadas reúne al atardecer a los cacheños en la plaza colonial a tiro de piedra de la iglesia de San José de Cachi, de mediados del siglo XVIII coronada con su típica espadaña de tres campanas. El museo expone sólo un 10% de su colección de cerca de 5000 piezas y contiene petroglifos, urnas para infantes correspondientes al período que va del 900 a 1450 d. C., diversas piezas de cerámica cocida de origen incaico llamados aribaloides y aribalos, provenientes de ésta zona que fue señoreada por los indios calchaquíes. En Cachi disfrutamos también de sus platillos típicos como humitas de choclo rallado cocidas en chala, empanadas con cebolla de verdeo y papas, cabrito al asador y de postre quesillo con miel.
El recorrido del Tren de las Nubes de este a oeste se inicia, como dijimos en Salta y llega hasta San Antonio de los Cobres para luego retornar a Salta a las 22 hrs. En su camino ascendente por entre la cordillera que está flanqueada sobresalientemente por el Nevado del Cachi (6 720 m. de altura) y en de Acay (5 950 m. de altura) al sur y al norte por el nevado de Chañi (6 200 m. de altura) y el Negro (5 000 m. de altura) nos ofrece un panorama impresionante al través de su escarpada geografía. Una locomotora diésel eléctrica tira de una formación de diez vagones entre los que se cuentan una enfermería, coche restaurante, coche bar y siete vagones pullman con capacidad para 520 pasajeros. Las vistas no cesan. De los acantilados a los magníficos puentes, se entremezclan los pequeños poblados sobresaliendo entre los profundos valles: Campo Quijano, Viaducto Río Toro, Chorrillos, El Candado, la Muralla del Inca y más hasta llegar a Mina Concordia a 4 144 m. de altura en donde se hace una parada obligatoria para que la locomotora ahora se coloque en la parte posterior del tren y le “empuje” hasta su destino final en San Antonio de los Cobres y quede en posición de “jalar” el convoy para su regreso de vuelta a Salta. Aquí en Mina Concordia nos asaltan los collas, así llamados a los que viven entre los cerros, con sus vendimias multicolores confeccionadas en lana de vicuña.
Recientemente en este mismo lugar, Salta, fueron descubiertas unas momias en increíble estado de conservación. En la parte más alta del volcán Llullaillaco, a 7 000 m. de altura dos arqueólogos: el norteamericano Johan Reinhard y la argentina María Constanza Ceruti, dieron con las momia de tres niños, dos mujeres y un hombre. Las momias estaban acompañadas con varias estatuillas de llamas y de figuras de hombres y mujeres con vestimentas iguales a las de las momias; pequeños bolsos de lana con granos de maíz y hojas de coca y algunas conchas de la zona del Ecuador.
Argentina es mucho más que los bifes de chorizo y el tango, el teatro Colón o la lánguida nostalgia del Buen Aire a orillas del río de la Plata. Argentina es la prosa del bonaerense Jorge Luis Borges que, a contrapelo de la mayoría de los argentinos, detestaba el fútbol; la memoria del premio Nobel de medicina y fisiología de 1947 otorgado al Dr. Bernardo A. Houssay; las ceremonias en el altiplano, en la puna jujeña, dedicadas a la virgen de la Asunción en el viejo pueblo prehispánico de Casabindo mientras se come charqui (carne salada), picante de mondongo, locro o maíz desgranado acompañado con vino, chicha o aguardiente. Argentina es el país que surge a la luz de sus próceres de la era moderna como don Bartolomé Mitre que vislumbró el nuevo proyecto de Nación en aquél entonces diezmada tanto por sus conflictos internos como por la guerra contra el Paraguay, creando los colegios nacionales tanto en Buenos Aires como en las capitales de las provincias; instalara la Corte Suprema de Justicia, impulsara la organización de la justicia federal y se esmerara por garantizar la seguridad de todos los ciudadanos.
Los ojos del viajero quedan atónitos ante la naturaleza espléndida y majestuosa de un glaciar, un bosque o una selva, tanto como con la monotonía del desierto o de un páramo, de una parte. De otra, la variada expresión de su “culturaleza” representada por enormes edificios y estructuras físicas que recrean el entorno citadino impresionan de modo diferente pero quizá con la misma intensidad. La hospitalidad y sensibilidad de las personas, sus gustos en el vestir y sus modas, su lenguaje, mitología y magia se entrelazan en torno a los valores universales. Son ésas extraordinarias expresiones de «naturaleza» y «culturaleza» como bien describía mi maestro el Dr. Antonio Oriol Anguera.
El viajar nos hace sentir que dejamos en nuestro bolsillo un llavero, cada vez, con una nueva llave apropiada a cada escenario recién conocido que nos da la capacidad de recrearlo. Nos permite conocer nuestras limitaciones, alcances y diferencias culturales, y admirar en su magnificencia cada “trozo” del mundo en que vivimos develado ante nosotros.
Argentina es parte del mundo,
por tanto,
también es parte nuestra.

martes, 22 de noviembre de 2011

Superstición


LA IDEA SUPERSTICIOSA Y
LOS QUIRÓPTEROS*

*© DR. Xavier A. López de la Peña



"Una palabra de adivino, el examen
de una víctima, una voz que se oye,
una ave que pasa, un caldeo o un auríspice
con quien uno se topa, el relámpago que
brilla, el trueno que retumba, hasta el hecho
más insignificante, todo, en fin,
sirve para aterrarnos y no nos es posible
disfrutar de un momento de calma".

Cicerón.


La génesis de la superstición (proveniente del verbo arcaico latino superstitare, que significa "elevarse" o "estar por encima") se pierde en la historia de la humanidad y así también, con justicia, el ser humano por ser supersticioso de siempre, puede ser considerado así mismo como homo superstitio.
Todo supersticioso piensa que ciertas acciones realizadas de forma voluntaria o involuntaria, impactan de manera importante y trascendental su vida, ya se trate de ensalmos, rezos, maldiciones, conjuros, hechizos u otro tipo de rituales.
De entre las supersticiones están consideradas la cartomancia, la adivinación, la geomancia, curanderismo, el feng-shui, la magia, el tarot, la astrología, la quiromancia, el espiritismo y otras.
La superstición tiene nexos históricos indisolubles con el pensamiento evolutivo mágico y religioso. Se matiza de simbolismos variados y está envuelta en una amplísima gama de mitos, leyendas y consejas alrededor de todo el mundo aliándose con la hechicería y la nigromancia.
Con el paso de tiempo la idea supersticiosa se ha popularizado, y a través de las sucesivas transmisiones ha sido falseada y distorsionada en su concepción original. Mauricio Maeterlinck lo describió de singular manera diciendo que "en el fondo de las creencias hay a menudo las más extrañas y absurdas supersticiones y leyendas y también una cierta verdad deformada, desconocida u obscuramente entrevista". Empero, la superstición aún mantiene un enorme poder a pesar del paso de los siglos, porque se ha dicho que es el medio más fácil de "colmar la viudez espiritualista de los ateos, como así mismo de satisfacer, rebajándolas por supuesto, las fervientes creencias de los fieles" (A. Ruffat, 1962).
La idea supersticiosa ha gestado innumerables horrores gracias a su enorme poder, así Frazer ha escrito que por la superstición la humanidad "Ha sacrificado una infinidad de existencias, despilfarrando tesoros inmensos, armado naciones, malquistado amigos..; ha llenado las cárceles y manicomios de víctimas inocentes o engañadas, ha destrozado gran número de corazones, llenado de amargura a vidas enteras.."
Sin embargo, entre la leyenda, el mito, la magia y la superstición subyacen los cimientos del conocimiento de la humanidad, de tal suerte que la astrología sentó las bases de la astronomía y las matemáticas actuales, así como la alquimia los fundamentos de la química y la metalurgia.
Aún hoy se "consultan" los astros y los horóscopos para decidir el camino en la vida de muchas personas, se emplean talismanes para atraer la fortuna o rechazar el maleficio, o se acude a ritos y ceremonias propiciatorias para hacer o deshacer el hechizo que, intencionada o inintencionadamente nos aleja del sujeto amoroso.
Conservamos en nosotros al hombre "primitivo" señalado por Lévy-Bruhl, creador de mitos y supersticiones, ante la certidumbre de nuestra ignorancia hacia el entorno.
La idea supersticiosa reúne y oscila como un péndulo tanto entre lo positivo como lo negativo, lo bueno y lo malo, lo cierto y lo falso, lo justo y lo injusto, acorde a la expectativa individual y grupal en una sociedad y tiempo determinados y orientada hacia el logro y mantenimiento del poder de unos sobre otros.
El difundido concepto del término de la humanidad previsto para el año 1 000, gestó un sentimiento terrorífico entre la sociedad como respuesta a una interpretación hecha del Apocalipsis Bíblico, seguidas de la creación de la idea del "diablo" que, a partir del siglo XIII se convirtió y fue una pesadilla colectiva. Los primeros padres razonaban, interpretaban y deducían sobre el Apocalipsis alertando contra la Bestia "un gran dragón bermejo que tiene siete cabezas y diez cuernos, y sobre estas siete cabezas, siete diademas...". El diablo, ubique daemon, ¡está por doquier! Es el diablo que hace soñar a las mujeres estos desvaríos; por el prestigio diabólico ellas se imaginan volar por los aires, acompañando a la diosa. El decreto de Graciano, al tiempo que condenaba a los magos y los sortilegios; conservaba el mismo recelo frente a la creencia en la cabalgada nocturna. Con el Siglo XII el papel de la demonología comienza a ganar terreno: cuando Cesáreo de Heisterbach escribe en 1225 su Dialogus miracolorum, obra que está dominada por la creencia en los demonios.
El diablo aparece por todas partes, tomando la figura de mujer, de un hombre negro, buey o perro. Los judíos y los musulmanes propagaron la astrología y la alquimia, junto con las supersticiones y su demonología por la Europa cristiana y así, el sabio Guillermo de Auvernia, obispo de París de 1228 a 1249, admitía que los demonios podían producir tempestades, naufragios, incendios: es al diablo a quien los magos se dirigen para hacer sus maleficios.
El diablo también era capaz de poseer a la gente, y en el siglo XI se creía que "esos espíritus infernales", en número de seis mil seiscientos sesenta y seis (6666) -de aquí proviene la marca del maligno 666- podían introducirse en el cuerpo y provocar el descontrol más terrible.
El clero y los cristianos en general durante los tres primeros siglos de nuestra era recurrían desde entonces al exorcismo como lo decía Tertuliano a los gentiles: "Sin los cristianos ¿quién rescataría vuestras almas y cuerpos a esos enemigos solapados que lo devastan todo? Hablo de los demonios que os acosan.."
Los hechiceros pactaban con el diablo y en el siglo XV en Francia se calculaba que había unos trescientos mil. El Tribunal de la Inquisición gestado desde el concilio de Verona de 1183 los incluyó en la nómina de los herejes.
La imaginería ha dado a Satanás morfología diversa, no escapando la figura humana, pero -curiosamente- sin nalgas como se dice: dorsa tamen non habemus -¡pero no tenemos nalgas!-.
La superstición también ha llevado a dotar al maligno con figura humana-animal y escogió como símbolo occidental que persiste hasta nuestros días, acaso como forma más expresiva y permanente de todos, el de poseer alas de murciélago.
El murciélago, lamentablemente la figura escogida, que habita en las cavernas y cuevas, se convertía por ello mismo en el "medio" de contacto entre el mundo y el inframundo. Fue considerado, por definición asociativa, el opositor de la luz -verdad y realidad- y amante de las tinieblas -mentira, engaño- y por tanto estigmatizado.
Ya desde el siglo X en Asia, los artistas representaban a los demonios como humanos dotados de alas de murciélago como puede verse en una pintura de Tcheu Ki-tch'ang y Liu T'ing-Kuei -entre 1163 y 1180- conservado en el Museo de Boston, que le muestra con un cuerpo sombrío y nudoso, con rostro de fealdad bestial, cuernos pequeños y alas nocturnas inmensas de murciélago y, a partir del año 1250 aproximadamente, el diablo es ya, la representación generalizada de un hombre-quiróptero cuyas alas membranosas reemplazaron a las plumas.
El arquetipo del demonio-vampiro conformado, se enseñoreó a partir del siglo XIII en el Antiguo Continente y fue llevado y traído por las hordas mongolas de Gengis Khan y por los incansables viajeros europeos por Asia: los Polo, Ruisbroeck y Montecorvino. Posteriormente el Cristianismo le llevó a América.
Necesaria, sin duda, -dice el investigador A. Ruffat, 1962- durante milenios todavía, la superstición -que en tanto como sentimiento ha creado los prejuicios- hará sentir su yugo de intolerancia sobre los pueblos que no se hallan maduros para la libertad. Nadie puede librar a la humanidad de la superstición en el sentido antedicho, pero cada cual puede emprender pacientemente, en el fondo de sí mismo, una conquista que algunos juzgan ilusoria. Del creyente al ateo, del espiritualista al materialista, no existe otro modo de liberarse que por medio de una elevación laboriosa del hombre respecto de sí mismo.
Aun en el caso de que, en este combate contra un error que forma parte de nosotros mismos, no llegáramos hasta la luz, aun si no nos fuera dable extirpar la superstición de nuestros corazones medrosos, el mayor mérito de una existencia humana ¿no radicaría al menos en la frase famosa del príncipe de Ligne "haber acometido una empresa sin -ni siquiera- esperar salir airoso de ella"?
Los quirópteros no son, no han sido ni serán, ni malignos ni demoníacos. Sólo la superstición les dio una impronta negativa que debe ya ser superada.
El servicio que nos ofrecen los quirópteros actualmente está demostrado por numerosos estudios científicos en el mantenimiento y regeneración de bosques, en la dispersión de semillas, o su actuación como polinizadores o como agentes biológicos de control de plagas.

miércoles, 26 de octubre de 2011

Polifonía a Dios


¿QUÉ ESCUCHA DIOS?

©DR. Xavier A. López y de la Peña


(Salmo de David) YHWH es mi pastor; nada me faltará.
En prados de tiernos pastos me hace descansar. Junto a aguas tranquilas me conduce.
Confortará mi alma y me guiará por sendas de justicia por amor de su nombre.
Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo. Tu vara y tu cayado me infundirán aliento.
Preparas mesa delante de mí en presencia de mis adversarios. Unges mi cabeza con aceite; mi copa está rebosando.
Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida, y en la casa de Jehovah moraré por días sin fin.

SALMO 23: ORACION JEHOVÁ ES MI PASTOR


Imaginemos a un grupo de diez y siete personas balanceándose rítmicamente hacia atrás y hacia adelante durante horas seguidas mientras recitan de forma acompasada la Tora en una sinagoga situada en un suburbio de Tel-Aviv, o en un bullicioso barrio bonaerense. El movimiento oscilante de sus cuerpos recuerda la prohibición ancestral a montar sus caballos en el desierto a estos practicantes de judaísmo cuyos orígenes se remontan a un puñado nómada asentado finalmente alrededor del año 3000 cerca de Jerusalén y cargado de historia de los sumerios, hititas, asirios, babilonios y egipcios. Las oraciones se encaminan a la búsqueda del Dios, Yahavé, “Oye, Israel, Yahavé es, nuestro Dios, y Yahavé es único” (Deuteronomio 6:4) con lo que imprimen el concepto monoteísta a su religión y le siguen fielmente.
En la República Islámica del Irán entre tanto, y particularmente en la ciudad de Mashhad al oriente del país, un grupo de obreros de la construcción terminan sus oraciones -las quintas de aquél día- postrados de rodillas y con la frente en el piso siempre en dirección hacia la Meca en un ritual propio del islamismo. El islamismo surgido con Ismael, hijo de Abraham y su segunda esposa Agar, que debía caminar hacia el sitio donde debería erigirse La Meca -según reza el Corán-. El islamismo tomó su forma final con Mahoma (el “muy alabado”) nacido en el año 570 a.C. en el seno de la tribu koreish, a quien le fue revelado el Corán, la biblia del islam, la palabra de Alá.
Cargado de reflexión interior en la búsqueda incesante del autoconocimiento para llegar al centro que da vida a la mente humana, ser inagotable que nunca muere, ilimitado e infinito, el practicante del Hinduismo en Nueva Delhi a su vez persigue el Atman o Brahmán (Dios en sánscrito), la Divinidad. El cuerpo, la personalidad y el Atman-Brahmán, forman la unidad mística a cuya esencia puede accederse por diversas vías. A través del yoga jnana (conocimiento) que unifica al reflexivo practicante con Dios por mediación del conocimiento, pero no del conocimiento que proviene la información, sino del discernimiento intuitivo que hace vivir las ideas con una gran intensidad; por medio del yoga bhakta (servicio devoto) , camino de amor hacia Dios dado “como el fluir el agua del Ganges hacia el océano”; por medio del trabajo siguiendo el yoga karma; o a través del ejercicio psicofísico mediante el yoga raja que, en una introversión voluntaria, da al yogui practicante la experiencia personal “del más allá que reside en su interior”, utilizando el cuerpo como vehículo para la mente.
Siddaharta Gautama de Sakya, mejor conocido como Buda (el Iluminado o Despierto) nacido en lo que ahora es Nepal hacia el año 563 a.C. generó el budismo que practica hoy un monje tailandés de Bangkok a las orillas del río Chao Phraya meditando inmóvil, con las piernas cruzadas y con los ojos abiertos durante horas en la ejecución del séptimo paso, uno de los múltiples ejercicios para alcanzar el Nirvana (la “extinción”, en la que toda noción del yo se disuelve ante la divinidad). El Nirvana entendido no como Dios definido como creador personal, sino como Divinidad; el Nirvana permanente, estable, imperecedero, inamovible, sin edad, inmortal, nonato y no convertido, que es poder, beatitud y felicidad, el refugio seguro, el cobijo y el lugar donde se está a salvo de todo acoso; que es la Verdad real y la Realidad suprema -señala Edward Conze-
Al pie del T’ai Shan, la montaña sagrada de China los seguidores del confucianismo (religión nacional de China durante la dinastía Han) siguen su doctrina, ya algo modificada, orientada hacia la perfección del hombre, compenetrándolo con sus deberes a través de la enseñanza en cuyo eje se sitúa el respeto a sí mismo y a los demás. La influencia ética de la ideología confusiana se muestra como ejemplo al observar a un grupo de taxistas japoneses que, reunidos frente a la estación central de Kioto, impecablemente vestidos con camisa blanca, corbata, pantalón negro y el calzado lustroso a primera hora de la mañana, hacen la promesa de servir a sus clientes, a su compañía, a la ciudad de Kioto, al Japón y al mundo momentos antes de iniciar sus labores cotidianas.
En la capital Taipei de la próspera e industrializada isla de Taiwán, llamada anteriormente Ilha Formosa (“isla bella o hermosa”) por los portugueses en 1517, radica la Iglesia taoísta llamada en chino Tao Chiao atribuída a Lao Tsê (ca. 604 a.C.). Artífice de ésta corriente de pensamiento, Lao Tsê guió y guía el pensamiento de millones de chinos por la senda romántica, espontánea, natural y trascendentes inspirados en su pequeño libro de cinco mil palabras apenas, el Tao-te-king (Libro del poder del camino) la biblia del taoísmo. Los practicantes taoístas pretenden incrementar su “energía vital” o ch’i mediante rituales y acciones en torno a una selectiva alimentación, a través de ciertas prácticas sexuales y ejercicios respiratorios con los que pretenden atraer el ch’i de la atmósfera para incorporarlo a sí mismos. No sorprenden sus dinámicas psicofísicas marciales del t’ai chi chuan que combinan movimientos, danza y meditación bajo el marco filosófico del yin y yang. Dice el Tao-te-king: “Hay un ser maravilloso, perfecto. Existía antes que el cielo y la tierra. ¡Qué calmo es! ¡Qué espiritual es! Está solo y no cambia. Gira y gira, pero no por ello sufre. Toda vida proviene de él. Cual manto, cubre todo con amor y, sin embargo, no pide honores ni exige ser el Señor. Yo desconozco su nombre, y lo llamo Tao, el Camino, y me regocijo en su poder”.
Inserto en la tradición histórica judía nació Jesús en Nazaret hace más de 2000 años dando inicio al cristianismo que hubo de dividirse pasados unos siglos en el catolicismo romano con sede en el Vaticano, y que fue la religión oficial del Imperio Romano en el año 380 y hasta el 1504, fecha en que se escindió en la ortodoxia oriental (Iglesia ortodoxa con sedes en Albania, Bulgaria, Georgia, Grecia, Rumania, Rusia, Serbia y Sinaí) y la católica romana occidental escindida a su vez por razones ideológicas, económicas, sociales y políticas en el protestantismo surgido en el siglo XVI (Lutero, Calvino, Enrique VIII, etc.) y que dio origen a varias iglesias o ramas: la bautista, luterana, calvinista y anglicana. Todos los seguidores de ellos ya estén en México, Dublín, Cochabamba, Holanda, Rochester, París o Filipinas, sin embargo, refrendan el compromiso del ser humano con Dios a través de la fe como respuesta personal.
Termino este brevísimo asomo hacia algunas religiones con las palabras del autor (Houston Smith: Las Religiones del Mundo. Ed. Océano, México 1997) que me inspiró a escribirlo:
“¡Qué extraña compañía es ésta! Los seguidores de Dios de todos los países elevando sus voces al Dios de toda vida de las maneras más dispares que puedan imaginarse. ¿Cómo suena en las alturas? ¿Como un alboroto? ¿O las razas se fusionan en una armonía extraña, etérea? ¿Es que una religión va a la cabeza, o algunas hacen el contrapunto y la antifonía cuando no todas corean a la vez?”.
Así entonces, para el que cree:
¿Qué escucha Dios?,
¿Entenderá algo?

lunes, 26 de septiembre de 2011

Demonios o Diablos


DEL DEMONIO*

© DR. Xavier A. López y de la Peña




Y entre tanto, la humanidad seguirá desesperadamente
tratando de exorcizar en todas las lenguas y
en todas las liturgias a ese proteico y omnipresente Satanás.

Salvador Freixedo.



Las asechanzas de los espíritus malignos siempre han acompañado al ser humano con sus manifestaciones hostiles. Fuerzas contrarias al bien, englobadas bajo el concepto demonológico dentro del cristianismo, se encuentran ya en las antiguas civilizaciones que han dejado huella como la Babilónica en la que el “príncipe de las tinieblas”, producto del maniqueísmo (fundado por Mani, en Babilonia), era tan poderoso como el mismo Dios.
El que lee o solamente recorre los gruesos volúmenes de textos de conjuros de toda clase publicados hasta ahora -refiere el investigador T.K. Oesterreich, 1966-, y que nos han llegado en su mayor parte escritos en caracteres cuneiformes sobre tabletas de arcilla, siente la impresión deprimente y hasta terrible del mundo en que aquellos pueblos creían vivir. En cada esquina acechaban los malos espíritus. Y a esta amenaza se añadía el peligro, en el que todos creían, de un posible sortilegio. A aquellos hombres, el mundo debió de parecerles sombrío, lleno de calamidades, horrible y siniestro.
La concepción dual del mundo en las representaciones universales explica el ser y hacer humanos. La dualidad opositora es palpable en todo. Luz y obscuridad, cielo y tierra, caliente y frío, bueno o malo, arriba y abajo, hombre y mujer.
En la antigüedad, las diversas deidades interactuaban diariamente con las personas, ya regulando las lluvias como protegiendo las cosechas e inspirando a los artesanos las mejoras en sus oficios tanto en sentido positivo (dioses buenos), como negativo (dioses malos). Para los teólogos de las religiones entonces y en general, toda la “sobrenaturaleza” no sometida a Dios, el dios bueno, era cosa del demonio o diablo. Dualidad eternamente oponente.
Se dio el nombre de diablo a la palabra procedente del griego que significando “difamador”, se decía por diabolos -arrojar en medio- al referirse a las palabras infamantes que son como obstáculos que se arrojan al camino para entorpecer el paso.
Los demonios o los diablos con sus poderes extremos y su ubicuidad sobrenatural no sólo asechaban a los hombres por doquier sino que también tentaban a Dios.
En occidente el diablo era el tormento eterno de los santos ermitaños y la visión aterradora en el espíritu femenino. El diablo, Satanás (satan es una palabra hebrea que significa adversario), había tentado a Cristo diciéndole “Todo esto te daré si postrándote en tierra me adorares”. En oriente también, el diablo no cejaba tampoco en martirizar a un Buda que se mostraba inseguro. Mara -el autor del mar o el rey de la muerte-, le ofrecía a Buda: “No empieces la vida religiosa y en siete días yo te haré emperador del mundo”. Mara emplea también, insistiendo, sus artificios seductores femeninos y “manda a sus hijas que procuren turbarlo con los treinta y dos sistemas de la magia femenina, cubriéndose con velos y descubriéndose, dejando ver el seno, haciendo sonar sus ajorcas, mostrando unos muslos como trompa de elefante”. Buda sin embargo, se resiste y sale airoso de la prueba. El dualismo aquí, como en todas las representaciones opositoras, es optimista siempre y a favor de los valores como del bien, la prudencia, la justicia, la mesura, la continencia y más. El dualismo, sin embargo, no necesariamente es creer en dos dioses del Bien y del Mal, sino que en forma más general es creer en dos principios de los cuales sólo uno es considerado divino.
En la América precolombina el dualismo también estuvo presente y México aporta un abundante material gráfico, arquitectónico, historiográfico e ideológico. Baste sólo recordar (con el sabor interpretativo cristiano) al paraíso del Tlalocan contrapuesto con el infierno del Mictlán, el inframundo de las tinieblas.
Entre los chibchas de Colombia, como un dato frecuentemente desconocido en nuestro medio, se reconocía también la pugna entre el Bien y el Mal. “Bochica (bueno) y Chibchacuma (malo) son dos rivales. Chibchacuma, furioso contra los hombres, había inundado la sabana de Bogotá con lluvias torrenciales; los indios desesperados se habían dirigido a Bochica; éste había hendido con su varita de oro los peñascos de Tequendama, allí donde se ven ahora las célebres cataratas, y las aguas se fueron por allí. Luego, condenó a Chibchacuma a llevar la tierra sobre sus hombros. Cuando temblaba la tierra, ello se atribuía a Chibchacuma, que se la pasaba de un hombro a otro.
Naturalmente, Bochica y Chibchacuma tenían apariencia humana. En su calidad de héroe civilizador, Bochica era un extranjero llegado del Este (curiosa similitud con Quetzalcóatl), con larga barba y abundante cabellera que le caía hasta la cintura. Iba con los pies descalzos. Era él quien había enseñado a los antiguos el arte de hilar el algodón y tejer las vestimentas; les había enseñado también a pintar sobre sus ropas motivos en forma de cruz. Asimismo, había anunciado la resurrección de los cuerpos.”
Los demonios de la humanidad en general, hicieron su agosto entre los siglos XIII y XVIII en Europa. Se “soltaron” por doquier y dieron pauta a las más terribles aberraciones criminales individuales y colectivas generando los primeros “procesos” por brujería. La represión física seguida contra ellos, aduciendo causas demoníacas a su hacer, pensar o disentir, se convirtió en el sanguinario motor de control social ejercido a diestra y siniestra por los detentores del supuesto poder-verdad. Alemania nutrió sus hogueras con una impresionante masa de brujos y brujas adoradores del demonio en el siglo XIV y la cacería de brujas se volvió cuasi un deporte en el resto de Europa. Ni la Bula «Omnipotentis» del Papa Gregorio XV que recomendaba a los jueces tener cuidado en reconocer en los hechos lo ilusorio de lo real o verdadero, libró a los “endemoniados” del tormento.
Polvo de aquellos lodos dejó en América el célebre proceso de las brujas de Salem, Massachusets, en E.U.A. de 1692 que mandó a la horca a 19 personas y 150 a prisión.
La tortura física y mental de antaño arrancaba, como lo hace aún hoy la mala policía, las “verdades” que querían saber de los indiciados endemoniados en sus aquelarres judiciales.
Sigmund Freud se ocupó de analizar el caso del “endemoniado” pintor bávaro Cristóbal Haitzmann ocurrida en el siglo XVII, y que era presa de visiones y ausencias en las que veía y vivía las cosas más diversas: convulsiones, acompañadas de intensos dolores; parálisis, una vez de las piernas, etcétera, diciendo que “la teoría demonológica de aquellos oscuros tiempos se ha mantenido en pie frente a todas las interpretaciones somáticas del período de las ciencias «exactas».
Los casos de posesión diabólica -sigue diciendo- corresponden a nuestras neurosis, para cuya explicación acudimos nosotros de nuevo a la acción de poderes psíquicos. Los demonios son para nosotros malos deseos rechazados; ramificaciones de impulsos instintivos reprimidos. Rechazamos tan sólo la proyección al mundo exterior de que la Edad Media hacía objeto a tales poderes anímicos y los hacemos nacer en la vida íntima del enfermo, en la cual moran.”
Cristóbal Haitzmann había hecho un pacto (en realidad fueron dos, uno escrito con tinta y otro con sangre fechada en el mismo año; nos referiremos aquí al segundo) con el diablo en los siguientes términos: «Año 1669. Cristóbal Haitzmann. Me obligo a Satanás y me comprometo a ser su hijo fidelísimo y a entregarle, dentro de nueve años, mi cuerpo y mi alma».
El demonio, o dicho con más propiedad, la enfermedad demonológica del señor Haitzmann, no es otra que su propio padre. El demonio al que el pintor vende su alma -dice el psicoanalista-, es para él un sustituto directo del padre. Con ello armoniza también la figura en que primero aquél se le apareció: la de un honrado burgués de edad madura, con barba negra, capa roja y sombrero negro, un bastón en la mano derecha y un perro negro a su lado. Luego, su apariencia se hizo cada vez más espantable y podríamos decir más mitológica, mostrando ya, como atributos, cuernos, garras de águila y alas de murciélago. Por último, en la capilla, surge bajo la forma de un dragón alado”.
El pacto diabólico del pintor sólo era una fantasía neurótica ya que es posible que el padre se opusiera al deseo de su hijo de ser pintor, y entonces la incapacidad de pintar que acometió a Haitzmann a raíz de la muerte de su padre sería una manifestación de la conocida «obediencia a posteriori», y, además, al incapacitar al sujeto para ganarse el sustento, habría incrementado su nostalgia del padre como protector ante sus necesidades de vida. Como obediencia a posteriori, sería también una manifestación de remordimiento y un auto castigo eficaz. Pero… sigue Freud diciendo en un tono de justificación y reproche dirigido contra sus adversarios ideológicos: si alguien no cree en el psicoanálisis, ni siquiera en el diablo, habremos de dejarle que se las arregle como quiera con este caso del pintor Haitzmann, bien se considere capaz de explicarlo con sus propios medios, o bien no halle en él nada que precise explicación.
Los demonios y diablos disfrazados de fantasías neuróticas que bullen en el inconsciente colectivo bajo la concepción humana dual del universo, rondan por doquiera y cada uno de nosotros libra una lucha, a su manera, contra los propios en el conjuro y exorcismo personal del vivir.

Podría entonces decirse:
Dime cuáles son o crees que son tus demonios y te diré quién eres.

jueves, 11 de agosto de 2011

Simbolismo animal


ZOOLOGÍA
FANTÁSTICA

© DR. Xavier A. López y de la Peña


El ser humano idealiza e internaliza todo lo que le rodea en la naturaleza. Hombres y bestias entretejen sus vidas en alegorías fantásticas llenas de simbolismo. Las figuras de los animales tienen representaciones en este vivir humano ya mágicas, religiosas, decorativas, demoníacas o sublimes. Ofreceremos algunos ejemplos de ello.
El caballo traído por los españoles, figura aterradora que impresionó notablemente a los habitantes de América fue para los indoeuropeos un animal sagrado que viajó ligando a comunidades lo más diversas ya como transporte, bestia de tiro, arma para la guerra, como integrante del quehacer lúdico y más. El caballo fue compañero inseparable de toda la vida para el nómada y elevado en muchos casos a la categoría de totem, fue vehículo también de traslado para el difunto en el más allá conjuntándose en un ideograma protector tanto de los vivos como de los muertos.
El centauro, la ideación fantástica zooantropomorfa (Kentauroi, hijos de Néfele, la nube -o de Centauros- y de Ixión, hijo de Ares, personajes mitad caballo y mitad humano, oriundos de Tesalia) representa indiscutiblemente la fuerza bruta de los instintos y los excesos de la naturaleza, de otra forma dicho, la naturaleza animal incontenida que cada uno de nosotros posee y que suele expresarse brutalmente. Símbolo también de la fuerza viril y de la potencia fecundante ligada al martilleo de sus cascos al chocar sobre la tierra.
El caballo ha sido montura liberadora, salvífica o aterradora (recuérdese a los cuatro jinetes del Apocalipsis: el primero montado sobre un caballo blanco, coronado y fuerte, representa a la conquista. El segundo, sobre un corcel de color de fuego y esgrimiendo una espada, es la guerra. El tercero sobre una cabalgadura negra y una balanza en el brazo representa a el hambre y finalmente, el cuarto jinete, montado sobre un delgado rocín y armado con una guadaña, representa a la peste), el caballo sigue ligado al ser humano y forma parte de su consciencia profunda como un poder más de la impronta que la naturaleza marca en sí misma.
El ciervo, rumiante esbelto de largas patas, ha sido considerado por las más variadas culturas y civilizaciones como una animal ligado a la idea de inmortalidad y a la pureza. A veces ha sido protector de los muertos y guía también en el Más Allá. Solo o asociado con otros animales (caballo, águila, serpiente) tiene sin embargo, e indefectiblemente, su nexo con la inmortalidad. La mitología le liga como atributo de Artemisa (Diana) una de las principales divinidades griegas, hija de Zeus (Júpiter) y de Leto (Latona), hermana gemela de Apolo. Se dice que temerosa Artemisa de los dolores del parto, le pidió a Júpiter permanecer célibe como Minerva y de él recibió el arco y las flechas, y habitó en los bosques dedicándose a la caza por lo que fue reconocida como la diosa protectora de los cazadores.
Para los egipcios, el ciervo era el símbolo del engaño, pues cierta fábula contaba que le atraían con el son de la flauta, y entre los cristianos representó el de la mutua ayuda y de la precaución ante el peligro. Los Padres griegos y Orígenes se refieren a la fábula del ciervo y la serpiente como la imagen de la lucha librada entre los creyentes y el demonio.
Bambi, en fin, el cervatillo tímido y dócil de la imaginería cinematográfica infantil, aún representa en nuestros días la ternura, inocencia y pureza que deleita a niños y adultos.
Dentro del culto zoolátrico prehistórico, la figura del toro en el Neolítico ha sido multirepresentado. Al toro, el bóvido astado, se le liga indiscutiblemente y desde entonces con la fuerza y la pujanza, con la mas recia potencia fecundante. El cuerno (como en otros muchos astados) se constituye en el equivalente al falo que hiende y penetra.
El Minotauro, fue el monstruo con cuerpo de hombre y cabeza de toro, hijo de la bestial relación sostenida entre Pasífae reina de Creta con el magnífico toro blanco que el rey Minos no quiso, desdeñosamente, sacrificar al dios Poseidón. Éste, terriblemente irritado hizo que el toro enloqueciera y devastó tierras y cosechas amenazando a los pobladores con la hambruna. Después de una encarnizada lucha, Hércules al fin logró capturarlo vivo y le llevó a Grecia en donde fue sacrificado a la diosa Atenea.
El jabalí, preciada pieza de caza, fue considerado entre los países indoeuropeos como un animal de propiedades inusitadamente demoníacas y entre los germanos tuvo un valor simbólico diferente: era un animal sagrado con propiedades generadoras. De hecho, su imagen, representando a Gullinburstis, el jabalí de pelaje de oro, acompañaba siempre al poderoso Ing-Freyr, dios de la fecundidad.
En el psicoanalísis, su simbolismo es ambivalente; de una parte simboliza valor y coraje irracional que podría llevar al suicidio; y de otra, al desenfreno y los bajos instintos. En la interpretación de los sueños se ha hecho la diferenciación entre el cerdo y el jabalí; para el primero suele asignarse o relacionarse con el desenfreno y los bajos instintos, en tanto que al segundo se le asocia con el coraje.
La serpiente (coatl, en náhuatl), símbolo fálico por excelencia, representaba en la Antigüedad clásica, unida a otra serpiente el símbolo de la fecundidad en la conjunción de dos principios, masculino y femenino. Fue también el emblema de la salud (una sola serpiente) en la vara de Esculapio (hijo de Apolo y Corónide, que aprendió el arte de la medicina por parte de Quirón y el poder de resucitar a los muertos de parte de Atenea, considerado el fundador de la medicina) y, en el báculo de pastor que Apolo entregó a Hermes, las dos serpientes entrelazadas alrededor de este y coronado con una pequeñas alas, simbolizan la sublimación de la energía sexual instintiva que permite al ser humano alcanzar planos superiores.
La mitología náhuatl es rica en ideologías ligadas con la serpiente: Quetzalcóatl, la Serpiente Emplumada, deidad solar del panteón mexicano ávida de corazones humanos en sacrificio para poder renovarse y seguir su camino al sol. Chicomecóatl, siete serpientes, hermana del dios Tláloc y diosa de la vegetación y el maíz maduro. Cihuacóatl, la mujer serpiente como diosa protectora de la guerra y los nacimientos y la Coatlicue, la diosa azteca de la falda de serpientes identificada con la primavera y patrona de la tierra y la fertilidad; creadora, madre de los dioses celestiales y de Huitzilopochtli (el colibrí zurdo), dios de la guerra y el Sol.
La serpiente también se liga con las potencias de ultratumba al salir y entrar a la tierra. Cristianamente es el espíritu del mal «Andaréis sobre áspides y basiliscos» dice el salmo 91, e induce a comer el fruto prohibido del árbol de la sabiduría a Eva por lo que es echada, junto con Adán fuera del paraíso.
El águila representa el símbolo cósmico. Su mito aparece en Eurasia Septentrional ligado al mito del Arbol del Mundo; árbol cósmico que asegura la comunicación entre el cielo y la tierra. La reina de las aves, el águila entre los griegos era el atributo y mensajera de Zeus (Júpiter). En la mitología india servía de corcel al dios Wisnú, en la escandinava y alemana acompañaba al dios Odín. El águila es un animal heráldico empleado en los estandartes antiguos persas y romanos como emblema y, después de la Edad Media en Europa, se le colocó en innumerable variedad de formas y posiciones dentro de los escudos de armas.
El águila se une a una mujer y se convierte en el padre del primer chaman, es decir, de un ser con prestigio y grandes poderes mágico-religiosos que en las sociedades primitivas se encargaba de curar a los enfermos. Dotados de una gran psicopompa los chamanes pueden también ser poetas y sacerdotes.
El águila, ave cósmica es así co-creadora de la heliolatría (de Helios, el sol, hijo de Hiperión y de Tía, hermano de Eros y Selene), el culto al sol.
El águila o cuauhtli en náhuatl, figura representativa en esta mitología mesoamericana actúa como mediadora, llevando los corazones aún palpitantes salidos del pecho del sacrificado, al sol, Tonatiuh, el que alumbra, dios del Sol del calor y la luz. Cuauhtémoc, (del náhuatl: cuāuh- 'águila' y témōhuia 'descender, bajar'; el “águila que cae”), fue el último tlatoani mexica de México-Tenochtitlán. Asumió el poder en 1520, un año antes de la toma de Tenochtitlán por Hernán Cortés y sus tropas.
El murciélago, que para los chinos la palabra murciélago es «FU», que tiene una pronunciación parecida a la palabra “Felicidad” y cuya figura gozó de gran popularidad como elemento decorativo durante la dinastía Qing en el siglo XVII, y su simbolismo como buen augurio preside aún gran parte de las manifestaciones artísticas de este pueblo. La figura de cinco murciélagos estampada en un círculo sirve para atraer suerte, salud, prosperidad y riqueza; la asociación de un durazno con varios murciélagos pronostican una vida larga y feliz, y la figura del murciélago junto con un ciervo prevé riqueza y felicidad.
En la Biblia es considerado como un animal impuro y en la Edad Media fue asociado con el demonio al que representaban con alas de murciélago, y los alquimistas lo consideraron como un símbolo con propiedades mixtas o ambivalentes, dada su apariencia entre pájaro y mamífero.
En la mitología mesoamericana el dios murciélago: Camazotz o Camazot es considerado y se representa generalmente como tal entre los aztecas y mayas. Su culto dio inicio alrededor del año 100 a. C. entre los indios zapotecas de Oaxaca, México; quienes veneraban un monstruo antropomórfico con cuerpo de hombre y cabeza de murciélago. El murciélago fue asociado con la noche, la muerte y el sacrificio. Este dios encontró su lugar rápidamente entre el panteón de los Quiché, una tribu maya que vivió en las selvas de lo que es ahora Guatemala y Honduras. Los quiché identificaron rápidamente el dios-murciélago con su dios Zotzilaha Chamalcan, dios del fuego.
Tzinacatlán, es el nombre de un pueblo de Chiapas, México, habitado por los tzotziles (palabra maya derivada de Zotz, “el murciélago de la muerte”) o «gentes del murciélago» de la familia maya y en el valle de Toluca (Edo. de México) se encuentra el pueblo de Zinacantepec, palabra del náhuatl que combina las voces Tzanacan, que significa "murciélago" y Tépetl, "cerro", que significa "en el cerro" o "junto al cerro de los murciélagos." En la matrícula de tributos del Códice Mendocino está representado por el jeroglífico de un cerro con un murciélago en su cima.
En el Popol Vuh el murciélago es un ángel que bajó del cielo para decapitar a los primeros hombres mayas hechos de madera, el murciélago celeste que aconsejó a Ixbalanqué y a Hunab Kú lo que debían hacer para salir victoriosos de la prueba de la caverna del dios murciélago.
Para terminar, tendremos que decir que el ser humano que participa de la naturaleza, la aprehende en su inconsciente y crea con ello los relatos fantásticos que ya en mitos, leyendas o sueños, que transmiten a otros el discurrir inverosímil o real de su existir lleno de alegrías o tristezas, de derrotas y triunfos como en esta pequeña muestra de las relaciones entre el ser humano y algunos animales.

lunes, 18 de julio de 2011

Lenguaje Náhuatl



Nuestro lenguaje olvidado.

© DR. Xavier A. López y de la Peña


Tlacatle tlatoanie ca ye otimotequili,
ca ye otimotlacotili,
ca ye ompopouh ca ye on ixtlauh in itcoca in imamaloca in matzin in motepetzin...


La traducción de las líneas iniciales escritas en náhuatl, forman parte del Huehuetlatolli o “pláticas de los ancianos”, a partir del manuscrito MPM 4068.J83 de la Biblioteca de Bancroft de la Universidad de California, en Berkeley E.U.A. que nos ofrece el padre Ángel Ma. Garibay Kintana (1943), y dice así:
Señor Rey, pues ya cumpliste con tu encargo, ya has trabajado como esclavo pues ya se realizó se cumplió el gobierno el mando de tu ciudad... Cuando se desconoce una lengua, el contenido de sus escritos resulta enigmático, fascinante e indescifrable y limita en gran medida el acercamiento al “conocimiento” que se nos brinda. El conocerla al fin tras denodados esfuerzos, resulta en una explosión de belleza inconmensurable y representa la llave que abre el cofre del tesoro de ese conocimiento inscrito en caracteres mucho tiempo atrás ignorados. Con ello, un jirón más del ropaje cultural de la humanidad con un tejido otrora desconocido tras el que se ocultaban celosamente, tanto el artesano como el telar y su entorno, ha sido dado a la luz.
Otras veces, tenemos el conocimiento -por ejemplo- de que en el México prehispánico los sacrificios humanos como ofrenda a los dioses eran practicados como parte de un ritual de enorme trascendencia y, creo que para muchas personas, el conocer que sobre la piedra de los sacrificios el sacerdote abría el pecho del sacrificado para extraerle el corazón palpitante aún es algo familiar.
El padre Fco. Javier Clavijero se refería a éstas prácticas diciendo que “el empleo más considerable del sacerdocio y el acto principal de la religión de los mexicanos eran los sacrificios que hacían para merecer algún favor del cielo o en acción de gracias por los beneficios recibidos.” Sin embargo, no hay como las representaciones ideo-gráficas que nos ofrecen los códices para resumir, en unas cuantas figuras, tan enorme concepto con nombre y apellido -si se me permite decirlo así- de los protagonistas como podemos ver en la figura de arriba a la derecha tomada del Códice Selden A, pág. 12 que se encuentra en la Biblioteca de la Universidad de Oxford:
En ella se observa -basándonos en la interpretación realizada por el Dr. Hermann Beyer- que, sobre una “faja con almenas se asienta un techcatl o una piedra de sacrificio y sobre ella y de espaldas, a una víctima tendida. El sacerdote o ministro conocido generalmente como topiltzin que se encarga de la ejecución, apoya su cuerpo hendiendo con un cuchillo el pecho de la víctima abriendo una herida de la cual brota abundante sangre. Ambos personajes tienen sus nombres inscritos a la derecha con numerales e ideogramas que representan fechas del calendario; el hombre ritualmente sacrificado lleva el nombre de “13-ciervo” y el sacerdote el de “9-casa”. En la parte superior de la figura se observa la imagen de un dios solar recibiendo el corazón y sangre de la víctima llevada hasta él por dos figuras mitológicas: en la mano-garra de una águila al lado derecho, y en la mano de una deidad con caparazón de tortuga al lado izquierdo.
La “piedra del sol”, o “calendario azteca”, (imagen de arriba a la izquierda) es un monumento pétreo dedicado al culto solar cuya parte central se representa en las monedas de 10 pesos actuales. Esta obra del artífice prehispánico fue encontrada en 1790 al sureste de la actual Plaza de la Constitución en México, D.F. y por un tiempo se exhibió en el costado poniente de la torre occidental de la Catedral Metropolitana, hasta que en 1885 se llevó y guardó en el Museo Nacional de Antropología en un lado del Palacio Nacional. Hoy, esta soberbia pieza ocupa un sitio de honor en el Museo Nacional de Antropología e Historia de Chapultepec, y es considerado uno de los monolitos más conocidos sobre la cultura mexicana en el mundo.
Aparentemente esta piedra fue labrada en tiempos del rey Axayácatl, sexto rey de México, en el año de 1479 y estaba colocada en el Templo del Sol. Su contenido ideo-gráfico simbólico sin embargo, sigue siendo ajeno a muchos de nosotros a pesar de rodar en nuestras manos impresionado como moneda y utilizarle frecuentemente en nuestras transacciones comerciales.
Si le observamos detenidamente y quizá con la ayuda de una lupa, veremos que la parte central está representada por un rostro, reconocido hoy como tonatiuh el numen solar quien lleva en la frente una banda adornada con 3 chalchihuites , la central con forma de corazón. Se observa que Tonatiuh tiene así mismo la boca abierta simbolizando que de él emanan los rayos de luz y el calor que da vida a la tierra y de ella también sale su lengua transformada en un cuchillo de sacrificio, el tecpatl o “cuchillo de pedernal” como si se mostrase ávido de incidir sobre el pecho de los mortales para recibir de ellos el manjar de su corazón y su sangre: su “vitalidad”.
A la izquierda y derecha de la imagen de tonatiuh se observa una “garra” transformada en fauces que devoran un corazón y, complementando el marco se aprecian cuatro figuras rectangulares (Nahui-Ollin -cuatro-movimiento-) representando a los 4 soles, ya perdidos y que antecedieron al actual “quinto sol” central.
Arriba a la izquierda está Ehecatonatiuh , “el sol del aire” representando a Quetzalcóatl , el norte como punto cardinal y con el símbolo de tecpatl (pedernal) para significar que los vientos eran tan cortantes como el filo de un cuchillo. A la derecha y arriba está Tlaltonatiuh o “sol de tierra”, cuyo punto cardinal es el sur, su elemento la tierra y el símbolo es el tochtli (conejo). Abajo a la derecha está Atonatiuh “dios de agua” cuyo punto cardinal es el oriente, su dios Tezcatlipoca y su símbolo Acatl (caña) y la estación el verano. Por último abajo a la izquierda Tletonatiuh o “sol de fuego” representado por el dios Tonatiuh, punto cardinal poniente, estación del año que representa es la primavera y su símbolo calli (casa).
De esta manera y de forma muy sencilla, hemos apreciado que las obras artísticas del pasado prehispánico perduran grabadas en nuestras monedas -como la que analizamos- como una liga en el continum del saber con nuestros antepasados, en un vínculo temporal, aunque poco nos demos cuenta de ello.
Con la ayuda de la lupa también, si no se tienen buenos ojos, podrá leer con facilidad en los billetes de 100 pesos, al lado derecho (izquierdo en los billetes pequeños más recientes) de la figura de Netzahualcóyotl, el rey poeta hijo del soberano Ixtlilcozhitzin Ome Tochtli y de Matlalcihuatzin, uno de sus poemas más sobresalientes:

Amo el canto del zentzontle,
pájaro de cuatrocientas voces.
Amo el color del jade
y el enervante perfume de las flores.
Pero amo más a mi hermano el hombre.

lunes, 20 de junio de 2011

Drogas psicoactivas


EL PARAÍSO PERDIDO
DE LAS DROGAS PSICOACTIVAS*

* © DR. Xavier A. López y de la Peña


El complejo desarrollo humano a través de la historia, evidencia el intrincado camino que ha seguido por hacerse del paraíso, del que fue echado, aún cuando fuese por un segundo. Su inquietud innata le llevó, entre otras fantásticas y riesgosas aventuras a la febril búsqueda los paradisíacos El Dorado o Shangri-La venciendo obstáculos una y mil veces.
El paraíso -decían triste y lánguidamente- ¡se miraba tan cerca!
El paraíso -en otra apreciación- podría haber sido la concepción y puesta en marcha de la misión jesuita en las orillas del Paraguay -la «Reducción»-, era el nombre que le daban en donde estos religiosos recrearon un estilo de vida comunitaria idílica, una utopía más en la historia de la humanidad hacia la búsqueda de felicidad, en la que sólo se hablaba y escribía en guaraní, no existía la propiedad privada y era, sin exagerar un ápice, el único reducto humano en el mundo en el que no había analfabetas en pleno siglo XVII.
Otro paraíso al que se abrieron y accesaron los seres humanos fueron las drogas.
Las drogas psicoactivas entendidas como toda aquella sustancia que determine modificaciones en la esfera psíquica y cuyo consumo no médico, está prohibido y que es capaz de generar problemas, fueron un vehículo muy importante para traer hacia sí el paraíso perdido. Estas drogas psicoactivas sirvieron y sirven para lograr la comunicación con “otros” niveles que traen imágenes fantásticas, sensaciones superiores que condicionan por lo general un gran placer, un estado surrealista, si es el caso, en el que campean las más diversas formas expresivas y perceptivas. Bienestar, placer, quietud, paz, felicidad, brillantez, percepción, memoria, fuerza, aplomo, determinación, entereza, etcétera, son términos habitual y generalmente asociados con el uso de ellas. Las drogas sirvieron y sirven como medios de enlace, como facilitadoras, como creadoras de estos paraísos y tanto histórica como antropológicamente han estado ligadas a lo humano. El paraíso que atrae y atrapa a quien lo encuentra. El mundo de las drogas, que sin embargo, lleva tanto al paraíso como al infierno. Es, valga la metáfora, como el canto y música de las Sirenas de la mitología griega que con la magia de sus voces y con la belleza polifónica que salía de sus liras y flautas, atraían a los navegantes perdiendo estos la orientación y estrellándose luego contra los bajíos, donde eran devorados por estas astutas encantadoras: Aglaopé, la del bello rostro; Aglaophonos, la de la bella voz; Leucosia, la blanca; Ligia, la del grito penentrante; Molpé, la música; Parthenopé, la de cara de doncella; Pisinoé, la que persuade; Raidné, la amiga del progreso; Teles, la perfecta; Telxepia, la encantadora; y Thelxiopé, la que persuade.
México ha escuchado este canto de Sirenas ya que tiene un historial riquísimo desde el ámbito prehispánico en el uso de drogas psicoactivas que tienen, por ejemplo, capacidades alucinógenas como con el uso de ciertos hongos: el teonanacatl (Paneolus sphinctrinus) y el peyote para no abundar. Hernán Cortés en los albores de la conquista fue testigo de las intoxicaciones indígenas por peyote en ceremoniales religiosos, en los que esta “planta del diablo” como la llamaron los misioneros, les producía alucinaciones las más de las veces giratorias y fantásticas. El peyote antaño fue llamado científicamente como Anhalonium lewinii en honor a que había sido estudiado por el farmacólogo alemán Ludwig Lewin y hoy se le conoce como Lophophora williamsii. Recuérdese que actualmente un grupo de indígenas en Estados Unidos forman parte de la Native American Peyote Church que utilizan a este último producto en sus ceremonias, en tanto que fuera de él está estrictamente prohibido en todo su territorio.
El historial sobre las substancias que influyen en el estado de ánimo de quien las toma o consume de alguna otra forma es enorme. Recordamos las “permitidas” como el té, el café, el chocolate, el tabaco y el alcohol, que sin embargo, bajo ciertas circunstancias y acorde con particulares hábitos de consumo, pueden causar serios problemas de salud como en la llamada “epidemia de la ginebra” que generó enormes estragos en la Inglaterra del siglo XVIII al afectar, principalmente, a la clase proletaria y que llevó a plantear ya para el siglo siguiente la adopción de medidas de índole moral y económicas más que sanitarias para combatir este flagelo.
El alcohol también sirvió, de alguna manera, como mecanismo de control, sujeción y exterminio de ciertos grupos indígenas en América. Las terribles guerras del opio (1842 y 1857-8) británico-chinas por el comercio entre el té intercambiado por el opio. Luego llegan la morfina en 1805, la cocaína en 1859 y los barbitúricos y la heroína a fines de siglo. En los tiempos modernos hacen aparición las amfetaminas, la dietilamida del ácido lisérgico (LSD), benzodiacepinas, el “éxtasis”, “polvo de ángel” y más y más. Diferentes nombres, como diferentes son las Sirenas.
Otros productos de uso milenario incluyen al haschich, ampliamente consumido en oriente y que es una variedad de cáñamo y del mismo género al que pertenece la nuestra bien conocida marihuana (cannabis). El haschich, es conocido por sus efectos tóxicos y se conoce la tristemente célebre historia en que por mediación de Hassán Ibn Sabbah nacido en el Cairo, Egipto en 1034 a partir del cual se fundó la secta de “Los Asesinos” (la palabra asesino, deriva de que estos individuos, permanentemente intoxicados con haschih¸ fueran llamados haschischins). El objetivo de Hassán era ofrecer a sus fieles los placeres sensuales prometidos por Mahoma y, una vez intoxicados secretamente por el haschich, quedaban a su merced; sus fedayines -nombre que les daba a sus ya soldados y que perdura hasta la actualidad para designar a los terroristas fanáticos dispuestos a todo- hacían entonces ciegamente lo que se les mandaba. El paraíso del haschich los convertía en endemoniados asesinos.
Las drogas psicoactivas en los tiempos modernos han generado, sin embargo, serios problemas desde distintos órdenes. Por ejemplo, en la dimensión de la salud, el uso de estos productos puede llevar a graves disfunciones orgánicas y hasta a la muerte misma, pasando por grados variables de afectación a la salud de orden temporal o permanente, agudo o crónico y que han conformado actualmente un serio problema de salud pública nacional e internacionalmente. Han generado también serios inconvenientes en la esfera de la seguridad pública ya que sus uso está aparejado con un aumento de la violencia y delincuencia, a la proliferación de organizaciones criminales que controlan la producción y el mercado de estas substancias y que tienen en jaque permanente a las autoridades en todo el mundo. También conforman un importante factor de daño político al promover la corrupción de todos los sistemas públicos para favorecer el tráfico y la llegada al consumidor final de las drogas mediante mil estrategias en donde el dinero y el poder son su principal motor y fin.
La sociedad mundial se debate al son del flagelo (el canto de las Sirenas que se deja oír, ya globalizado) de las drogas psicoactivas y ha elaborado varios acuerdos internacionales que tienden a su regulación como el Convenio internacional de La Haya sobre restricción en el empleo y tráfico de opio, morfina, cocaína y sus sales signado el 23 de enero de 1912; el Convenio internacional sobre restricción en el tráfico del opio, morfina y cocaína, de Ginebra, Suiza el 19 de febrero de 1925; la Convención internacional sobre fabricación y reglamentación de la distribución de estupefacientes, también de Ginebra, Suiza el 13 de julio de 1931; el Convenio para la supresión del tráfico ilícito de drogas nocivas, Ginebra, Suiza, 26 de junio de 1936; el Protocolo de París sobre fiscalización internacional de drogas sintéticas del 19 de noviembre de 1948; el Protocolo sobre adormidera y opio de Nueva York, el 23 de junio de 1953; la Convención única de 1961 sobre estupefacientes en Nueva York el 30 de marzo de 1963; el Convenio sobre substancias psicotrópicas de Viena, 21 de febrero de 1971; el Protocolo de modificación de la Convención única sobre estupefacientes de Nueva York el 25 de mayo de 1972; y la Convención de las Naciones Unidas contra el tráfico ilícito de estupefacientes y sustancias psicotrópicas, Viena 20 de noviembre de 1988. Todas ellas llevan en su misión la protección de la salud física y moral de la humanidad, y a la consideración reciente de que se llama «drogas» a las substancias psicoactivas fiscalizadas por ellos y que, introducidas en el organismo, pueden modificar una o más funciones de éste, produciéndole efectos nocivos -toxicidad- y un estado de dependencia que lleva al uso indebido o toxicomanía.
Las drogas psicoactivas y algunas de ellas utilizadas desde la más remota antigüedad como hemos señalado, han tenido sólo un reconocimiento social-jurídico reciente cuando éstas han tenido y se les ha dado una connotación y tratamiento «legales», en consideración a la generalización que ha habido en su consumo por el hábito, cada vez más extendido, de socialización que se da entre los jóvenes particularmente, consumiendo las substancias prohibidas o ilegales, alentadas por un mercado negro con gran rentabilidad que se las hace llegar a precios reducidos.
El “problema de las drogas” como suele llamarse en forma general, enfrenta no obstante una polarización aparentemente irreconciliable en su manera de combatirlo: su legalización o su prohibición.
Los que abogan por su legalización aducen argumentos como el de la autonomía y la libertad en base a los lineamientos presentados por John Stuart Mill, diciendo que estos derechos (el derecho personal a decidir que hacer uno con su propia persona) no pueden ni deben ser enajenados por un “estatismo químico” protector. El controversial teórico de la medicina Thomas Szasz lo planteó de la siguiente manera:
¿Por qué carecemos ahora de un derecho que poseíamos en el pasado? ¿Por qué los Padres fundadores consideraron tan evidente el derecho a las drogas que no vieron razones para mencionarlo siquiera? Estas preguntas quedan sin respuesta. Sin embargo, las propiedades farmacológicas de las drogas no han cambiado desde el siglo XVIII; ni las reacciones fisiológicas del organismo humano; ni la Constitución, que nunca fue enmendada en materia de drogas, al contrario de lo que sucedió con el alcohol. ¿Por qué, entonces, controla el Gobierno federal algunos de los más antiguos y valiosos productos agrícolas de la humanidad y las drogas que de ellos se derivan?
En tanto que los que están a favor de la prohibición (como G. Elorriaga) esgrimen los siguientes argumentos:
Sometido a la esclavitud de la droga, el adicto no es un hombre libre, cuya libertad se manifiesta en su derecho a consumir, sino un hombre privado de voluntad y libertad auténtica, al que hay que ayudar con la tutela a liberarse a la esclavitud en que ha caído para que recupere su verdadera libertad. No luchan por la libertad quienes hacen bandera del derecho al consumo, sino quienes luchan contra el consumo de sustancias aniquiladoras de la voluntad del individuo. Y son hipócritas las medidas de dureza, como la violación de domicilio sin orden judicial por efectivos policiales, cuando, al final, el encuentro de dosis de droga puede justificarse por el derecho a la posesión para el propio consumo. Tipificar la posesión de droga no es atacar la libertad, sino defenderla.
En la búsqueda del paraíso perdido que, cuando lo encontramos, acaba por perdernos, el capítulo del debate en torno al control de las drogas psicoactivas no se ha cerrado. Frente a las divergentes y extremas posiciones indicadas, tercia ya la que ha dado en llamarse el “paternalismo justificado” por parte del Estado, como una proposición que señala que:
Es fácil notar que, para admitir que la cuestión del uso de drogas es un caso de tutela estatal de la salud y de la integridad física [...] habría que convenir antes en dos puntos. Primero, que no todo uso de drogas es en sí inmoral (o sea, que el de las medidas antidrogas no constituye un caso de moralismo legal), lo que no es difícil de admitir. Y, segundo, que los consumidores de drogas no se convierten siempre y sólo por este hecho en sujetos carentes de autonomía (como los niños o los locos), lo que tampoco debe presentar grandes objeciones. Si se acepta esta doble afirmación, entonces es posible aplicar a las medidas antidrogas el esquema de paternalismo jurídico.
Prohibir, legalizar o “diferenciar” son los verbos que se conjugan en el lenguaje actual sobre el “problema de las drogas” cuyo léxico abunda y enfatiza si se es, entre otras muchas, «consumidor» o «adicto», «legal» o «ilegal».
Finalmente diremos que los chispazos encefálicos que evocan fantasías y detonan en el sensorio las más diversas percepciones placenteras y no placenteras otras veces, producto del consumo de drogas psicotrópicas, también pueden extender sus cortocircuitos bioquímicos inutilizando sus estructuras y potenciales con toda la cauda de dolor, agravios, sinsabores y fatalidades inclusive, que tienen a la humanidad al filo de la navaja. Entre el paraíso y el infierno. En el border line del placer y el dolor-muerte.
La lucha actual contra las drogas ha fracasado a nivel global y por ello es que se hacen propuestas para poner fin a la perspectiva de su “no” criminalización de acuerdo al informe de la Comisión Global de Políticas sobre Drogas encabezado por el ex secretario de la ONU, Kofi Anan.
El mundo de las drogas incluye a 250 millones de personas consumidoras de drogas “ilícitas” y otro multimillonario contingente de productores, traficantes y vendedores.
El enfoque en la lucha contra las drogas debe ahora replantearse y dejar atrás la declaración del entonces presidente de los Estados Unidos de Norteamérica (1971), Richard Nixon, que fue seguida por muchos países en el mundo, declarando al abuso de drogas como el “enemigo público número uno.”
A natura contra natura por natura. Seres humanos en búsqueda de “sus” paraísos y al encuentro también de “sus” infiernos.

sábado, 28 de mayo de 2011

La mujer mexicana


Algunas palabras para la mujer.

© DR. Xavier A. López y de la Peña.



    El retrato de mujer, construido y teñido sobre suelo mexicano, guarda tonalidades diversas, incomprensibles algunas, misteriosas otras, bellísimas también las más, que nos muestran la posición mosaica que a ellas y de ellas se ha dado en nuestra tierra mexicana.
    La mujer en México, como en otras latitudes por supuesto, se reconoce como la del “rostro negado”, la que es un-no-es lamentablemente todavía, desde la perspectiva de muchos. Óptica cultural necesitada urgentemente de anteojos con graduación progresiva, no regresiva.
   ¿Qué o cuál mujer? La de Parácuaro, lindo nombre purépecha, la Cabello de Elote salida de la pluma de Mauricio Magdaleno, que nos muestra el encuentro moderno del extranjero italiano Felipe Galeri con Romana la india de la que nace Florentina, la Cabello de Elote recreando en el horizonte michoacano el vivir de una mujer en su circunstancia particular; una mujer mexicana cincelada por la cultura de su momento.
    Quizá Hortensia Chacón, la mujer descrita por Carlos Fuentes en La región más transparente que aprende a callar desde su más tierna infancia porque quien solicita, pide o abruma -dice-, no es mujer. “La mujer -sigue hablando Hortensia- tiene que esperar sin abrir los labios, esperar su momento de dolor y su momento de que la llamen, sin pedir anticipadamente ese dolor o esa llamada, usted lo sabe; y eso aprendí; no con palabras, le digo, no con claridad, pero sí en el lugar mudo de todo lo cierto”. ¿Quién más con su vida, su entrega, sufrimiento y luchas? ¿Sor Juana Inés de la Cruz enfrentando la terrible opresión y censura eclesiástica para “realizarse”, Doña Josefa Ortiz de Domínguez conspirando por la libertad mexicana? ¿Paula, Encarnación, Margarita, Jimena, Juana, Elisa, Martha, Florencia, Josefina, Mireya, Judith, Eloísa, Cristina, Esmeralda, Claudia, Verónica....? Cualquier mujer.
    La mujer y el hombre con diferencias, pero también, con semejanzas notables, se conflictúan no pocas veces en sus relaciones. Uno y otra se miran y conceptúan divergentemente. Mantienen un choque y una eterna pugna por diferendos culturales. Sí, sólo culturales.
    Los machos y las hembras entre otros mamíferos no pugnan entre sí, de suerte que las leonas son leonas y se comportan como leonas, y los leones son leones y se comportan como leones siempre.           Luego entonces ni las leonas quieren ser leones y comportarse como tales, ni los leones quieren ser leonas y comportarse también como ellas. Cada uno de ellos tiene su “hacer” determinado naturalmente. Sí, porque los animales No tienen cultura. La cultura sólo se da entre los seres humanos y ella, sí es orientada por y hacia un sexo, aquí está el conflicto. Mientras que en los otros seres hay “naturaleza”, armonía, en los seres humanos hay “culturaleza”, provocadora de disarmonía que impone a cada quién, ser humano macho o hembra, un rol determinado que “debe” seguir en su vida para legitimarse socialmente ya como macho o hembra. La lucha y diferendo entre hombres y mujeres hace tiempo, pretende desvanecer estos “debe” (culturales) que señalan diferencias a uno y otro en aras de un “ser” (natural). Podríamos preguntarnos entonces, ¿seremos capaces de modificar la cultura haciéndola unisex?
    Hoy como siempre, hechos de la “culturaleza”, hay casos de hombres que quieren ser “mujeres” y mujeres que quieren ser “hombres” y su comportamiento ya sencillo o complejo les hace llegar a extremos de someterse a cirugías de cambio de sexo; un cambio de sexo morfológico que les provea de atributos exógenos, que no genéticos, compatibles con sus “sentires” ya varoniles o femeniles. La “culturaleza”, en la pugna de la sociedad actual, abriga entonces la esperanza de llegarse a la cultura del ser humano “neutra”. Fuera lo masculino y lo femenino predominante de las leyes, igualdad para unos y otras, mismas oportunidades, obligaciones y derechos.
    La cultura ha sido modelada “masculina” quiérase o no y por muchas razones, este es el escollo, el punto álgido. De allí la terminología que, en el hacer “culturaleza”, acuñó en genérico para referirse al ser humano: homo (hombre) erectus, habilis, faber o sapiens, y nunca en la mulier (mujer) erectus, habilis, faber o sapiens. Hoy se pretende integrar la humanum culturae en general, la cultura sin sexo. Pero ya nos estamos desviando.
    La mujer y el hombre proceden del mismo barro, tienen ojos y brazos, cabeza y pies, un corazón y dos riñones, y genéticamente sólo se diferencian en tener (los hombres) una combinación cromosómica XY y las mujeres una doble X (XX).
    Ambos poseen hormonas tiroideas y suprarrenales y son capaces de comer los mismos alimentos si la “culturaleza” no les hace hacerse vegetarianos adictos a la lechuga y las zanahorias o carnívoros afectos a las “carnitas” o la birria, pero en los dos casos, fanáticos a ultranza. Pero... los modelos finales son diferentes. Distribuyen la grasa corporal de distinta forma, elaboran ciertas hormonas en cantidades, ritmos y a receptores en cantidades diferentes o hacia órganos distintos, poseen un timbre de voz también diverso, su pelo se distribuye de manera desigual en unos y otras, utilizan el cerebro integralmente en forma distinta (Los hombres son de Marte y las mujeres de Venus, ya se sabe), se tienen pene o vagina, y más. ¡vive le difference!
     Tienen en sus semejanzas y en sus diferencias sólo dos posibilidades a ser: hombres o mujeres. El intermediarismo e indiferenciación no infrecuentemente polifacético, terreno áspero en que se sitúan alguno/as, aceptado o rechazado por algunos de nosotros, dejan que la verdadera homosexualidad -como dice Oriol Anguera- una vez que se han roto “las amarras genitales a nivel orgánico, una vez liberadas las restricciones a nivel freudiano, una vez borrada la condena limitante a nivel religioso, una vez instalada la juventud en un ambiente de pornografía, “unisex”, discotecas y música electrónica, la sexualidad se hace múltiple y confusa. Ni homosexualidad pura ni heterosexualidad permanente. Lo grave es que una vez instalados sobre esta plataforma intersexual... Todo se vale. Todo es lícito. Todo apetece. Todo Cansa. Nada apetece. En una palabra: vivimos la época de las neurosis noogénicas, y por ende cosechamos a pasto: Depresiones y delirios. Drogas y alcoholismo. Suicidios y homicidios... ¡Esta es nuestra perspectiva para el futuro!”
    Vivimos una “culturaleza” -digo yo ahora- modernista que llega a legitimar uniones y expresiones contra “natura”, valga otro latinajo, ¡mutatio mundi!, afanada en la búsqueda, aún no lograda, del material genético en ellos/as que sea el que promueva ciertos impulsos altruistas de la humanidad, como sugirió el sociobiólogo Edward O. Wilson.
    Bueno, la aprobación de las preferencias sexuales, bajo cierta óptica, ya establecida por la “culturaleza” actual, que la siga el o la que le guste en tanto que cumpla “cabalmente en todos los frentes del comportamiento humano, [...] porque la alcoba del ser humano no forma parte de la vida pública del ciudadano/a”, como indica Oriol Anguera. Entiendo que a algunos/as les gusten los chocolates, yo, prefiero los caramelos y que cada quien disfrute su golosina.
    Pero regresamos a la mujer. Ella, (con la suma de algunos de nosotros, hombres) lucha por la igualdad enfrentando un mundo modelado con troqueles masculinos.
    La “culturaleza”, con más propiedad, debería entonces también ser llamada “culturalezo”. Enfrenta así dos retos de enorme profundidad y complejidad. Por un lado, el de revertir el mundo masculinizado en un orbe uni-genérico (“culturalez” simple podría denominarse, sin a ni o) y luchar contra sí misma por lograr una congruencia entre su concepción real y legítima de independencia, con su actuar autónomo en un medio hostil. De otro lado, compaginar su particularidad procreativa con su ser en “su” circunstancia. La liberación femenina no pretende enajenar a la mujer su capacidad gestadora ni de negar darle su leche al ser nacido, ¡no!, pretende hacerla accesar al voto (que no se piense que ésta es sólo una simpleza), a compartir y construir con el hombre un mundo nuevo en libertad e igualdad. Pretende retirar de la faz de la tierra el concepto represivo religioso (cristiano, musulmán, etc.) que le representa como un peligro y tentación temibles, o sujeta al hombre como lo dice la Epístola de Paulo a los éfesos (éfesos 5, versículos 22 a 23): Fratres: Mulíeres viris suis súbditae sint, sicut Dómino: quóniam vir caput est mulíeris: sicut Christus caput est Ecclésiae: Ipse, salvátor córporis ejus. «Hermanos: Las casadas están sujetas a sus maridos como al Señor; porque el marido es cabeza de la mujer, como Cristo es cabeza de la Iglesia y salvador de su cuerpo», y que cursa periódicamente con impurezas. La Eva inductora al pecado, causal de la tragedia humana. Tentación, pecado, suciedad, represión, histeria, frustración y más, unidos al sexo femenino como epítetos descalificadores elaborados e impuestos por hombres necios. La ideología religiosa lo machaca en sus fieles en interminables frases como esta del Corán (Sura II, La Vaca, 228): “Los maridos son primero que sus mujeres, Dios es poderoso y sabio.”
    La mujer tiene el derecho a accesar al fruto del bien y del mal como le plazca, ejerciendo su libre albedrío y mordiendo la manzana que elija con su propia dentadura; dejando en ella su huella marcada con dos cromosomas X por sobre la faz de la tierra y aún más allá, sin nadie por encima que se lo prohíba.
    La mujer utilizada, enajenada y constreñida debe ya quedar atrás y sólo permanece en remanente en algunas sociedades retrógradas y decadentes, o habitando la enteca mente de algunos estúpidos/as.
    Debe ser historia el mundo de la mujer que delineara Gabriel Careaga en su obra Mitos y fantasías de la clase media en México, describiendo a la mujer-objeto mexicana construida y acotada desde la ideología masculina. Debe ser historia también su retroyección con la Coatlicue, la diosa azteca de la tierra que dio vida a Huitzilopochtli (el colibrí zurdo) y de la que, por otras razones, se ha dado la explicación a su supuesto carácter endeble e indefenso; con la Malintzin de Coatzacualco que se dijo traicionara a su pueblo uniéndose al extranjero Cortés, o con la mujer que se raja o se abre en el lenguaje paziano (de Octavio Paz), quien quiera que sea; debe dejar atrás (su brega es por ello) ya la estigmatización impuesta por las religiones y toda la “culturaleza” machista que le enajena en lo familiar, social, económico, político, cultural y estético para decir hoy, uniendo voces como con la de quienes luchan por ello en sus trincheras:

Hoy soy y seré capaz de crear, creer, proponer y de soñar,
de sentir, vivir, discutir, disentir y compartir,
de disfrutar y sufrir también, ¿por qué no?
en libertad, igualdad y con autonomía en el mundo,
con la alegría y el orgullo de ser humanum mujer.

martes, 12 de abril de 2011

Medicina Alternativa


SOBRE LA ACUPUNTURA CHINA*

*© DR. Xavier A. López y de la Peña.

La medicina china es una de las más antiguas y quizá la menos comprendida por la mente occidental por razones varias, entre las que destacan su desarrollo cultural protegido por milenios con un aislacionismo férreo, como queda representado simbólicamente hoy con la Gran Muralla.
Los orígenes de la acupuntura (Tchin-kieu) se pierden en el pasado histórico chino pues se tiene evidencia de agujas de obsidiana y hueso desde el Neolítico en Asia, sin embargo, hay datos que remontan al tiempo del emperador Fu-Hsi (ca. 2900 AC) en que gestaron los conceptos del yang y yin (elementos masculino y femenino) de manera formal y que regulan la actividad del universo con sus cualidades opuestas y que también aplicaban al organismo en cuyo equilibrio radicaba precisamente la salud; Shen Nung (ca. 2700 AC) reconocido como el padre de la herbolaria y la acupuntura y de Wang-ti -el llamado "emperador amarillo"- (ca. 2600 AC) quien escribió el texto de medicina más antiguo, el Nei Ching aún vigente en aquél país y que contiene información muy interesante, además de la acupuntura a la que se dedica el 50% de la obra, sobre el interrogatorio y la exploración física incluyendo la auscultación y la palpación muy detallada sobre el pulso particularmente del que describían más de dos centenares de variantes y 37 matices del color de la lengua.
La historia registra una gran cantidad de médicos destacados en la práctica de la acupuntura, entre ellos Bian Que del Período de los Estados Combatientes (475-221 AC) y Hua Tuo de la dinastía Han del Este (220 AC.-25 DC.) quienes llevaron el sobrenombre de “médicos divinos”. También se recuerda a Wang Weiyi de la dinastía Song quien sobresalió por haber diseñado y ordenado hacer en el año 1027 dos modelos de figuras humanas en bronce, en las que estaban delicada y maravillosamente esculpidos los doce canales principales y colaterales, así como los 354 puntos acupunturales. Estos modelos sirvieron enormemente para las tareas de enseñanza aprendizaje de este arte milenario de la acupuntura china.
La acupuntura (de la traducción china al latín: acus, aguja y punctum, punto) es la práctica médica china consistente en la introducción de agujas muy finas a través de la piel en ciertos puntos especiales por donde se supone que corren ciertos "canales" llamados chin; con ello se pretenden liberar los posibles obstáculos o elementos dañinos que impiden la adecuada circulación de los principios vitales yin y yang alterados.
De la acupuntura ha derivado otro método chino no invasivo, el Ngan-mo (ngan, mano y mo, descanso) que consiste en hacer presión con los dedos -pulgares principalmente- sobre puntos similares a los de la acupuntura y similar a la técnica japonesa del Shiatsu (shi, dedo y atsu, presión).
Las agujas utilizadas fueron en un tiempo de oro (con efecto estimulante) y de plata (de efecto sedante) a las que se les asignaba también un principio yin o yang, hoy substituidas por las de acero inoxidable y se aplican -hay una gran variabilidad- hasta en cerca de 780 puntos que "activan o desactivan" la energía vital llamada chi que va o fluye por los 12 o 14 meridianos o canales que corren por el cuerpo y que corresponden a los órganos internos y las extremidades. Por ejemplo: el meridiano denominado Fey-ching corresponde a los pulmones y se localiza desde la tercera costilla hasta el pulgar y tiene 11 puntos sobre los que se puede actuar con las agujas, sin embargo es muy importante reconocer su localización exacta y para ello se dispone de ciertos atlas o mapas anatómicos que les ubican o se toman y usan medidas correspondientes a los de una pulgada o tsun en cada caso particular.
La acupuntura ha sufrido los embates, aún dentro de la misma China por la influencia de la medicina occidental que pretendió en 1822 por medio del Gran Consejo Médico Imperial eliminarla sin resultados y por el fundador de la República china en 1911, el médico titulado en Hong-Kong Sun Yat-sen quien hizo esfuerzos por implantar la medicina occidental en su país de manera infructuosa.
La revolución china que encabezó Mao Tse-tung y que consolidó a la República Popular China de 1949, amalgamó en 1954 en la Asociación Médica China en igualdad profesional a los chong-yi o médicos tradicionales (de los que había 1:900 habitantes) con los si-yi médicos científicos graduados (1:10,000 habitantes).
La acupuntura ha logrado refinamientos con el paso del tiempo y así, se ha incorporado a su práctica el elemento eléctrico aplicando corrientes hasta de 20 miliamperios a las agujas dando paso a la ahora llamada "anestesia por electroestimulación" con importantes seguidores en China, Japón, Vietnam, Corea y otros países occidentales como Alemania, Francia y Suiza entre otros.
Para la mentalidad occidental que demanda justificar los procedimientos sobre bases fisiopatológicas, los conceptos del yang y yin así como el principio vital del chi son aún incomprensibles y han permeado de forma tan importante la cultura china, que a dado paso a que se cuestione esto mismo en libros de acupuntura de gran relevancia conceptual en Shangai de1971, sin embargo los intensos estudios sobre acupuntura en el campo particular de la anestesia y analgesia, han demostrado que los estímulos producidos por las agujas se transmiten por fibras nerviosas muy mielinizadas o fibras "beta" capaces de bloquear los impulsos dolorosos que en tanto se transmiten por fibras no mielinizadas o "alfa" como evidenció el profesor Chang Hsiang-tung en sus investigaciones del Instituto de Fisiología de Shangai.
También se han aislado vías nerviosas sensitivas con mediciones simultaneas del potencial eléctrico entre la fibra y el electroencefalograma, demostrando que la acupuntura generaba unos impulsos eléctricos capaces de ser bloqueados con el uso de anestésicos locales, hecho que confirma su utilidad y efecto en algunos procesos dolorosos particulares como en 1992 demostraron unos investigadores suizos.
Médicos occidentales han comprobado los efectos de la acupuntura en China y con chinos, en el que su práctica está milenariamente arraigada y se toma, a falta de elementos sólidamente estructurados para la mentalidad occidental, como una artículo de fé independientemente de sus bases nerviosas ya mencionadas; mecanismo que a su vez es capaz de producir ciertas substancias a nivel del sistema nervioso central llamadas "endorfinas" que actúan como analgésicos.
La acupuntura, fuera de los países asiáticos en que su reconocimiento es oficial, tiene un buen sitio ganado en países europeos y americanos como una medicina paralela, alternativa o marginal particularmente en la esfera del control del dolor.
Una investigación en Estados Unidos de América sobre medicinas "no convencionales" estimaba que en 1990 se otorgaron 425 millones de de consultas a 61 millones de norteamericanos por proveedores de estas medicinas -entre ellas la acupuntura-, lo que representó un gasto aproximado de 13.7 billones de dólares. En México no se conoce en cifras la participación que, como medicina alternativa tiene la acupuntura en el terreno de la salud.
Atractiva por exótica, misteriosa y, en algunos casos por simple extravagancia al impulso de lo novedoso, la acupuntura hace presa fácil en el público que recurre a ella en manos de charlatanes y no de verdaderos artistas de esta milenaria medicina china que se redime hoy con la voz de Hsiang-Tung Chang, (Laboratory of Neurobiology, Shanxi Medical University, Taiyuan 030001, China and Neurological Science Institute, Oregon Health and Science University, Portland, OR 97006, USA) distinguido neurobiólogo que estudiara las modificaciones de la plasticidad sináptica de los potenciales de accion dendríticos:

El antiguo arte chino de la acupuntura ha sido colocado ahora sobre una base científica y así se lo ha revivido. Sin duda, conducirá en todo el mundo a un enriquecimiento del instrumental médico en la lucha contra el dolor.

miércoles, 9 de marzo de 2011

De Certezas


CERTEZA E INCERTIDUMBRE

© DR Xavier A. López y de la Peña

“...todo el comportamiento de la materia obedece a las
mismas leyes de la física, sólo que la complejidad creciente
de las diversas ramas de la ciencia y nuestra ignorancia,
hace que utilicemos un lenguaje especial para cada
etapa de la evolución de la materia. De tal modo que el
lenguaje de la química es más vago que el de la física, el de la biología
más vago aún que el de la química y, por último, el de la psicología y
el de la sociología resultan ser los más vagos de todos."

EDUARDO CÉSARMAN, 1974

El mundo de las ideas, en términos muy simples, gira en torno de dos supuestos. Lo que se conoce y lo que se desconoce. Todos nosotros nos manejamos cotidianamente entre ambos extremos. Conocemos el espectro de la luz al descomponerse a su paso por un prisma como demostrara Isaac Newton desde 1666, y que la longitud de onda de la luz roja equivale a unos 6.600 angströms en tanto que la violeta corresponde a 4.600 angströms, que la velocidad de la luz se desplaza a 299.792.458 m/seg, que la tierra pesa 5 977 trillones de toneladas y sabemos también la posición precisa que diversos aminoácidos guardan en la estructura de la insulina humana, la hormona que interviene en la homeostasis de la glucosa. Desconocemos sin embargo, qué es la conciencia y dónde radica, o porqué un grupo ordenado y extraordinariamente complejo de macromoléculas se “activa” en lo que conocemos como “vida” por mencionar sólo unos pocos asuntos.
Un ejemplo sobresaliente para ilustrar este negocio sobre el ordenamiento de lo que conocemos y lo que desconocemos lo tenemos en la historia al recordarnos que, al clasificar los escritos de Aristóteles para darlos a la publicidad en Roma, Andrónico de Rodas, el filósofo peripatético griego del siglo I a.C, tropezó con la dificultad de asignarles un título acorde con el tema que trataban algunos de ellos. Para no quebrarse más la cabeza decidió que los títulos que no se referían a la física, a hechos concretos, se integraran en un grupo aparte bajo el nombre de meta ta physika, es decir, “después de la física” para incorporarse luego en el término conocido por metaphysica. Hoy, la moderna metafísica se acepta como un método, un procedimiento para llegar al conocimiento.
El quehacer diario de la humanidad en su conjunto sigue rigiéndose, sin embargo, entre certezas e incertidumbres. El vivir es decidir constantemente ante la incertidumbre que da la vida. El ser humano antes que ocuparse de sí mismo se pre-ocupa por sí mismo y para ello debe actuar, debe decidir sobre qué, cuándo y cómo hacer alguna cosa. Al preocuparse por qué hacer, y haciéndolo, se ocupa a su vez en construirse a sí mismo.
Preparar la tierra para sembrar maíz a partir de mañana -pensaría un campesino- implica, para el que lo desea hacer, tomar las providencias necesarias para ello, esto es, que se pre-ocupe y, al siguiente día, se ocupe en ello. Debe entonces esta persona tomar ciertas decisiones a seguir: proponerse el levantarse temprano al siguiente día, luego vestirse, lavarse, desayunar algo, proveerse de un recipiente con agua para resistir la temperatura elevada que prevé tener para el día siguiente, tener a mano los implementos necesarios para roturar la tierra, y luego caminar hasta llegar a la parcela que se sitúa a 5 km de distancia, etc. En lo referido, la persona tiene la certeza de lo que habrá de hacer al siguiente día, sin embargo, también existe la incertidumbre de si podrá hacerlo, tal vez porque el cielo se ha visto nublado hace unos días y podría llover, también tiene incertidumbre en saber si se logrará la cosecha del maíz que se propone sembrar porque podrían atrasarse o adelantarse las lluvias, ser muy escasas o abundantes, y más.
La física y la metafísica en sentido amplio, se amalgaman en la vida. Con otras palabras dicho, la certeza y la incertidumbre (principio físico enunciado por Werner Heisenberg en 1927) se reúnen. Lo que se conoce con lo que se desconoce. Lo natural con lo sobrenatural. Lo que puedo con lo que no puedo controlar. Lo que sé con lo que no sé.
El ser humano vive haciendo su propio camino en un mundo de hechos, creencias, ideas y conceptos, preocupado por su futuro entre la certeza y la incertidumbre. Los animales tienen un destino preconcebido y no necesitan preocuparse.
Lo cierto nos da seguridad en tanto que lo incierto atemoriza, sobrecoge en algunos casos extremos y quizá hasta aterroriza. En nuestro hacer cotidiano solemos darles explicaciones a los hechos que desconocemos. Justificamos los hechos o situaciones inciertas de una u otra forma y con ello la angustia se desvanece y recuperamos seguridad, estabilidad, certeza.
Si desconozco porqué la célula cardíaca se contrae rítmicamente y me refiero, no sólo al conocimiento que pudiera tener de los cambios en los potenciales de membrana que en ella se suscitan, de la estructura molecular de sus elementos constitutivos ni de la compleja termodinámica que ello determina, entonces debo asignar a algo la razón qué “explique” porqué la célula cardiaca se contrae y ello puede ser asignado a un fenómeno sobrenatural -metafísico- o justificarlo con un simple “hasta ahora no lo sé, pero es posible que mañana pueda descubrirlo”. Si doy una u otra explicación (válida o no a la luz de la inteligencia o conocimientos de otras personas) a algo que por ahora no sé o desconozco, entonces cede la angustia y me tranquilizo.
En el campo de la medicina suele suceder algo similar. Hace muchos años tuve la oportunidad de leer un libro titulado Curación Cuántica (Quantum Healing, 1989) escrito por el Dr. Deepak Chopra, médico endocrinólogo de origen indio formado en la medicina occidental y orientado en su quehacer profesional ahora hacia la medicina Ayurvédica.
Enfoca de inmediato en su libro el conflicto entre la certeza y la incertidumbre en que el ser humano se desenvuelve al decir que la “base física de la ciencia es muy sólida, “certeza, physica” y, para un médico, sumamente convincente. En cambio, el poder de la mente es harto sospechoso “incertidumbre, metaphysica”.
El título del libro ya es en sí mismo sugerente: Curación Cuántica. Considero que atrae y, de alguna manera, pretende explicar algo hoy inexplicable aparentemente. Ello lo hace a su vez más interesante comercialmente. La curación, que en este caso representa la certeza de que una enfermedad tenida por una persona, se esfuma y, cómo no sabe cómo, le vino en gana darle el calificativo de cuántica en consonancia con los conceptos del físico alemán Max Planck (1858-1947) de 1900 al determinar que la radiación se compone de “cuantos”, ondas-partículas cuyo dualismo demostró ulteriormente el físico Arthur Holly Compton (1892-1962), galardonado con el premio Nobel de Física en 1927. Por cuántica, se refiere al paso de un nivel de funcionamiento a otro superior. El paso o “salto” que se da cuando el enfermo -dice el Dr. Chopra- sabe o intuye que va a curarse, y siente que la fuerza responsable viene de dentro y a la vez no se limita al interior, expandiéndose más allá de sus fronteras personales, hacia la Naturaleza.
Este “salto cuántico” que podríamos decir, del cuerpo (física) a la mente (metafísica) lo reúne también con el término “holístico”, cuyos requisitos cubre de forma satisfactoria -dice también-, la medicina Ayurvédica.
El o los efectos de la mente sobre el cuerpo son, de tiempo atrás harto conocidos. Se sabe que una persona con mente sana tiene por lo general un cuerpo sano. Que una actitud positiva, de superación ante la adversidad o una enfermedad le hace sobrellevarla de mejor forma e incluso superarla. El organismo responde afirmativa o negativamente a nivel inmunológico ante el estrés. El encéfalo, bajo determinadas circunstancias, puede liberar “endorfinas” capaces de controlar el dolor, etc.
No es la medicina Ayurvédica, China, alopática u homeopática la que cura por sí misma. Es la certidumbre, en síntesis, que la persona posee de que tal o cual orientación terapéutica restablecerán el equilibrio entre el cuerpo y la mente para que el sistema inmunológico -entre otros- reaccione favorablemente. A este nivel, las células que conforman el sistema inmunológico no repararán en saber si el médico cree o no en la medicina tradicional o las otras referidas.
En la medicina, como en todos los campos del conocimiento humano no hay nada sobrenatural o metafísico. Quizá no comprendamos ahora todos sus secretos pero a la larga, sus misterios serán revelados. Mientras tengamos alguna incógnita sobre la naturaleza o el universo, seguiremos subsanándola con la explicación que nuestras ideas, creencias, hechos y conceptos generen. La incertidumbre entonces se trocará en certeza y esta sólo será válida a partir de la física. Aún el “principio de incertidumbre” donde se afirma la imposibilidad de reducir el error en la posición sin incrementar el error en el momento, y que ha sido leído a menudo como que el conocimiento científico está a merced de los caprichos imprevisibles de un Universo donde el efecto no sigue necesariamente a la causa, viene a recordarnos que el Universo es más complejo de lo supuesto, pero que sin embargo no es irracional como ha señalado Isaak Yudovich Osimov (1920-1992).
Materia y energía integradas en la naturaleza de manera organizada, se presentan acumulando energía en forma ascendente y jerarquizada.
Cuerpo y mente conforman una unidad de naturaleza física tratando de comprenderse a sí misma.