miércoles, 4 de diciembre de 2013

La acupuntura en México

Carta de naturalización.
© DR Xavier A. López y de la Peña
El enfoque cultural de la práctica médica entre oriente y occidente presenta diferencias notables, difíciles de asimilar en un primer acercamiento.
La evolución que ambas culturas han tenido ha permanecido distante por múltiples razones y quizá el representante simbólico más conocido lo figure la Gran Muralla China, el magnífico y colosal monumento que aun puede apreciarse en algunas partes y cuya construcción fue iniciada por Shih Huang-ti, fundador de la dinastía Ch’in quien reinó de 246 a 209 a. de C. para evitar las invasiones tártaras y de otros nómadas del norte. Esta muralla aisló material e ideológicamente al pujante pueblo que desarrolló su cultura entre los ríos Hoang-Ho, Yang-tse-Kiang y el Si-Kiang.
La medicina china, según la tradición, da origen a esta durante el reinado de los emperadores Fu-Hsi (ca. 2900 a. de C.) propulsor de la ideología del equilibrio en la naturaleza de las fuerzas antagónicas llamadas yang y yin; Shen Nung (ca. de 2700 a. de C.) iniciador de la medicina a base de hierbas y de la técnica que nos ocupa de la acupuntura, y Huang-ti (ca. de 2600 a. de C.), el autor del texto médico chino más antiguo que aún permanece vigente en nuestros días: el Nei Ching. Personajes destacados en la materia fueron: Bian Que, del Período de los Estados Combatientes (475-221 a. de C.) y Hua Tuo, de la dinastía Han del Este ( 220 a. de C. - 25 d. C.), considerado el primer inventor de la anestesiología en el mundo; ellos realizaron curaciones extraordinarias por lo que llevaron el sobrenombre de “médicos divinos”.
También es de recordar a Wang Weiyi, médico de la dinastía Song, quien creara dos modelos de bronce con la figura humana en la que se presentaban esculpidos, los doce canales principales y colaterales, así como los 354 puntos acupunturales, con lo que se facilitaba enormemente el estudio y la enseñanza de este milenario arte.
La acupuntura consiste, simplistamente, en la introducción de agujas en los imaginarios canales que se identifican a todo lo largo y ancho de la economía corporal llamados chin por los cuales se supone que fluyen los dos principios vitales opositores. Estas agujas contribuyen a estimular o desembarazar el paso del principio vital benéfico, o permiten que salgan las fuerzas vitales nocivas, restableciendo el equilibrio y por tanto la salud en el cuerpo. La acupuntura en nuestro medio es considerada como una medicina «alternativa», esto es, no oficial, en igualdad de circunstancias con la herbolaria, la osteopatía o la homeopatía para no abundar.
Su cada día mayor presencia en el ámbito médico heterodoxo en México obedece, como también sucede con la figura de las “otras medicinas”, al desencanto que la medicina ortodoxa genera entre un creciente número de nuestra población y varios son los razonamientos que se exponen para explicarlo. Independientemente del lugar y la importancia que puedan tener unos con otros, una de las razones radica en la creciente dependencia tecnológica que tiene la medicina ortodoxa u oficial, lo que le hace cada día más costosa y que promueve a paso creciente la inversión de la atención a los problemas de salud del paciente, entre el enfoque que se le da de “sujeto,” al de “objeto”. La burocratización de la atención a los problemas de salud constituye otro frente que decepciona al paciente quien con ello se convierte ahora en un “usuario” o “cliente” ante una organización jerárquica modulada muy rígidamente y con una visión ya gerencial de costos más que de eficiencia, y más de corte curativo que preventivo.
Por estas y muchas otras razones, la acupuntura (como las otras medicinas alternativas) gana adeptos. El enfoque que nos ofrece, también, sigue una tendencia que pretende ser holística y que parece conferirle al paciente un mayor control sobre su propio proceso de curación de una parte, contribuye a establecer una mejor comunicación y confianza entre paciente y médico, tiene un menor costo y sus riesgos parecen ser menores por la otra. Además, tiene aditivamente el atractivo de lo milenario, místico y simple (de lo novedoso, porqué no) de la activación del “principio vital” capaz de energizarnos en la lucha contra el mal (enfermedad), y de la simplificación integradora de la mente con el cuerpo al través de pequeñas agujas (que no fármacos potencialmente generadores de efectos secundarios indeseables) capaces de restablecer el equilibrio salud-enfermedad perdido.
Hoy en México, la medicina oficial u ortodoxa ha aguzado su báculo (en su acepción de término como sustantivo masculino) en símil de una aguja de acupuntura, en apoyo u alivio (en su acepción de término en sentido figurado) a las dolencias del pueblo con la expedición de la Norma Oficial Mexicana NOM-017-SSA3-2012, Regulación de servicios de salud. Para la práctica de la acupuntura humana y métodos relacionados, publicada en el Diario Oficial de la Federación el 18 de septiembre de 2012 y que con ello le confiere carta de naturalización a esta modalidad de medicina alternativa, paralela u heterodoxa.
Esta Norma define a la «acupuntura humana» al método clínico-terapéutico no medicamentoso, útil en el manejo médico, que consiste en la inserción de agujas metálicas esterilizadas de cuerpo sólido en puntos específicos, sobre la superficie del cuerpo humano y a los «puntos de acupuntura», a las pequeñas áreas específicas de la piel, distribuidas en la superficie corporal que son utilizados con fines diagnósticos y terapéuticos en acupuntura. La acupuntura humana podrá ser practicada por el profesional de la salud, que cuenta con título profesional o certificado de especialización, que hayan sido legalmente expedidos por institución de enseñanza superior o institución de salud reconocida oficialmente y la cédula profesional que corresponda, expedida por las autoridades educativas competentes, en particular: el médico especialista en acupuntura humana, el médico general y los especialistas en otras ramas de la medicina y odontología, con capacitación y experiencia en el uso y aplicación de este procedimiento terapéutico, así como el licenciado en acupuntura médica y rehabilitación integral, denominación o nivel académico homólogo, cada uno en sus respectivos ámbitos de competencia y responsabilidad profesional. El personal médico, los licenciados en acupuntura médica y rehabilitación integral, denominación o nivel académico homólogo, deberán integrar un expediente clínico de los pacientes, según corresponda; el personal técnico a que se refiere esta norma, deberá registrar en dicho documento la información relativa a su intervención en la atención del paciente, de conformidad con lo establecido en las Normas Oficiales Mexicanas, referida en los numerales 3.5 y 3.7 de esta norma. Los métodos relacionados en los que se apoya la práctica de la acupuntura humana y que pueden ser utilizados son: electroacupuntura, analgesia acupuntural, microsistemas, estimulación por láser, moxibustión, masaje tuina, electroestimulación, electrodiagnóstico acupuntural, sangría y ventosas. Los procedimientos de acutomoterapia, implantación de hilos biodegradables en puntos de acupuntura y farmacoacupuntura, serán realizados exclusivamente por personal médico acupunturista. Las personas físicas, morales, representantes legales o la persona facultada para ello, en los establecimientos para la atención médica ambulatoria y hospitalaria de los sectores público, social y privado, en los cuales se practique acupuntura humana y métodos relacionados, en su caso, podrán solicitar la evaluación de la conformidad respecto de esta norma, ante los organismos acreditados y aprobados para dicho propósito. La acupuntura no podrá emplearse como tratamiento único en aquellos padecimientos o desequilibrios homeostáticos que, por su gravedad o trascendencia, no estén demostrados sus beneficios (malformaciones congénitas y adquiridas, tumores benignos y malignos, infecciones bacterianas graves, infecciones virales; VIH, hepatitis y padecimientos que impliquen cirugía mayor), así como en aquellos que estén restringidos por otras Normas Oficiales Mexicanas, salvo en los casos de que sea utilizada como paliativo del dolor y terapéutica complementaria, para brindar una mejor calidad de vida de los pacientes con enfermedades en etapa terminal; en el caso de atención a personas con sobrepeso u obesidad, se deberán observar las disposiciones establecidas en la Norma Oficial Mexicana, referida en el numeral 3.2 de esta norma. En la práctica de la acupuntura, el profesional de la salud deberá mantener su instrumental en perfectas condiciones. Las agujas de acupuntura, agujas de tres filos, tachuelas y cualquier medio que se introduzca en el cuerpo humano -dice la Norma-, deberán estar previamente esterilizados de acuerdo con las normas oficiales mexicanas que al efecto determine la Secretaría de Salud; cada paciente tendrá su propio juego de agujas, intransferibles, conservadas en tubo de ensayo o recipiente debidamente rotulado, cuidando de no maltratar la punta de la aguja y re esterilizarlas cada vez hasta concluir el tratamiento. También se deberán utilizar testigos biológicos para el control de calidad de los ciclos de esterilización, aplicándose una vez por semana, tanto para hornos de calor seco, como para autoclaves. Además de cumplir con el mobiliario, equipo e instrumental descrito en las Normas Oficiales Mexicanas, referidas en los numerales 3.1 y 3.8 de esta norma, el equipo auxiliar y materiales para la práctica de la acupuntura humana y métodos relacionados que se pueden utilizar de manera opcional, son los siguientes: Acutomo, Balines y semillas, Electrodetector, Electroestimulador, Hilos biodegradables, Fármacos. Lámpara de rayos infrarrojos. Láser, Magnetos. Martillo de siete puntas, Moxas, Neurómetro, Ventosas.
Esta novedosa Norma sobre la práctica heterodoxa de la acupuntura en México amplía el horizonte de opciones para la atención a los problemas de salud de las personas sujetándola, sin embargo, a la responsabilidad de la ortodoxia oficial. Esperaremos las siguientes (que las habrá) Normas Oficiales Mexicanas que regulen la práctica de la homeopatía, osteopatía, quiropráctica, herbolaria, etc.

jueves, 7 de noviembre de 2013

Sin las manos atadas.

PARA PENSAR.
© DR. Xavier A. López y de la Peña
La razón y el corazón equivalentes del pensamiento y el sentimiento o, dicho de otra manera lo que es y lo que siento que es, se amalgaman de forma muy interesante en la vida del pensador Blaise Pascal (1632-1662) quien fue el precursor de la geometría proyectiva, inventor del barómetro basado en el experimento de Torricelli e iniciador también de las matemáticas aplicadas entre otras (razón) y que asimismo fue un incansable defensor de la fe cristiana del siglo XVII (corazón) con una frase suya que le personaliza de manera extraordinaria: "El corazón tiene sus razones, que la razón ignora".
Con lo anterior hacemos referencia a que el corazón y la razón concurren y pueden o no competir en el ser humano por detentar la verdad: cada cual su verdad.
Veamos este ejemplo sencillo: el miedo que una persona podría percibir en un lugar oscuro -y en general a lo desconocido- representa el dominio a su razón por el corazón que manda; da -o pretende dar- certeza de un peligro, de inseguridad, de desconocimiento, de algo que amenaza. Sin embargo cuando la razón poco a poco ilumina el lugar por intermedio del conocimiento y nos muestra su contenido, la amenaza se desvanece y el corazón pierde el control para cedérselo nuevamente a la razón.
Es así que la búsqueda de la verdad por la razón constituye el pensamiento filosófico. La interpretación racional del universo.
Desde el pasado remoto sigue causando dolor el trabajo de parto de este pensamiento filosófico cuya huella se remonta más allá de los límites de la historia y su evolución dio frutos en el siglo XVII o época del Idealismo cuando se establecieron los cimientos intelectuales, políticos y sociales del mundo moderno surgiendo uno de los intelectos más brillantes en la figura del filósofo francés Renato Descartes, el racionalista lógico, que propone en su "Discurso del método" un proceso consistente en cuatro pasos a seguir para -como dice- "bien dirigir a la razón y buscar la verdad..." con lo que establece las bases del pensamiento científico y que son:
1) No aceptar por verdadero lo que no se conoce como tal. 2) Fraccionar o dividir el asunto a tratar en pequeñas partes para mejor resolverlo. 3) Orientar al pensamiento para que éste vaya de lo más simple a lo más complejo y 4) No olvidarse de nada de lo que se esté examinando.
A este paso trascendente en la orientación del pensar, se agregó la lógica inductiva del «empirista» inglés, Francis Bacon, quien propuso que sólo a través de la experimentación -esta es su aportación- el hombre puede realizar el proceso que le lleve al conocimiento de la naturaleza y establece con ello los cimientos de la ciencia moderna que precisa de la experiencia para la consecución de su finalidad. De tal suerte que ya no sólo es el "pensar" lo que nos hará conocer -o aspirar a conocer- a la verdad, sino que habrá de sujetarse a la práctica para alcanzarlo.
La propuesta filosófica pretende entonces alcanzar la verdad por la razón y viene a la memoria un fragmento histórico griego mencionando que: "la naturaleza dio a los toros cuernos, a los caballos pezuñas, a las liebres rapidez, pero a los hombres les dio el pensamiento" -se dice en la obra del poeta griego Anacreonte del siglo VI a. de C.
Falta sin embargo un ingrediente de trascendental importancia para que la razón emprenda y siga en la búsqueda afanosa de la verdad: la libertad. Solamente la ausencia de límites al pensar dará luz verde a la razón. Hasta aquí puedes saber, hasta allá se te es permitido llegar, esto es así, aquello no tiene explicación y más son los apellidos de los argumentos que se esgrimen con más frecuencia para restringir a la libertad del pensamiento. ¿Por qué la razón -vía pensamiento- se restringe o puede restringirse de una u otra manera? La respuesta es sencilla: por el poder. El poder se ha ejercido -como enseña el escritor y futurista estadounidense, Alvin Toffler, en su obra "La tercera ola (1980)"- en tres variantes históricas subsecuentes: por medio de la "fuerza" que ejerce el mejor dotado físicamente sobre otro para someterlo, posteriormente a través de la "riqueza" que otorga control sobre otros mediante el dinero -capaz de comprar la fuerza de otros- y por último, con la "información" con la que pueden obtenerse dinero y fuerza para dominar al semejante en la época moderna. Podría pensarse que es ocioso creer que la fuerza, la riqueza o la información en sí puedan "controlar o limitar" el pensamiento; el que una persona pueda pensar lo que le venga en gana pero no es así, todos estos son elementos que pueden concurrir de forma aislada o conjunta para sojuzgar al pensar. Así el pensamiento o la razón -y por ello la búsqueda de la verdad- solo podrá alcanzar legitimidad y plenitud mediante la libertad de su adquisición -información, conocimiento- y expresión tanto intrínseca como extrínsecamente. Cualquier medio o forma que le impida conseguirlo y/o expresarse representará al poder ajeno que intenta sojuzgarle o someterle. Podrá considerarse que su expresión en libertad sea correcta o incorrecta al entender de cada persona, sin embargo, en la pluralidad de ideas y su confrontación radica el germen de la verdad. Ya el historiador y filósofo francés, Voltaire (François-Marie Arouet) lo dijo de manera sencilla en relación a esto: "estaré en desacuerdo con lo que dices, pero defenderé con mi vida tu derecho a expresarlo". Al estudio y evolución del pensar libremente se podría agregar un ingrediente más: el de la duda sistemática razonada propia del "radicalismo humanista" -como definió Erich Fromm a la forma de orientación que sigue el pensador Iván Illich- que somete y cuestiona todo lo dado por "hecho", destrozando el candado que le impone al pensamiento la "verdad" del momento. Esta es la libertad que hace añicos la falaz interpretación que otorga el calificativo de "buena, cierta, adecuada o correcta" una teoría, una medida, un procedimiento, una práctica y una idea o concepto.
Cuando "algo" se da por hecho es como si tuviéramos las manos atadas y se nos impidiera coger otras cosas. Cuando no existen las ataduras tenemos libertad para explorar alternativas que redefinan los "hechos" y vayamos a la búsqueda de "otra" verdad mediante la razón; a la explicación del universo sin ataduras a la razón -lo que es- , cediendo cada día mas el corazón -lo que siento que es- su terreno.

martes, 15 de octubre de 2013

Radicalismo humanista

IVÁN ILLICH (1926-2002)
“Describí el impacto del sistema industrial sobre el medio ambiente, sobre sus relaciones sociales y el carácter social sucesivamente, en el espejo de las grandes instituciones que este sistema excretó: la escuela, la empresa internacional, el transporte y la medicina.”
Némesis Médica, 1976.
© DR. Xavier A. López y de la Peña.
Pocos personajes contemporáneos ha dejado tanta huella en la historia de las ideas como el intelectual austriaco Iván Illich fallecido en Bremen, Alemania, el 2 de diciembre de 2002. Controversial, sería el calificativo más suave que pudiera aplicársele a este hombre que Erich Fromm clasificó dentro de una corriente de pensamiento a la que llamó como radicalismo humanista. El discurso que fomenta su lúcido pensamiento siempre fue impactante. Como un puño cerrado dieron en la faz del orgulloso establishment, una y otra vez y en varias de sus caras, sus palabras. Vaya esta frase de ejemplo sobre su punto de vista sobre la escolarización:
“Lo que hemos aprendido «apunta Illich» es que al obligar a todos los niños a subir por una escalera de educación abierta no realzamos la igualdad sino que favorecemos al individuo que empieza antes, al más sano, o al mejor preparado; que la instrucción obligatoria apaga en la mayoría el deseo de obtener conocimientos independientes; y que el conocimiento tratado como mercancía, distribuido en paquetes, y aceptado como propiedad privada una vez adquirido, siempre será escaso;” y esta otra sobre la atención sanitaria: “Mientras que en las favelas, villas miserias y ranchitos, donde se concentra un 90% de la población, la disentería amibiana sigue siendo un mal endémico, los doctores latinoamericanos reciben, en el New York Hospital for Special Surgery, un entrenamiento que luego aplicarán a unos pocos.” [y] “La medicina institucionalizada ha llegado a ser una grave amenaza para la salud. El impacto del control profesional sobre la medicina, que inhabilita a la gente, ha alcanzado proporciones de una epidemia.”
El tono de las frases precedentes no denota, sin embargo, la agudeza lacerante con la que acostumbra fustigar con su radicalismo humanista al establishment médico como la de que “Ha llegado el momento de quitar de las manos del médico la jeringa, como se quitó la pluma de las manos del escriba durante la Reforma. La mayoría de las enfermedades curables hoy en día se pueden diagnosticar y tratar por profanos. A la gente le resulta muy difícil aceptar esta declaración, porque la complejidad del ritual médico les ha ocultado la simplicidad de sus instrumentos básicos.” Nacido en Viena el 4 de septiembre de 1926, fue hijo de un croata católico y una judía sefaradita. Fue expulsado de su ciudad natal en 1941 a causa de las leyes raciales nazis. Completó sus estudios en Salzburgo, Austria; Florencia, Italia; y Roma en donde se ordenó como sacerdote. Políglota y dedicado a la enseñanza, dio su vida en la aulas de Europa y América enseñando ciencias políticas, historia medieval, arquitectura y sociología entre otras. Iván Illich fue un provocador irreconciliable y un crítico no marxista de las instituciones en las que se basa la economía contemporánea. En Cuernavaca, Morelos, fundo junto con Valentina Borremans y otros el Centro Intercultural de Documentación (CIDOC) en 1961 cuyos objetivos eran “ayudar a disminuir el daño que la ejecución de la orden que el Papa Juan XXIII daba en 1960, y en la que encargaba a todos los superiores estadounidenses y canadienses que enviaran el diez por ciento de sus fuerzas efectivas, entre sacerdotes y monjas, a América Latina en el curso de los diez años siguientes para salvarlos de la amenaza del «castrocomunismo».” La oposición de Illich se basaba en que él consideraba que las personas que fueran enviadas recibirían un fuerte daño, y de que sólo serviría de propaganda para incentivar el desarrollismo. Su experiencia en Puerto Rico le había enseñado que eran muchas las personas que sufrían severos daños, sino completamente su destrucción cuando, se les enviaba “de por vida” a trabajar en beneficio de los pobres. Su enfrentamiento con la autoridad de la Iglesia hizo al Vaticano llamarlo a cuentas en 1968 ante la Congregación para la Doctrina de la Fe. Illich rehusó contestar tal cuestionamiento y renunció al sacerdocio un año después.
Las llamadas por él «excretas del sistema industrial» que arman y fundamentan la economía contemporánea fueron sus blancos preferidos. Sobre el hacer médico, sobre la “medicalización”, indicó que “la medicina se ha convertido en la mayor amenaza para la salud; diciendo que la depresión, infección, incapacidad y el mal funcionamiento que vino desde su intervención, causa ahora más sufrimiento que el de todos los accidentes de tráfico y de la industria, y de que solamente el perjuicio orgánico causado por la producción industrial de alimentos puede rivalizar con el deterioro de la salud causado por los doctores. Por añadidura, la práctica médica patrocina la enfermedad reforzando a una sociedad morbosa que no sólo protege sus anormalidades sino que engendra al cliente del terapeuta de un modo cibernético.”
Finalmente –sigue diciendo-, las llamadas “profesiones para fomentar la salud” tienen un poder indirecto repugnante, una eficacia estructuralmente negativa para la salud. Ellas transforman al dolor, a la enfermedad y a la muerte, de un desafío personal, en un problema técnico y de ese modo enajenan la eficacia de la gente para habérselas con su condición humana con plena autonomía. Su obra Némesis médica fue escrita -según aclara- y hecha para los legos en la materia, sin embargo, considero que debe ser una lectura obligada para todas las personas que ejercen la medicina. Ciertamente, a una generación de distancia, sus conceptos y percepciones se adecuan fácilmente a los tiempos actuales. Sigue por tanto siendo la Némesis, la diosa de la venganza divina que a partir del siglo IV a. C. se pasó a considerarla como la guardiana del orden universal, responsable de la moral e instrumento de la justicia que aseguraba una distribución más equitativa de los favores divinos, la que nos anuncia la venganza o el castigo a la insensatez y soberbia con el que la sociedad industrial conduce el hacer médico. Némesis médica es una obra de reflexión y crítica a la medicina. Otras voces sin embargo y lejos de entender la profundidad de su crítica sienten herido su orgullo y proclaman que a Iván Illich, algún médico le pasó unos honorarios que no le parecieron correctos y la tomó con nosotros. Illich fue un hombre inquieto, ávido por expresar y compartir sus ideas acerca de todo aquello que le atormentaba. Vivió en su lucha por exhibir, y con ello posteriormente domeñar, a los demonios que la industrialización de la sociedad había liberado. Vivió entre el pasado profundizando con sus “medievales”, y el presente, destacando el valor de la autonomía, la hospitalidad y la amistad; mirando siempre al futuro disecando el cuerpo de la sociedad industrial para que, en símil con el célebre anatomista belga Andrés Vesalio (1514-1564) que en los albores del renacimiento nos mostrara el cuerpo humano tal como es y desterró por siempre los errores de Galeno, en la esperanza de que los que vienen reconozcan sus yerros y corrijan el entuerto para bien de la sociedad.
La tesis central de Iván Illich recalca que ninguna institución tradicional desarrollada en la sociedad industrial cumple con las necesidades del mundo actual, particularmente la más nefasta de ellas: la escuela, ya que la educación que tradicionalmente ofrece se ha transformado en una mercancía sin valores éticos y concebida únicamente como un importante instrumento para la formación de escolares utilitaristas y competitivos. Las ideas de Iván Illich no murieron con él en diciembre del 2002. Siguen siendo vigentes las ideas del intelectual que exhibió las cadenas que aprisionan a las instituciones que fundamentan la economía contemporánea: la escuela, la salud, el desarrollo y el consumo de energía. Que otros se ahoguen entre sus eslabones, ciegos ante los sólidos argumentos de este pensante y lúcido liberador.

viernes, 13 de septiembre de 2013

Algo sobre Sectas

SECTAS, SALUD Y FE.
© DR. Xavier A. López y de la Peña
Diez y ocho anillos conforman la verdad reveló un loco, truhán, iluminado o místico. ¿Cuántos de ellos serán mentiras?, ¿Quién decide?, ¿Quién sabrá?, ¿Cuánto daño causará?, ¿Quién lo controlará?
La fe, suele decirse, mueve montañas es el aserto inicial. Ciertas personas con dotes y un carisma particular han tenido la facultad de crear ideologías capaces de impactar en lo más profundo el intelecto de sus semejantes ávidos, consecuentemente, de obtener dichos satisfactores que pueden ser: explicación, consuelo, reconocimiento, trascendencia, recompensa, perdón, salvación, inmortalidad y muchas otras. Estas ideologías se conforman hoy como religiones y, derivadas de ellas ciertas sectas, aunque este calificativo no suele ser bien recibido por sus integrantes, ya que consideran como más adecuado el llamárseles Iglesias (esto es, congregación de fieles que profesan una religión). Así, una secta se refiere a un grupo de personas que en reunión profesan alguna forma de religión escindida de otra. De hecho, el vocablo secta deriva del latín sectura que significa cortadura, incisión y suele aplicarse a un grupo de individuos que, profesando un culto religioso principal, se apartaron posteriormente de él pero conservando algunos nexos importantes. ¿Porqué se separan ciertas personas de su tronco religioso inicial? Seguramente es porque no les satisface, porque no es capaz aquél de completar las aspiraciones personales o porque se entra en conflicto con ella por mil y una circunstancias. Se convierten en verdaderos apóstatas que entretejen sus particulares concepciones, interpretaciones y formas de actuar a partir de su religión original, ya de manera profundamente convencida de sus bondades en ocasiones rayanas en lo místico o de forma mezquina para hacerse de poder y dinero, elemento siempre cercano y contaminante, en mayor o menor grado, de todas las religiones en el mundo.
Las religiones y las sectas giran en torno de la relación interpretativa entre el ser humano y la idea de Dios, siendo puntos particularmente sensibles los referentes a su origen y destino, la vida en suma aún antes de iniciarse o ya después de extinguirse.
El russelismo creado por Charles Taze Russell en 1874 y que cambió de nombre al de Testigos de Jehová en 1931 es un ejemplo de ello. Particularmente ha sido controversial en ciertos sectores de la sociedad su resistencia a la aceptación de sangre (elemento vital por excelencia) por vía transfusional dado que se sigue de forma literal la orden de Jehová dada al patriarca Noé de no comer la carne con su alma. Esta práctica judía tan antigua sigue siendo válida aún para los propios judíos al seguir el ritual kosher de comer sólo la carne que previamente ha sido privada de su sangre, tradición que sin embargo no se siguió posteriormente en el catolicismo como corriente derivada del judeo-cristianismo. La Biblia ha sido fuente en la que abrevaron otros ideólogos que le interpretaron de diversa forma también. El estadounidense y predicador laico metodista, William Miller (1782-1849) predijo, en base a sus estudios sobre el Antiguo Testamento, que el mundo se acabaría el día 22 de octubre de 1844 y como ésta, y otras predicciones no se cumplieron, los seguidores del Sr. Miller parecieron desencantarse hasta que llegó la recia y enorme figura de la cristiana, también estadounidense, Ellen Gould Harmon de White (1827-1915), quien afirmaba haberse comunicado directamente con Dios a través de un ángel y que le había explicado que no se trataba en realidad del fin del mundo como había predicho el Sr. Miller, sino del inicio del periodo del fin del mundo, conocido como el periodo de la Gran Encuesta de la que sólo al final se habrían de salvar únicamente sus conversos. Los milleristas impulsados fuertemente por las ideas nuevas de la Sra. Harmon que, en nueve volúmenes escribió las Revelaciones celestiales que se sucedieron en las Tablas de la Ley Adventista y que se conformaron en torno a la Iglesia Adventista del Séptimo Día, también tienen la prohibición de aceptar las transfusiones de sangre, además de las de comer carne de cerdo, beber café o té. Imponen ellos el diezmo como aportación de cada uno de sus miembros a la congregación y profetizan la lucha que habrá de librarse contra ellos por parte de los católicos cuando se llegue el fin del mundo . Llegado el momento los adeptos a su Iglesia habrán de ser auxiliados por ángeles tras los cuales vendrá Jesucristo montado a caballo. Resucitarán entonces los Justos y serán llevados a la Gloria en carruajes alados. De extraordinaria y sobresaliente fuerza también, es la historia de la Sra. Mary Baker nacida en una granja de Bow, New Hampshire. E.U.A. el 16 de julio de 1821 y fundadora de la Ciencia Cristiana, ideología religiosa o «secta» que enfatiza la curación de los pacientes como un elemento esencial para la salvación de la humanidad en su conjunto. Dicha curación por mediación de la Ciencia Cristiana se aparta sensiblemente de la curación por la fe a secas, los métodos sugestivos o incluso de la psicoterapia ya que no se trata de tener una fe ciega, sino guiada siempre por la comprensión de Dios como verdad y amor infinitos que conducen a la mente humana hacia él. La Sra. Baker (la lisiada histérica calificada así por el neurólogo y psiquiatra español, Gonzalo R. Lafora) que evidenciaba desde la infancia una naturaleza enfermiza, poseía así mismo un temperamento muy fuerte capaz de dominar a los demás y de lograr todo lo que se proponía con una tenacidad admirable. Su carácter catalogado como neurótico fue moldeado en un ambiente familiar de rígidas creencias calvinistas de las que se apartó no sin fuertes sinsabores de adolescente contestataria y crítica. Padeció severas y frecuentes crisis religiosas-físicas que le llevaban a la cama por períodos prolongados que aprovechaba para profundizar en lecturas religiosas e iniciarse en la práctica de ciertos sistemas terapéuticos como la homeopatía y el espiritualismo. Luego de dos matrimonios tormentosos y llenos de sinsabores y problemas trabó amistad con el Sr. Phineas Parkhurst Quimby, relojero y maestro espiritual que gustaba de realizar curaciones por medio de la fe y quien, al morir, le dejó como herencia un manuscrito que guardaba celosamente. La Sra. Baker aderezó el voluminoso manuscrito con innumerables citas interpretativas de textos bíblicos hasta darle forma final a su obra Ciencia y salud con la llave de las Escrituras que vio la luz pública en 1875 con un éxito asombroso. Para la medicina alopática oficial, la Ciencia Cristiana representa un comprensible reto porque su modelo de enfermedad o alteración se sustenta en la premisa de que ésta es algo irreal o ilusorio . Están convencidos de que el enfermar es sólo el producto de un raciocinio equívoco; que todo se debe a un desatino consciente o inconsciente y que la única forma de resolverlo radica en conocer cuál fue el origen de la idea perturbadora y contrarrestarla mentalmente negándola con apoyo de las palabras de Dios: «... Yo soy la resurrección y la vida; el que creyere en mí aunque estuviera muerto, vivirá; y el que viva y creyere en mí nunca morirá.», «Busca primero el reino de Dios y su rectitud y todas las demás cosas te serán dadas.» La Ciencia Cristiana escinde también al ser humano en mente y cuerpo privilegiando a la oración y la fe para oponerse a la enfermedad, el mal, que no puede tener por lógica un origen divino. Los Practicantes de la Ciencia Cristiana de forma general y amplia son informados previamente de que los “casos” que habrán de tratar serán, en una gran mayoría, difíciles e infructuosos a pesar de la oración. Posiblemente el fracaso se deba a que el sufriente no encuentra la guía divina en la que debe depositar toda su fe. No se trata de una autocuración, si ésta llega, por medios individuales sino por la influencia directa y orientada por Dios. Se estimula entonces de forma reiterada al sufriente a que asuma una actitud férrea frente a sus problemas luchando con amor, comprensión, paciencia y oración. Cada domingo por la mañana llegan a la Iglesia central de Boston, en E.U.A., como en otros lugares en el mundo, las personas previamente aceptadas por ella, leen versículos de la Biblia y partes seleccionadas de la obra de la Sra. Mary Baker-Eddy (la “papisa de Boston” como se le llegó a conocer), cantan a coro y con vehemencia algunos himnos y terminan intercambiando testimonios varios sobre la cura, por medio de su religión, de sus múltiples alifafes.
Aquí en nuestro país operan oficialmente 285 sectas y miles más de forma extraoficial. Muchas de ellas corresponden a la clasificación de "sectas destructivas" en la que las personas que lo integran siguen un movimiento religioso o ideológico en el que se ejerce el control mental y cuyas consecuencias pueden ser peligrosas tanto para sus propios miembros como para el resto de la sociedad y rayar en la violencia con enfoque suicida, homicida o genocida, enmascaradas bajo la fachada de asociación cultural, deportiva, política, religiosa o de atención a problemas de salud, entre otras, donde persuaden coercitivamente a sus miembros mediante la seducción, la impronta de ideas apocalípticas y mesiánicas sobre las que impere la salvación o la curación, al tiempo que se allegan de jugosos recursos económicos para perpetuar e incrementar el nivel de su influencia, poder y control de la persona y su entorno. Estas sectas en algunos países han sido catalogadas como destructivas o peligrosas y por lo mismo prohibidas, por lo que a menudo actúan en la clandestinidad.
Recuérdese la denunciada Secta Neo Nazi que infiltró al gobierno federal del PAN en México (Jacobo Zabludovsky. El Universal, 21 de enero de 2013). ¿Qué sabe usted acerca de las siguientes sectas: La Nueva Jerisalén, Narcosatánicos, La Santa Muerte, Misiones de Shaddai, Iglesia Cristiana Restaurada, Iglesia de la Luz del Mundo, Cienciología o Defensores de Cristo? Contra el avance creciente de éstos movimientos sectarios, como ha ocurrido en Francia por ejemplo, se emitió la Ley About-Picard del 12 de junio de 2001 para fortalecer la prevención y represión de los movimientos sectarios que afectan a los derechos humanos y las libertades fundamentales. Dicha ley refiere que puede ser impuesta, conforme a lo dispuesto en el su artículo inicial, la disolución de toda persona moral, independientemente de la forma jurídica de su objetivo legal, que lleve a cabo actividades con el propósito o el efecto de crear, mantener o explotar el sometimiento psicológico o físico de las personas que participan en dichas actividades, cuando éstas se realizaren en contra de la corporación, de ellos mismos o de sus dirigentes, de derecho o de facto, con condenas penales firmes por una u otra de las infracciones que en seguida enumeran.
Podríamos preguntarnos entonces, ¿cuándo se establecerá en México una Ley contra daños ocasionados por Religiones o Sectas?

lunes, 5 de agosto de 2013

De los médicos.

CONCEPTOS DEL SIGLO XIX SOBRE LOS MÉDICOS
© DR. Xavier A. López y de la Peña
Uno de nuestros más ilustres historiadores mexicanos, Francisco de Asís Flores y Troncoso (1852-1931) en su enorme aunque cuestionada obra -su Tesis recepcional de médico, título que por cierto, nunca obtuvo-, Historia de la medicina en México desde la época de los indios hasta el presente, publicada en 1888, tomamos las siguientes observaciones hechas como una auto reflexión del autor sobre la moral médica de sus tiempos y que nos recuerda, aún hoy, la frase de que “no hay nada nuevo bajo el sol”. Vivir para los demás, y antes que todo ser médico, y vivir todo para los médicos y la Medicina: he aquí dos de los principales aforismos de dos distinguidos médicos, aforismos que la moderna filosofía ha incrustado en el código de moral del médico, marcándole el camino que debe seguir en el espinoso calvario de la práctica.
He aquí en pocas palabras, cual es, por lo general, para con la sociedad en que vivimos, el carácter del médico mexicano. El médico nacido en esta bellísima parte de América, es afable en el trato, cumplido caballero en su conducta, medido en su lenguaje, tan reservado como las circunstancias lo exigen, y caritativo hasta donde le es posible con el humilde y con el necesitado. Y no debía ni podía ser de otra manera. Corriendo por sus venas la sangre latina bajo sus varios matices, y la sangre indígena pura y sin mezcla, tiene la galantería que distingue a los hijos de Francia, el fuego de los hijos de Italia, la hidalguía española, la reserva y prudencia de las razas indias, y la caridad, atributo común de todas estas razas. Todo esto no quiere decir, sin embargo, que no haya personas que conservan la fama de que fueran altamente groseras para tratar a los enfermos; pero a la verdad se puede asegurar que son pocos, y que generalmente sólo lo son los médicos jóvenes, que orgullosos con la pedante erudición que han sacado de las aulas, que empiezan a ejercer con aspereza la profesión, hasta que después de no pocas severas lecciones que les da la experiencia y de miles de reveses, se empiezan a hacer asequibles y después afables para tratar a sus clientes, aun a los menesterosos, que en último análisis no son sino el primer escalón por donde han empezado a ascender a sus respectivos puestos todos los médicos.
Actualmente, la moderna filosofía positiva (siglo XIX) ha inculcado en la conciencia de nuestros jóvenes facultativos saludables principios. Ella ha prohibido las conferencias secretas; ella ha hecho excluir del ejercicio las prácticas reservadas; ella ha proclamado muy alto la conveniencia de la unión de todos los miembros del gremio, y ella, en suma, ha recomendado a los hombres todos, que en los actos de la vida, tanto los públicos como los privados, nunca esquiven la responsabilidad de sus actos, haciéndolos públicos, con lo que ha puesto un hasta aquí a los abusos e inconveniencias que todas estas prácticas antiguas traían consigo. Actualmente en nuestro ejercicio, como decía el Sr. Erazo, “... La responsabilidad empieza en donde la conciencia acaba, y esta no falta al médico cuando no se aparta de los hechos repetidos y bien observados”. Hay, sin embargo, dos defectos capitales en algunos de nuestros médicos: el escepticismo en algunos, la poca o ninguna caridad en otros. Ya es necesario que abandonen muchos de nuestros prácticos ese escepticismo sobre los alcances de nuestra terapéutica, y esa incredulidad sobre las conquistas efectivas de algunos estudios modernos, como la Histología y la Histoquimia, conquistas que sólo juzgan como meras ilusiones de óptica o como creaciones de la fantasía; pues si bien sería un gran defecto la credulidad extremada, el escepticismo no puede menos de traer en el médico el desaliento; la poca o ninguna fe en el desempeño de la sagrada misión de su sacerdocio, que ejerciéndolo sin conciencia, queda reducido a una simple superchería, y el hastío, cuando el médico, el primero, no debe olvidar en ninguna circunstancia de la vida, que su profesión, la Medicina, no es jamás estéril, en la absoluta acepción de la palabra, pues que, como Auber ha dicho, cuando no alcanza el bien que se propone, vigilante y bienhechora consuela y fortifica al enfermo, y esparce a su derredor el perfume saludable de la esperanza, don el más precioso de todos.
Y ¿qué decir de la falta de caridad de algunos de nuestros compañeros; de esa caridad, don inestimable, de que debieran estar dotados más especialmente todos los médicos sin excepción, cualesquiera que fueran sus ideas y sus creencias? ¿Qué decir de los médicos avaros que se hacen pagar con usura un renombre adquirido quizás en medio de las vicisitudes de la vida; que no dan un paso, que no distraen una mirada, ni menos pierden el tiempo en recetar a un paciente, si antes no les asegura una exagerada recompensa, y que, en cambio, cuando ven en lontananza un pingüe negocio, se despierta en ellos una febril actividad? No podemos decir otra cosa sino que son mercaderes de la profesión. Felizmente esta clase de tipos escasean entre nuestro distinguido cuerpo facultativo, y no forman sino excepciones, excepciones que en todas partes y en todos los tiempos ha habido siempre y habrá mientras la humanidad sea humanidad. Y estos médicos debieran recordar que si la vida, como dice Auber, se revela en el estremecimiento de la sensitiva; sí se manifiesta en el movimiento de los astros y de los animales; sí se pinta en los trabajos de los hombres, y sí se contempla en la creación: la más bella y sublime manifestación de esta vida es su encarnación en los actos de la caridad hechos en los semejantes, pues que no debieran olvidar que el hombre, sin esa virtud, es como cuerpo sin alma, como flor sin perfume, como música sin armonías y como día sin aurora y sin crepúsculo. Al médico, en efecto, como dice Cabanis, es a quien toca llevar caritativo, al enfermo dolorido, los consuelos más dulces de su profesión; él es quien puede penetrar más adentro en la confianza del infortunio y de la debilidad, y él es quien puede verter sobre sus llagas el bálsamo saludable de la caridad.
Pero es necesario confesar también que para que el médico pueda dedicarse enteramente a su sacerdocio, debe buscar en los enfermos, según decía un antiguo profesor mexicano, el Sr. Robredo, tres cualidades que no en todos se hallan: fe en la Medicina, esperanza de la curación y caridad con el médico, y esta última, generalmente escasea mucho entre nuestra sociedad, que pretende exigir del facultativo más de lo que permite la filantropía universal; cometiendo con él frecuentes abusos; negándole sus honorarios; escatimándoselos cuanto puede, creyendo que por sólo el hecho de ejercer tan abnegada profesión está obligado a todo; que para él no debe haber descanso que apetecer, ni necesidades urgentes que llenar, sino que debe ser su verdadero esclavo: errores todos contra los cuales ya es tiempo de protestar. No es justo permitir, y hagámoslo así saber muy claro a la sociedad, que se nos reciba al tocar la alcoba de los enfermos y se nos despida al salir del dintel de las casas, llenándonos de bendiciones y recordándonos el premio que Dios tiene asignado a la caridad, pero sin pagarnos los justos honorarios, porque los médicos, lo mismo que los miembros de las demás profesiones, tenemos también necesidades que satisfacer, y obligaciones que llenar, y deber es de esa sociedad a quien servimos, contribuir con su óbolo para nuestro conveniente sostenimiento y para el de una vida consagrada toda al alivio de los dolores de la humanidad. Respecto de las relaciones que guardan nuestros médicos entre sí, sólo podemos decir, que creemos que, como en todas partes, es imposible hacer desaparecer esas jerarquías que hacen establecer la edad, el talento y el dinero.
En tesis general, creemos, pues, poder decir, que los preceptos de la moral médica forman el decálogo supremo de la mayor parte de los médicos mexicanos. De ellos podemos asentar con el eminente facultativo español Gimeno: que en la cátedra pública donde vierten las semillas del saber; que en la práctica de las ciudades donde tiemplan y consuelan las amarguras de las miserias que dora el vicio y en la de los pueblos donde sufren los tormentos de la ignorancia; que en los tribunales ante los que dirigen la justicia con el recto criterio de la ciencia que nunca transige más que con la verdad; que en los hospitales cuya atmósfera agota su salud; que en el lazareto cuyos peligros no les arredran; que en el buque perdido en lejanos mares donde sufren las soledades y las inclemencias del elemento; que en el manicomio frente a frente del sombrío sueño de la razón que procuran sondear; que en el campo de batalla en donde no pocas veces de fríos espectadores se convierten en valientes soldados; que en todas partes, en fin, donde hay algo que enseñar, dolores que disminuir, desgracias que atender: en donde quiera se les encuentra, siempre heroicos y serenos siempre, consoladores y sublimes, pues que la ciencia los inspira, la caridad los guía y la ciencia los sostiene. Y aquí debemos consignar, que si esa moral los guía, y si observan sus preceptos, todo no es sino por inspiraciones naturales de su corazón, pues que si en un tiempo (todavía en el año de 1860) se les inculcaba en la Universidad esas enseñanzas, en nuestra Escuela nunca las ha habido y casi son desconocidas, no obstante que son tan necesarias para la juventud, que poco avezada a las peripecias de la vida práctica, necesita ahora, más que nunca, de sabios consejos, de buen ejemplo y de la enseñanza de sanas y severas prácticas.
Para terminar, nos atreveríamos a afirmar sin hipérbole, del gremio médico mexicano, parodiando lo que decía del Cuerpo francés el célebre Conde de Salvandy: que por sus condiciones de estudios, por sus luces, por sus servicios, y, lo que vale más aún, por su abnegación siempre caritativa y frecuentemente heroica, es una parte esencial y considerable de la sociedad mexicana, y que su constitución importa a los intereses más caros y elevados del Estado.

miércoles, 10 de julio de 2013

Surrealismo

XILITLA.
© DR. Xavier A. López y de la Peña.
Porque he visto tanta belleza como rara vez se puede ver, estaré agradecido de morir en este pequeño cuarto, rodeado de la floresta, de la gran penumbra verde de los árboles, mi única penumbra –y del murmullo, el murmullo del verdor [...]
Edward James
La capacidad creativa del ser humano es enorme. Sus derroteros son también disímbolos y amplísimamente contrastantes, sin embargo, el crear algo es inherente a la humanidad. Bien lo dice la frase que “de músico, poeta y loco todos tenemos un poco” para señalar el deseo artístico y creador de cada uno de nosotros. Edward Frank Willis James (1907-1984) mejor conocido en México como “el inglés”, es uno de los personajes que dejó en un lugar conocido como Las Pozas en Xilitla, S.L.P. una muestra de su capacidad creativa desbordada. Incrustada en la Huasteca potosina y sobre un accidentado terreno sobre la ladera del monte Xilitla (lugar de caracoles) se extiende el desarrollo onírico-quimérico-creativo del “inglés” sobre una superficie agreste de 40 hectáreas.
Durante el recorrido de esta muestra arquitectónica surrealista la razón y el corazón chocan (esta es una interpretación personal) y plantean preguntas ávidas de respuesta: ¿qué sentido tiene construir tantos elementos obtusos, inútiles e inertes en medio de una maravillosa infraestructura natural palpitante y desbordante de vida? ¿Porqué se dilapidan 5 millones de dólares en irreales construcciones coloridas en el centro de una comunidad con necesidades sociales primarias insatisfechas?
La obra considerada artística (de hecho, todo lo es) despierta emociones varias en el espectador si le mira o le escucha. Puede agradarle o desagradarle, sus tonalidades, su textura, sus combinaciones, su representación, su forma, su contenido, su expresión, su idea, etc. La casa del “inglés” en Xilitla causa emoción ciertamente. Es la expresión concreta de una mente atormentada por el hastío con fuertes rasgos psicopatológicos y posiblemente influenciados por drogas psicotrópicas. A los 15 años de edad -recuerda el mismo Edward James- “un día en presencia de mi madre, estallé en sollozos incontrolables y sólo pude explicarme diciendo: ¡Ya no puedo soportarlo más... no puedo... no puedo!” La naturaleza vívida, incontenible y exuberante engulle progresivamente la obra del “inglés” sobreponiéndosele. Hace falta mucho esfuerzo humano para mantenerla a raya, contribuyendo con ello a lucirla como “una obra incorporada” al paisaje natural. Desbordada la imaginería combinando formas y colores, la obra del “inglés” mezcla intrincados simbolismos entre los que destacan las escaleras que llevan a ningún lugar y las puertas o ventanas que no se incorporan a nada. Una representación de búsqueda sin encuentro, un destino incompleto, una insatisfacción expresada íntimamente. La construcción “jamesiana” como todo constructo surrealista en totalmente impráctico, arquitectónicamente opuesto a lo funcional y útil. Tiene también su expresión religiosa con la vereda de las serpientes que nos muestra a siete serpientes de piedra proyectándose desde el suelo y que representan a los siete pecados capitales, la plaza de san Isidro y la puerta de san Pedro y san Pablo. Incongruencias no sólo estéticas sino reales como la bóveda de los murciélagos que tiene en uno de sus muros un altorrelieve con motivos egipcios presididos por Ra, el dios sol de su mitología, en contraposición al quiróptero al que se le dedica, conocido como el rey de las tinieblas o de la noche.
Edward James incorporó al paisaje de Las Pozas su inconsciente probablemente atormentado y retuvo a la misma naturaleza en libertad en jaulas (casa de los flamencos, casa de las aves, casa del ocelote, casa de los pericos, corral de venados, casa o bóveda de los murciélagos, templo de los patos) en un acto de posesión del entorno estático y dinámico como diciendo: yo soy yo y la naturaleza. Su obra es la obra de un solitario luchador por conocer su destino, por conocerse a sí mismo en una expresión artística surrealista en que campean los símbolos inacabados de su vivir sin sentido. La obra de un ególatra que se asume como única parte de la naturaleza, la expresión misma de la primera persona del singular dejando fuera a todos los demás. Una plancha de cemento en la parte alta de la selva de Las Pozas, con la forma del cuerpo del “inglés” en la que solía recostarse a reposar rodeado de velas encendidas, constituye el monumento a tal aseveración.
Las Pozas, en Xilitla, S.L.P. fue el oasis en el que el “inglés” Edward James sació su sed de identidad incorporando al paisaje sus sueños, sin integrarse al suelo potosino o mexicano, sin aprehender la esencia de lo humano a su derredor. Nada de lo construido tiene visos de la más mínima influencia mexicana, ni siquiera un nombre de raigambre local como podría haber sido “papalotitlán” (lugar de las mariposas) en alusión a estos lepidópteros tan abundantes en ése lugar. Columnas, arcos, flores estilizadas, caminos, puentes, puertas y ventanas evidencias su armamentarium cultural neogótico delirante y en ofrenda a sus mentores y admirados que no disimula en homenajear: Max Ernst y Henry Moore. Conoce a Leonora Carrington y Salvador Dalí a quien patrocina y a muchas otras personalidades; vive de la imaginería fantástica y pretende conocerse al través de los intrincados laberintos del surrealismo. Su vida se expresa de esta manera: inexplicablemente, y su contacto con Erich Fromm en México tal vez no fuera sólo casual y le hubiera ayudado a tratar de descifrar su psicopatología desde el punto de vista profesional. Su huella en tierra mexicana lucha por perpetuarse contra los embates de la naturaleza que engulle inmisericordemente la obra del “inglés”. Los mexicanos que le sirvieron no dejaron en él ninguna huella aparente. El tampoco dejó una huella de humanismo en México. Las Pozas, Xilitla, S.L.P. fue un accidente en la vida agitada de Edward James, como podía haber sido un lugar en Borneo, Paraguay o en el archipiélago Malayo. Edward James viajaba y vivía buscándose. La obra del “inglés” se muestra como un monumento a la egolatría, una expresión artística que combina formas y figuras caprichosas entremezcladas con la naturaleza feraz de Las Pozas, Xilitla, S.L.P. cuyas estructuras antaño coloridas se muestran desteñidas, sin calor. Asombra, ciertamente, la capacidad creativa del “inglés”. Su obra contrastante en competencia desleal con la naturaleza del lugar dejó, sin embargo, su huella fría en monumentos de piedra, carentes de calor, ausente del tú y del nosotros.
Al conocer la “casa del inglés” me sentí ausente; nada me ligaba gustosamente al surrealismo circundante en el medio de su arquitectura fantástica. Admiraba la capacidad creadora en sus formas delirantes y sufrí el vacío de Edward James. El poeta y loco que luchaba afanosamente por su identidad, el ególatra que se hacía llevar en andas por los caminos inhóspitos de su contra-naturaleza ideológica radicada en Xilitla como un faraón, dueño y señor de su mundo privado.
Las Pozas, Xilitla, S.L.P., en el mismo corazón de la Huasteca potosina es el monumento surrealista a la memoria del inglés Edward James, el multimillonario que tuvo todo sin tener nunca nada. Un derroche de recursos integrados al paisaje selvático de la ladera del monte Xilitla sin ningún ápice de sentido social. Un mausoleo irreal a la imaginería del yo: Edward James. El solitario añorando morir solo como siempre vivió.

lunes, 3 de junio de 2013

Guadalupanismo

EL MEXICANO Y LA RELIGION: UNA CONFRONTACION HISTÓRICO-IDEOLÓGICA
© DR. Xavier A. López y de la Peña
"Señor Malinche: si tal deshonor como has dicho creyera que abrías de decir, no te mostrara mis dioses. Estos tenemos por muy buenos, y ellos nos dan salud y agua y buenas sementeras y temporales y victorias cuantas queremos; y tenémoslos de adorar y sacrificar; lo que os ruego es que no se digan otras palabras en su deshonor".
Palabras de Moctezuma a Hernán Cortés.
Mucha tinta a corrido en la discusión histórico-ideológica en materia religiosa entre los mexicanos. El tema se mantiene en silencio durante algún tiempo y luego estalla estrepitosamente cuando se toca a alguno de sus pilares como en el caso de la polémica en torno a la Señora del Tepeyac: la Virgen de Guadalupe. Aunada a la ilegalidad, la virilidad, la soledad y el relajo, la religiosidad constituye una invariante -¡qué duda cabe! resalta el Dr. Agustín Basave Fernández del Valle- más del mexicano. ¿Qué es una invariante? Mi querido maestro el Dr. Antonio Oriol Anguera en colaboración con el Dr. Vargas Arreola nos ofrecen en su libro El Mexicano (Raíces de la mexicanidad) de 1983 su descripción: Una invariante es una palabra sinónima de estilo aunque con algunas características propias. La primera condición que le resalta es la de que sea exclusiva, es decir que sólo a ellos competa. La religiosidad de los mexicanos es sólo de los mexicanos. La segunda condición es la permanencia, esto es, que se mantiene a través del tiempo. Nuestros tatarabuelos, abuelos y padres ya la tenían y, la tercera, es la de que se de en todos los estratos o niveles: entre ricos o pobres, entre cultos e incultos de una y otra parte ya vivan en Chiapas o Tamaulipas, es por tanto omnipresente. El milagro del Tepeyac así, cumple con estos requisitos en el pensamiento religioso del mexicano y es parte de su invariante. ¿Es lo religioso un valor? Desde la perspectiva de Carlos Marx, Federico Nietzche y Sigmund Freud seguramente que no, pero en el pensamiento de Tomás de Aquino, Jaime Balmes, Theillard de Chardin o del mismo Agustín Fernández del Valle citado, la respuesta será que sí. De acuerdo a M. Scheller los valores son aquellas cualidades de las cosas o realidades que nos llaman la atención, nos atraen como un fuerte imán, nos dinamizan y nos ponen en tensión de conquista despertando nuestra intencionalidad. Los valores cubren una amplísima gama ya se originen o asienten en lo objetivo, en lo subjetivo o en ambos y, dentro de las categorizaciones más elementales está la aristotélico-tomista que conjunta los valores principales con los trascendentales del ser, en que lo sagrado "asimila" a los valores de la verdad, el bien y el amor, y los trasciende.
La religión está presente en la humanidad y desde el punto de vista de la antropología social, lo religioso constituye un elemento imprescindible como elemento cultural que pretende dar respuesta a la angustia que genera en el ser humano su conciencia como ser limitado en el infinito inexpugnable. Bronislav Malinowsky y Radcliffe Browm se ocuparon con amplitud, de estudiar el sentimiento y pensamiento religioso en las sociedades primitivas y luego Mircea Eliade teorizó sobre lo religioso en el lenguaje contextual simbólico.
El fenómeno religioso gira en torno a la "experiencia de lo sagrado" que se conforma como explicación a las dudas acerca de la naturaleza en su conjunto, descrito como "la realidad totalmente superior al hombre en su ser, su valor y su dignidad, que le concierne incondicionalmente y exige de él una respuesta activa y personal" (Velasco Martín, 1978) La llegada de los españoles a México enfrentó a dos pensamientos religiosos fuertemente arraigados. El dios de la guerra Huitzilopochtli (Colibrí zurdo), Quetzalcóatl (Serpiente emplumada) y Tonantzin fueron destronados objetiva y subjetivamente por la fuerza y substituidos a machamartillo por Jesús, el Hijo de Dios, la Santísima Virgen María y la Virgen de Guadalupe. A la muerte del extraordinario historiador mexicano, Don Joaquín García Icazbalceta (1825-1896), quien se ocupó entre muchos otros temas, precisamente de la historia de Don Fray Juan de Zumárraga, primer Obispo y Arzobispo de México (México 1881) a quien Juan Diego le mostró personalmente "el milagro de las rosas" -ocurrido según la tradición- la mañana del sábado 9 de diciembre de 1551. Sin embargo, la monumental obra referida (consultamos la edición de Editorial Porrúa, S.A. de 1947), no hace ninguna referencia al milagro del Tepeyac por lo que el jesuíta Antícoli se quejó en un opúsculo que fue publicado después en forma anónima en Puebla diciendo que "el autor del estudio biográfico del venerable Zumárraga no escribió como escritor católico cuando nada dijo acerca de la aparición de la Virgen del Tepeyac". Dos años después en 1883, el señor García Icazbalceta le contestó en una carta al Arzobispo Labastida y Dávalos, que éste le había ordenado estudiar el asunto "desde el punto de vista histórico", y que por tanto no había ningún fundamento histórico en la aparición de la guadalupana.
La dignidad eclesiástica le reprochó acremente su "omisión" y Don Joaquín le escribió más tarde al Obispo de Yucatán en 1888 diciéndole: "Mas Vuestra Señoría Ilustrísima afirma y esto me basta para creerlo, que es asunto concluido porque Roma loquta causa finita; y siendo así no me sería ya lícito explayarme en consideraciones puramente históricas: en el teológico y en el histórico. El primero me está vedado por mi notoria incompetencia; y si está declarado por quien puede que el hecho es cierto, no podemos entrar los simples fieles en el otro". Antes de su muerte en abril de 1894 escribía don Joaquín al Padre Gerste: "Me conoce usted íntimamente, y le consta que por ningún interés del mundo desfiguraría yo la verdad histórica... Si esas acusaciones contra la Iglesia tuvieran fundamento, me limitaría a lamentarlo en silencio: ninguna causa debe defenderse con imposturas y mentiras".
Hace algún tiempo la discusión histórico-ideológica en torno a la Virgen de Guadalupe salió a la palestra oponiendo la perspectiva de la ciencia y la fe, y el entonces abad de la Basílica de Guadalupe, Guillermo Schulenburg (Cuando se le preguntó ¿Existió Juan Diego?, él contestó: No. Es un símbolo, no una realidad.) fue el causante. La razón y el corazón siguen líneas irreconciliables, así sin embargo, un sociólogo europeo -nos relata el Lic. Felipe Martínez Rizo en El catecismo electrónico y el futuro del mono semiótico, 1990- comenta que sus maestros jesuitas le decían al hablar de este tema: "Entre la ciencia y la religión no hay ningún conflicto. Cada una opera en un dominio diferente. La Fe no es susceptible de prueba o refutación científica. El mundo físico, a su vez, no es asunto de Fe. Punto". El milagro del Tepeyac es un ejemplo nacional de ésta disyuntiva y frecuentemente enconada controversia.
Cabe también señalar además, que la religión no tiene historia, en realidad es su historia. Como señala Gonzalo Puente Ojea, "No hay un conocimiento religioso que historiar, sino sólo conductas de los seres humanos acerca de referentes inexistentes". Los referentes religiosos no tienen potencia real, existencia en se, porque son el producto de la imaginación, son creados por la mente humana en el ámbito de la conciencia subjetiva y por tanto quedan fuera de las reglas que rigen a la razón.

miércoles, 8 de mayo de 2013

Esperanza

© DR. Xavier A. López y de la Peña
Múltiples acontecimientos han sacudido recientemente la conciencia de los ciudadanos en todo el territorio nacional y con ello contemplamos, compartimos y participamos de una nueva perspectiva existencial. El crecimiento de las ciudades ha generado conflictos de índole diversa, tanto entre las relaciones que guardan las personas entre sí, como entre las de éstas con otras personas que ejercen la autoridad. Se requiere de más servicios para satisfacer un sinnúmero de crecientes necesidades tanto de alimentos como de vivienda, de agua, energía eléctrica, alumbrado, comunicaciones, fuentes de empleo, educación, seguridad, transporte, salud y muchas, muchas más. Estas demandas deben ser cubiertas en cada persona para que su desarrollo pueda conseguirse en plenitud, sin embargo, dichos satisfactores no se consiguen así como así, deben obtenerse gracias al esfuerzo y trabajo de cada ciudadano. La satisfacción de las necesidades guarda una relación directa con el desempeño de las personas en términos generales y de una manera extraordinariamente simplista. Sin embargo las cosas se complican cuando la necesidad de regular la demanda con la oferta de los satisfactores queda en manos de terceros, en este caso la autoridad. Las personas se afanan en trabajar para la consecución de dichos satisfactores y con ello mejorar su calidad de vida, más y mejor trabajo tendrá como consecuencia más dinero como recompensa a su esfuerzo ya en salarios o ganancias y por ello más posibilidades de tener una mejor vivienda, una mejor educación una mejor calidad de vida en términos generales que le brinde la oportunidad de un desarrollo personal, familiar y comunitario armonioso. La actividad productiva de cada persona, su esfuerzo ya como profesionista, obrero, empleado o patrón por referirme a unos pocos, se ve tasado por un impuesto que tiene por propósito destinarse al Estado para que a su vez éste lo devuelva en obras que contribuyan a su desarrollo ya con carreteras, calles, alumbrado, recolección y manejo de basura, hospitales, cuerpos de seguridad y vigilancia, centrales de abastos, planeación y desarrollo urbanos, transporte, escuelas, suministro eléctrico, y otros muchos. El tener satisfactores depende del esfuerzo y del trabajo que se desarrolle. Así, tanto la salud como la seguridad y la educación son valores a los que se tiene que acceder gracias al trabajo individual y colectivo, no pueden otorgarse por decreto y representan por tanto, indicadores de desarrollo de los pueblos. El trabajo personal en consecuencia representa la posibilidad de "tener" esos satisfactores que nos hagan acceder a una mejor calidad de vida. Sin embargo, el producto del trabajo cada día resulta menos capaz de satisfacer las necesidades descritas, el dinero que se obtiene con esfuerzo vale menos y se suma a una cadena de devaluaciones que sufrió el peso en el pasado siglo golpeando el bolsillo de todos y llevándonos a la paradoja de "ganar más pero con menos valor". La canasta básica y el salario mínimo son ya espejismos trasnochados, inconexos e incongruentes en la verborrea gubernamental. Los sindicatos que surgieron para proteger los intereses de los trabajadores ante la explotación de los patrones sellados con sangre en Cananea y Rio Blanco, son historias olvidadas por el sindicalismo actual, politizado, veleidoso y acomodaticio y mantienen al trabajador en la zozobra de la inseguridad del empleo, la liquidación, la reducción de jornal y de jornada. Campean el desempleo, subempleo y malempleo como nunca en la historia del país. El manejo de los recursos en el erario por todos reconocido de muchísimo tiempo atrás como ineficaz, para no abundar en calificativos, a sido público de acuerdo al reporte de la Contaduría Mayor de Hacienda en que los millones y millones de nuevos pesos se han manejado incorrectamente por ésta y aquella otra entidad con solo algo más de quinientas auditorías. ¡Cuánto no sabríamos con mil más!. La tasa a la ganancia por nuestro trabajo se dilapida y derrocha ineficientemente, ¿quién pagará por ello?. La impunidad es un elemento constante y hasta hoy aparentemente indisoluble en el ejercicio del poder. La seguridad pública resulta también un tendón de Aquiles con un poder judicial corrupto hasta el tuétano. Los crímenes, secuestros, asaltos a instituciones varias, robos a transeúntes, de automóviles, comercios y casas habitación que nos hacen espectadores y partícipes de una nueva cultura de las alarmas, los seguros y las rejas al abrigo de la inseguridad creciente y cotidiana generados por el desempleo, la corrupción y la crisis general. Políticamente somos testigos también de las fracturas en partidos centralistas que luchan por detentar el poder con plataformas políticas populistas, amañadas y de espaldas a las verdaderas necesidades del pueblo que ven desmoronarse sus anhelos con el voto de rechazo, de castigo aún dentro de sus mismos militantes, y de otras fuerzas políticas radicales e intransigentes con ideólogos inteligentes pero resentidos que no logran impulsar una base capaz de constituirse en una opción real para la ciudadanía. Estos choques, ineficiencias y desintegraciones partidistas han impulsado la generación de organizaciones ciudadanas que "abominan" su identificación con cualquier partido político y luchan desde sus trincheras por un México mejor enfrentando, cuando es necesario o colaborando si es el caso también, con el Estado mediante una nueva relación: persona-organización no partidista-Estado de creciente peso e influencia en las decisiones gubernamentales. El ciudadano ciertamente comprende mejor qué sucede en su entorno y busca de alguna manera participar en el cambio, no es fácil sin embargo lograrlo porque la vida en comunidad genera muy variados intereses y crecientemente más complejos, empero, el problema principal no radica en que tanto o cuanto sean difíciles sino cómo se aborden. Si el problema es educativo, de salud, de transporte o de seguridad, éste tendrá solución en la medida que las estrategias a implementar y darle seguimiento se normen con valores de justicia, equidad y honestidad. México enfrenta en buena medida una crisis de valores fuertemente arraigada que ya no solamente desconfía de la justicia, la igualdad y honestidad entre sus ciudadanos y autoridades, sino que además les tergiversa y los promueve constituyéndolos en "antivalores", así la justicia no es vista como un valor que vele por dar "a cada quién lo que merece" sino como el antivalor "de dar a cada quien lo que puede «merecer» según tenga", la igualdad se otorga con el antivalor de la "discrecionalidad" y la honestidad representa una lacra (antivalor) que le impide hacerse rico con el puesto. Respetar el derecho ajeno haciendo "cola" para adquirir un boleto o cobrar un dinero es de tontos, en tanto que el "listo" es el que socarrona o descaradamente se logra "meter"; tonto el que trabaja, listo el que no lo hace. Se privilegia esperando a los que llegan tarde -vamos esperar 10 minutos más, dice el anfitrión- por encima de los que llegaron a tiempo a una conferencia. El puntual es un latoso que llega a la reunión a acompañar al que barre el local, o sorprende a los anfitriones de la cena poniendo la mesa o cociendo el brócoli -Caramba, ¿somos los primeros?-. El mexicano trabaja y su esfuerzo cada día se ve menguado en su propósito de lograr una mejor calidad de vida para si y su familia, a perdido credibilidad en las instituciones y sobrevive en la inseguridad del mañana. Se aprieta el cinturón cada día más y resiente con violencia inusitada el paso de la ilusoria "prosperidad" del país. El mexicano ha perdido credibilidad, vive en la inseguridad y resiente a la impunidad, pero no pierde la esperanza, se afana, trabaja y lucha a su manera por un México sin mentiras que le lleve a creer y confiar en la justicia, la igualdad y la honestidad.
El Pacto por México está en marcha, ¿funcionará?

lunes, 8 de abril de 2013

¿Hasta dónde?

LÍMITES
© DR Xavier A. López y de la Peña.
«Sólo sé que no sé nada»
Sócrates el ateniense, hijo de Sofronisco y Fenaretes
¿Cuál es nuestro origen -o el de la vida en general-? ¿qué sentido tiene el vivir -o de otra forma quiénes somos-? ¿qué sucede después de la muerte -o a dónde iremos, si es que lo haremos-? Estas son las preguntas aún inconclusas que todo ser humano suele hacerse ya de una forma sencilla o compleja, y constituyen la tríada que sustenta el pensamiento filosófico universal, pero... ¿hay límites? ¿hay algún concepto universal? La historia ha demostrado que los seres humanos pueden avanzar, y de hecho lo hacen a pasos agigantados en la obtención del conocimiento. Para decirlo de otra manera, al paso del tiempo encuentra cada día “nuevas” soluciones a sus incógnitas aparentemente inacabables. Se sabe también y es innegable que cada día que pasa sabemos más de menos. Nuevos paradigmas substituyen a los viejos. Pareciera entonces no haber límites a tal esfuerzo por conocer. De manera alegórica podemos afirmar que el árbol prohibido de la sabiduría no agota sus manzanas a pesar de que las cosechamos y nos las comemos vorazmente. La consecución del conocimiento corre paralelo al desarrollo y evolución social del ser humano en todos los órdenes y se conforma como modeladora del llamado “progreso” modificando el entorno y adaptándolo a sus necesidades cada día crecientes. Es así que la gente por citar un ejemplo de esto, ligada eternamente a la tierra llegaba a la descripción de que el trabajo agrícola, como resultado del conocimiento generado ancestralmente en este campo, era posible hacerlo mediante tres categorías según Marco Terencio Varrón: el hecho por instrumentos parlantes (seres humanos), semiparlantes (las bestias de tiro) y los mudos (objetos materiales). En el campo de la física el conocimiento sobre la materia se ha transformado desde Arquímides con sus aportaciones a la estática entre muchas otras, hasta científicos modernos como Blojintzev quien hace esfuerzos por reunir en una sola teoría la relatividad y la mecánica cuántica, o el descubrimiento de la llamada partícula de Higgs (partícula de tipo bosón de masa 125.3 gigaelectrónvoltios (GeV), también llamada “partícula de Dios”, recientemente dada a conocer. El origen de la vida, para hablar del campo de la biología, ha «humanizado» (es decir, ha dejado atrás a los dioses creadores como uno de los primeros vestigios heréticos) su visión refiriéndolo a la física con el postulado de Tales de Mileto que le define como proveniente del agua y apoyado por Anaximandro quien aseguraba que “los primeros seres vivientes nacieron en lo húmedo, envueltos en escamas, que al crecer, se desplazaron a las partes más secas y que, cuando se rompió la corteza de escamas que les rodeaba, vivieron, en poco tiempo, una vida diferente”. La “generación espontánea”, otra herejía contraventora al origen divino, sostenida por Aristóteles y que permeó por siglos en el mundo occidental y musulmán, vino a ser desbancada por el naturalista alemán Schwann que sostenía que “las fuerzas que actúan en la materia viva son las mismas que juegan en el mundo inanimado” y que el químico francés Pasteur dio por cancelada totalmente dicha teoría. La teoría de la evolución que expresa el fluir del tiempo con sus cambios modificadores sobre la materia viva, son representaciones del conocimiento adquirido que nos acercan a los orígenes aún desconocidos. Todo el conocimiento se basa en el esfuerzo por comprender al mundo y a nosotros mismos a través de la curiosidad humana. Sin embargo, repetimos ¿hay límites para ello? Por ahora, abordaremos algunos de los límites que los fenómenos físicos nos imponen y por ello debemos decir que los fenómenos del universo pueden reducirse a complejas interacciones físicas y aquí es donde podemos encontrar un primer límite al conocimiento: la velocidad. La velocidad de la luz que en números redondos es de 300 000 km/seg es una velocidad insuperable en el universo. No hay más fronteras. Este es un límite a nuestro conocimiento, no podemos aspirar a «encontrar» una mayor velocidad y todos los fenómenos físicos, físico-químicos o biológicos encontrarán como límite de circunscripción ideológica y fáctica este término. El taquión, esto es, cualquier partícula hipotética capaz de moverse a velocidades superiores a la de la luz en el vacío, sigue siendo eso, una hipótesis. La división de la constante de los gases R por el número de Avogadro N nos ofrece como resultado otro límite del conocimiento: K, la constante de Boltzmann (1844-1906). Esta representación teórica de la constante de Boltzmann viene a establecer un puente entre la entropía de un sistema y su estructura atómico-molecular y que, planteada en el campo de la informática, la constante de Boltzmann puede ser interpretada como el cuánto de información. Boltzmann llegó a la conclusión de que la entropía es una medida del desorden molecular: al estado más probable, que es el más desordenado, corresponde el máximo de entropía. En las interacciones de fuerzas siempre se intercambia algo y ello origina cambios tanto en el emisor como en el receptor de la acción. El límite mínimo (otra frontera del conocimiento) para esta «acción» se conoce como H, la constante de Planck y que corresponde al número de 0,000000000000000000000000006626 erg x segundo. Este es el límite o tiempo mínimo de trabajo, o cuánto de acción. La mecánica cuántica es la encargada de la descripción adecuada de estas magnitudes del saber. Estos límites, como muchos otros (la constante G de Newton, referida en la ecuación de la gravitación universal, la constante dieléctrica del vacío, etc.) no obstante, no impiden el avance por conocer, no; sin embargo, si tratamos de un fenómeno cualquiera sabemos ya de antemano que dicho proceso no podrá ser o tener en su composición «algo» superior al límite de la velocidad de la luz, o inferior a un cuánto de acción para utilizar los mismos ejemplos referidos. Y, al principio, todo fue curiosidad. Esta son las primeras palabras con las que inicia Isaac Asimov su libro Introducción a la Ciencia, y de esta curiosidad de los humanos surgen las preguntas con que iniciamos este texto y otras como las siguientes: ¿porqué nos movemos? ¿qué hace fluir el impulso nervioso a través de los axones neuronales? ¿porqué lloramos o reímos? ¿cómo almacenamos la energía proveniente del sol? ¿qué función ambiental tienen la cucarachas? ¿dónde está la memoria? ¿cómo contener un fluido a 100 000 grados centígrados? ¿porqué y porqué..., qué? Límites a contracorriente, y nuevas herejías surgidas contra la ortodoxia del pensamiento generan nuevas teorías como la del Caos (la creencia primitiva griega en una naturaleza impredecible regida por el capricho de los dioses) que nos señala que el conocimiento preciso de los componentes de una estructura no es suficiente para describir el comportamiento de esa estructura. De hecho, se puede predecir con máxima precisión la ocurrencia de un eclipse solar dentro de 189 años o más y, sin embargo, somos incapaces aún de prever las condiciones climatológicas para las siguientes tres semanas. Por esto mismo, es inasible hoy creer que la posesión del conocimiento íntimo de las fuerzas fundamentales de la naturaleza nos permitiría, algún día, aprehender los enigmas de la física y del universo todo.
Nuestro saber es minúsculo comparado con el todo. Nuestro presupuesto curioso se ve condenado a sufrir el mito que simboliza la elevación y la caída, consecuencias de la vanidad humana como lo sucedido al hijo de Zeus, Tántalo (el que titubea), que tras traicionar los «secretos» de los dioses olímpicos fue condenado a padecer eternamente sed y hambre, en este caso, de sabiduría. El crimen cometido por Tántalo extendió la maldición a sus descendientes, Níobe, Pélope y los hijos de éste, Atreo (y sus descendientes los Atridas Agamenón y Menelao) y Tiestes. Hoy, no obstante, la maldición sigue con los y las Molina, López, Brown, Claus, Hubberman, Driesch, Gödel, Eckhart, etc., etc.

lunes, 11 de marzo de 2013

Sobre los ojos

© DR Xavier A. López y de la Peña.
Si una muchacha, te mira y se agacha es que es de Pénjamo.
Pénjamo: Canción de Rubén Méndez del Castillo.
Es extraordinario y notable que a los ojos se asocie el más rico simbolismo. A estos órganos compete nuestra propia vida. Cultura y arte están inexorablemente ligados a la visión. A los ojos se les dedica una veneración extrema en las culturas primitivas y no hay poeta que no les exalte de manera directa o indirecta; también los ojos ha sido fuente de explotación por parte de los curanderos e indefectiblemente están asociados con la hechicería y la magia. Los ojos, más allá de su función interactiva sensitiva, solían y suelen considerarse todavía como vías de entrada y salida a nuestro interior. Es la ventana de nuestro yo. De hecho, en la antigua cultura babilónica eran considerados como la puerta entrada a la cabeza y de aquí que los espíritus malignos pudieran acceder a ella al través de los ojos. También se consideraba que el ojo era gobernado por un demonio con poderes particularmente malévolos. El poder maligno generado por mediación de los ojos dio origen al llamado mal de ojo (oculus fascinus) que desde tiempos remotos impregnó al mundo antiguo y enraizó en las tradiciones egipcias y persas, en la hebrea y la griega. Se creía que el rabino Simeon ben Yachai tenía el poder de reducir a una persona a un puñado de huesos con sólo mirarle, y que Eliezar ben Harkynos con su mirada furiosa podía hacer temblar los pilares de su recinto. Los ojos podían recibirlo y entregarlo todo. Alegría y tristeza, amor y odio, salud y enfermedad, temporales, tempestades, abundantes cosechas, epidemias, catástrofes y bonanza y más. El poder de los ojos (ya para bien o para mal) habría de ser conjurado y surgieron amuletos y pócimas que aún hoy mantienen un enorme mercado. Fórmulas por miles todas encauzadas para contrarrestar lo malo y para atraer lo bueno o deseable. Los ojos no están ajenos a la enfermedad y también a ellos se ha dedicado un numeroso grupo de personas. Ya en la corte de un Faraón egipcio por el año 2600 a. de C. ejercía Iry el médico de los ojos. Hay menciones con diversos enfoques a estos órganos en el papiro de Ebers (ca. 1550 a. de C.) y en el multicitado código de Hammurabi. Hay referencias a los ojos en las tablas votivas encontradas en el templo de Esculapio; las observaciones de Almeón de Crotona en sus estudios sobre los nervios ópticos. La dieta y baños calientes eran recomendados en la medicina hipocrática para tratamiento de ciertas enfermedades de los ojos. Las substancias que hacían estornudar y los gargarismos irritantes eran considerados útiles para hacer salir los humores maléficos de los ojos. Desde el punto de vista fisiológico los anatómicos pre-aristotélicos Demócrito y Alcmeón consideraban que pequeñas imágenes entraban al ojo y permanecían en la pupila hasta que el alma podía apreciarlas, en tanto que Aristóteles sí razonaba que la visión era el producto de una interacción entre el objeto y el ojo. Luego, los médicos árabes que con su medicina formaron un puente entre la caída de Roma y el Renacimiento, lograron niveles de sabiduría extraordinarios como es el caso del notable oftalmólogo Abu Ali alHasan ibn al Haitham, mejor conocido por Alhazen (965-1039) quien enseñaba ya que los rayos visuales pasaban del objeto hacia el interior del ojo formando la imagen. En la Edad Media se podían encontrar, en el caso preciso del tratamiento de los ojos a tres tipos de médicos, los judeus o judíos formados en las escuelas árabes, los rusticus , cuyas curaciones se ofrecían a través de remedios caseros secretos que combinaban piedras misteriosas, amuletos, reliquias, y los chirurgus expertus in oculis dedicados a la cirugía de estos órganos en operaciones simples y hasta incluir la extracción del cristalino en el caso de cataratas. Luego llegaron las combinaciones de los artistas en cuanto al estudio y conocimiento acerca de la visión como los realizados por Leonardo da Vinci que concluyó que el órgano principal de la visión lo constituía la retina; Andrés Vesalio el excelso anatomista que echó por tierra muchos errores de Galeno seguidos por siglos y quien distinguió la propiedad refractiva del cristalino. Muchos personajes más podrían citarse en cuanto a la evolución del conocimiento acerca de los ojos, a la teoría del color, a la óptica, a la cirugía y a la instrumentación en torno a ellos hasta llegar a la enorme figura de Hermann Ludwing Ferdinand Helmholtz (1821-1894) quien estableció los principios científicos de la fisiología ocular e inventor el oftalmoscopio en el año de 1850. Todo en cuanto a los ojos, como ventana del alma como los nombró el referido Leonardo da Vinci, está rodeado de misterio, magia, hechicería, misticismo, arte, volición, belleza y sentimiento ilimitados. Pero también sobre ellos campea la ignorancia, la charlatanería y la desviación del pensamiento lógico como es el caso de la iridología, pseudo ciencia incluida en el rubro de medicinas alternativas que pretende diagnosticar los problemas de salud de una persona por la observación del iris. Martín Gardner, una persona dedicada por años a demostrar mil y un boberías sobre este asunto dice, y con justa razón, que “el embobamiento de la gente con toda clase de medicinas alternativas no da señales de disminuir.” El Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (CONACULTA) publicó en el año 2000 el librito titulado La Iridología, de Ariel Guzik, y a ello dedicaremos algunas reflexiones críticas. Para iniciar haremos referencia al concepto de iris que tienen, según asienta en las páginas iniciales, tanto el oftalmólogo como el iridólogo. “Para algunos oftalmólogos, el iris, aunque contiene millones de terminales nerviosas, sólo es un esfínter, un músculo coloreado que dilata y contrae la pupila; otros lo ven además, como un sistema de nutrición del ojo. Para el iridólogo, el ojo es un espejo y, también, una imagen condensada del cuerpo. Es un universo.” Las pseudo ciencias son muy dadas a entremezclar conceptos e ideas de diferentes puntos de partida para reunirles en un argumento que satisfaga el propósito al que se encauzan. Para aclarar citaré un ejemplo de ello: cierto autor, realizó ciertas mediciones de la base de una pirámide en Egipto y encontró que, éste número, multiplicado por 3.1416 correspondía a la distancia que hay entre la tierra y la luna. Este, y otros datos fueron suficientes para declarar que los constructores de dicha pirámide habían dejado asentado este dato como indicación inequívoca de sus conocimientos matemático-astronómicos tan avanzados. El autor de este libro de iridología no escapa a este tipo de razonamientos y así, combina la topología –rama de las matemáticas que estudia las propiedades del espacio-, con la biología –ciencia dedicada al estudio de los seres vivos. ¿Cómo? Indicando que el iris es un toroide (forma de dona), representante de “todo” el organismo [y por tanto sobre el que se puede expresar y por lo mismo leer o identificar todo lo que se quiera] de la siguiente manera: “Desde el punto de vista de la topología, podríamos percibir las cosas no sólo por su forma ordinaria, sino también por sus características espaciales más elementales. Si imaginamos un cuerpo (por ejemplo un lápiz o una llave) de elasticidad infinita, capaz de deformarse sin romperse, podría convertirse en una de dos formas básicas: una esfera o un toroide, que es algo así como una dona. El lápiz, que no tiene ninguna perforación, se transformaría en una esfera; la llave, que si posee un agujero, en un toroide. Con un poco de práctica, podríamos hacer el mismo ejercicio con cualquier cuerpo familiar: un tenedor, un cenicero, una vaca. Desde este punto de vista, todos los seres vivos son como tubos, es decir variantes de la dona o toroide. [...] Desde su fase embrionaria, el hombre es, en su forma más elemental, como un toroide, y el iris de los ojos lo representa de esa manera.” Vaya entonces usted a mirarse en el iris, o que lo haga el iridólogo con una mentalidad de “elasticidad infinita”, los problemas digestivos que le agobian o la nefropatía metabólica que en el IMSS no pudieron resolverle.
De cualquier manera, si aún ello no le resuelve el problema, tiene usted más medicinas alternativas a que recurrir como la reflexología que es el arte de aliviar el dolor y otros síntomas de todas las enfermedades humanas conocidas, a base de frotar y masajear ciertos «puntos reflejos» del pie como se expone en The Complete Illustrated Guide to Reflexology, de Inge Dougans (Element Books, Inglaterra 1966).

lunes, 4 de febrero de 2013

De la muerte.

DE LA MUERTE*
*© DR. Xavier A. López y de la Peña
"No he visto una certidumbre que no admita duda y se asemeje a una duda que no admita certidumbre, como la muerte."
AL HASAN
La muerte es un proceso de la misma vida que hace reflexionar a los seres humanos desde muy variadas perspectivas, mirándosele cerca o lejos en algún momento de su existencia, pero nunca ignorándole. El pensar sobre la muerte le hace al hombre afirmarse como una "autoconciencia" perecedera temporal e histórica. La muerte constituiría la negación de esa autoconciencia y por ello mismo se torna incomprensible puesto que se opone al propósito de la vida que es, simplemente vivirla: ser. La muerte es sólo una fase temporal del proceso existencial en la dinámica de la materia. La vida ha recibido muchos estímulos y a ella se han dedicado enormes esfuerzos. Se tiene como ejemplo expertos en neonatología que saben cada vez mas de menos aspectos acerca de los recién nacidos en sus primeras horas de vida. La vida misma ahora se puede programar con las limitaciones o posibilidades éticas, morales, legales, religiosas, políticas, sociales, etc., que cada sociedad establezca en un tiempo determinado acerca de cuándo, cómo, dónde y hasta de quién nacer y a un paso se está de manipular genéticamente al ser humano con los impresionantes avances tecnológicos sobre el genoma. Hay una gran demanda y oferta, como es lógico y de esperarse, hacia los temas de la vida en los que la muerte -su proceso final- prácticamente no tiene cabida. No hay "tanatólogos" en el sentido amplio de la palabra, la muerte es un objetivo que se pretende alejar, dejar de lado o más fácilmente olvidar, pero nunca como decíamos ignorar. Algo de tiempo y esfuerzo se ha dedicado a su preámbulo -el morir- representado por los estudios sobre la vejez, con la teoría inmunológica como ejemplo o los realizados en el curso de una enfermedad terminal (como hiciera la Dra. como pasos a "comprenderle", para "evitarle". La muerte en sí es negada. No tiene cartilla de identidad a pesar de llevarse a cabo en todos los seres vivos de ayer y de hoy y, cuando menos hasta ahora, de mañana. Es curioso que el estudio y la lucha por la vida de los seres humanos a la que podríamos llamar con toda justicia "anti-tanatología", en el caso particular de la medicina, esta se inicie precisamente con el estudio del ser humano inanimado o muerto reducido a un objeto, donde no es más que un vínculo que contribuye a la formación conceptual de la estructura-función del cuerpo humano en el educando a partir de una estructura -cuerpo- sin identidad -nombre- sin historia -biografía- que se puede descubrir y analizar -disecar, observar o mesurar- pero no se puede comprender -¿quién fue este ser humano y cómo fueron su nacimiento, vida y muerte?-. De hecho, la enseñanza de la medicina misma enfrenta al futuro médico desde el principio de su formación con el fracaso de su misión -la muerte- desde el primer contacto en el estudio de y por la vida. Sus habilidades y destrezas se fundamentarán en sujetos inanimados sin identidad. De tal suerte que el estudio médico del ser humano -su antropología en sentido amplio- se inicia en su final: la muerte, y se concreta prácticamente a su análisis en el rubro de una de sus dos grandes ramas en que se divide, la antropología física con sus consideraciones morfofisiológicas tanto en la salud como en la enfermedad (anatomía, fisiología, psicología, genética, etc.), dejando de lado los rubros acerca de la evolución (geología, paleontología, primatología y más) y los correspondientes al área de la antropología cultural -la segunda rama de la antropología-, tanto en referencia a la evolución (historia, arqueología) como a su estructura y función (arte, música, lingüística, economía, sociología, ciencia política y otras). No hay por tanto cabida para la economía médica, política médica y etnomedicina para no abundar y, paradójicamente la "tanatología" -ciencia que estudia a la muerte- tampoco existe. La medicina estudia la vida a partir de la muerte y desconoce a esta y su preámbulo; el morir, incomprensiblemente. Parece haber explicaciones para ello. Desde tiempos remotos la muerte ha constituido el límite de la competencia médica y propiciado su negativa a enfrentarla. La medicina hipocrática, como antecedente de la medicina occidental que nos rige, lo resaltaba diciendo que: "El médico debe terminar con el sufrimiento del enfermo, aminorando la violencia de su enfermedad mientras pueda, pero debe negarse a tratar al enfermo que se encuentra vencido por la enfermedad". "Hay quienes censuran a la medicina por negarse a tratar los casos desesperados, y afirman que de ser cierta la existencia del arte médico, unos y otros deberían ser curados por igual. Pero si un hombre exige algo que no le atañe, habría que convenir en que su ignorancia resulta más afín a la demencia que a la falta de conocimientos". La medicina medieval siguió estos cánones matizándolo con un sentimiento religioso que daba "sentido" a la vida después de la muerte (como muchas culturas lo tienen), ligando el dolor y el sufrimiento del moribundo a las ideas de expiación y redención como pasos a la muerte-vida ulterior (cristiano), cediendo poder el médico al sacerdote al verse en el límite de su ciencia. Llegaba así el relevo oficial de la ciencia: la trascendencia. Una amalgama de poderes -curación y salvación- legitimando una continuidad a la vida. "Llegado el momento final se impone la transferencia a los custodios de la Santa Madre Iglesia". La muerte del ser humano ha dado paso a los rituales funerarios ligados a su historia ("dime cómo mueres y te diré como viviste") y aún cuando es una verdad que todos habremos de enfrentar, la muerte es evitada y es desconocida. No hay una preparación a la muerte. Tanto muere el creyente en la esperanza de un más allá liberador, como el incrédulo que piensa la muerte como el simple paso de un orden material a otro. La muerte se rodea de terror, entereza o dulzura; se extingue como una tenue llama o con el estrépito de un cañonazo. El muerto se sepulta, se quema, se momifica o se abandona a merced de los elementos; a él se le llora o se le agrede, bendice o maldice. Se le recuerda o se le olvida.
La muerte se busca o nos encuentra, se anuncia o nos sorprende pero... finalmente llega.

miércoles, 30 de enero de 2013

Sobre la vitamina "A"

VITAMINA A *

* © DR Xavier A. López y de la Peña


Desde su descubrimiento y nominación, las vitaminas ("aminas de la vida" -ahora se sabe que no todas son "aminas"-) han jugado un papel muy importante en la vida del hombre y, aunque con el tiempo han perdido algo del encanto que representaba a sus comienzos como el mismo nombre les confería, siguen siendo materia de investigación y desarrollo.

La importancia de las vitaminas se reconoce desde tiempos remotos, por supuesto de manera indirecta, así tenemos descripciones de que los egipcios en el 1500 A.C. en el llamado papiro de Ebers, sabían que comer hígado era útil para corregir la ceguera nocturna, alteración que se conoce hoy como nictalopía, demostrando su gran capacidad de observación y que, efectivamente se debe a que un compuesto de la vitamina A en la retina (el retinaldehido) contribuye a facilitar la visión en la obscuridad.

Se le llamó vitamina A por puro convencionalismo porque durante su proceso de investigación se designó a la substancia -en este caso la vitamina A- al encontrar que era soluble en grasa (soluble A) en contraposición con otras substancias -también vitaminas- que eran solubles en agua (solubles B) y que hoy se conocen como vitaminas A y B respectivamente.

Desde entonces se identifican y diferencian las vitaminas por ser unas solubles en grasas: A, D, E y K y las que son solubles en agua como la B y la C.

La magia de las vitaminas no termina aún y la vitamina A no deja de sorprendernos. Esta vitamina contiene en su molécula base el llamado retinol, substancia que se encuentra presente en alimentos (hígado, aceites de hígado de pescado, mantequilla, yema de huevo) y tejidos combinado con cadenas largas de grasas y presente como forma activa o como precursora de vitamina A (carotenos), esta última en las partes verdes de las plantas.

Una vez en el tubo digestivo el retinol se absorbe y llega al hígado en donde se almacena o se libera hacia los tejidos que lo requieren.

La vitamina A tiene dos formas activas importantes que son el retinaldehido o elemento del pigmento visual (rodopsina) y el ácido retinoico, una substancia que en el interior de la célula actúa modulando la diferenciación celular.

Lo precursores de la vitamina A o carotenoides como se les conoce ( beta-caroteno y beta-criptoxantina) presentes en las hojas verdes, espinaca, melón, patatas, zanahoria y otros, pueden ser convertidos en vitamina A por la acción de una enzima intestinal y de allí transportadas y almacenada en el hígado por ello esta víscera es tan rica en vitamina A y por consecuencia la observación egipcia acerca de su efecto sobre la ceguera nocturna fue perfectamente acertada.

Las investigaciones realizadas en torno de la vitamina A han mostrado efectos benéficos no únicamente para los trastornos visuales, así por ejemplo en estudios llevados al cabo en Indonesia se demostró la reducción hasta de un 30% en la mortalidad de los niños desnutridos a quienes se les suministró una cantidad suplementaria de esta vitaminaTambién de forma muy interesante, la vitamina A disminuye la morbimortalidad de los pacientes afectados de sarampión.

El papel de esta vitamina en el contexto de la inmunidad aún está por jerarquizarse, empero es clara su relación con enfermedades virales como el sarampión ya referido y el virus del SIDA, también afecta a las respuestas en enfermedades parasitarias. Se tiene la hipótesis de que un metabolito recientemente descubierto, el HRR o 14-hidroxi-retroretinol tiene acciones muy importantes de regulación de los linfocitos y por tanto sus efectos, además de muchas otras funciones como las de estimular la fagocitosis y modular las citoquinas, abre un campo muy promisorio y excitante sobre el conocimiento de su participación en las defensas del organismo.

También han sido señalados sus efectos sobre enfermedades degenerativas, como en el caso concreto de la degeneración macular de la retina.

La deficiencia de vitamina A produce, además de la referida nictalopía o ceguera nocturna, resequedad de la córnea y del ojo entre otras y síntomas generales como retraso en el crecimiento, resequedad de la piel, atrofia de los gérmenes dentales y deficiencias en el esmalte dental, aumenta la susceptibilidad a infecciones por bacterias, virus y parásitos. En tanto que su exceso produce dolor de cabeza, abdominal, nauseas, dolor en huesos y articulaciones.

La vitamina A entonces es una vitamina de efectos en toda la economía y no sin razón se le ha relacionado de manera significativa como preventiva del cáncer puesto que el ácido retinoico es capaz de inhibir la proliferación de ciertas líneas celulares tumorales.

Una persona con una dieta bien balanceada, tiene reservas en su hígado suficientes para un periodo aproximado de 6 meses y ciertos derivados de la vitamina A llamados retinoides se emplean actualmente en el tratamiento del acné y la psoriasis. Los requerimientos normales de esta vitamina diariamente se ubican entre los 800 y 1000 microgramos.

La vitamina A, multifacético protector tisular tiene un añejo pasado, benéfico presente y promisorio futuro
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